jueves, 29 de febrero de 2024

Amor familiar (capitulo 4)



 

Por fin llegaron las vacaciones de semana santa. Desde hacia más de un mes, casi dos, Marina tomaba anticonceptivos y habíamos decidido que esos días serian los primeros para follarla sin látex. Papa había cogido toda la semana porque le debían muchos días y el Domingo de Ramos ya estábamos allí. El tiempo no acompañaba y las previsiones eran que la primera mitad de semana iba a haber un fuerte temporal de nieve, por eso decidimos ir antes en lugar del lunes que era cuándo lo teníamos previsto. Y acertamos, porque al día siguiente, por la tarde, el pueblo ya estaba bloqueado. No nos preocupó, porque llegamos con el coche lleno de provisiones y no teníamos previsto salir de excursión: toda la actividad iba a ser interior.

Esa primera noche no fue nada especial. Lo único fue con quien dormiría mi hermana: nos lo jugamos al parchís. La partida fue larga y disputada, pero finalmente gané yo.

—Pues antes de subiros que me descargue a mi primero, —dijo papá.

—Sin problemas, aunque debería decirte que no por haberte resistido tanto a perder.

—Sí claro, que listo, —dijo papá riendo al tiempo que le hacia una señal a su hija para que se arrodillara en el suelo. Después, se sacó la polla y se la ofreció, pero antes de dejarla chupar se la estuvo pasando por la cara. Finalmente, se la metió en la boca y mi hermana se puso las manos a la espalda—. Muy despacio mi amor.

Marina, obediente, empezó a chuparla muy despacio. En ocasiones, intentaba metérsela toda, pero no podía. Me senté en una silla para verla de lateral. La imagen que ofrecía era maravillosa. Cómo era tan pequeñita, de rodillas no apoyaba el trasero en los talones y lo dejaba un poco elevado. Me arrodillé a su lado y con la mano empecé a recorrer su espalda, pasando por el trasero hasta los pies. Regrese a su vagina y la introduje un par de dedos al tiempo que con la palma de la mano la movía en plug que llevaba en el culo. Empezó a gemir y papá la sujeto la cabeza para que no se retirara y así, con su polla en la boca se corrió al tiempo que se la llenaba de esperma.

Se quedó tirada en el suelo mientras se recuperaba—. Nada de darla por el culo que eso hay que organizarlo a parte, —dijo papá señalándome con el dedo.

—¿Qué quieres perder otra vez?


      No fue así. En una partida muy disputada celebrada después del desayuno del día siguiente, papá me derrotó con todas las de la ley.

Cómo habíamos decidido grabarlo todo en video durante esa semana, me tocó estar de cámara viendo a través de la pantalla cómo papá se calzaba por el culo a mi hermana. El consuelo que me quedaba es que a continuación iría yo, pero me cabreaba suponer que papá se tomaría su tiempo: yo haría lo mismo.


Todo lo teníamos preparado. El evento tendría lugar en el dormitorio de papá después de comer y aunque ella come muy poco, la teníamos sin comer y para desayunar solo había tomado café solo: antes de empezar la queríamos vaciar cómo habíamos visto en pelis porno. Antes de comer, habíamos estado preparando las cámaras Web que papá había traído de la oficina. Colocamos una a cada lado de la cama, otra detrás y la última fija sobre la cama, colgada de la lámpara. Todas estaban conectadas a un ordenador portátil que colocamos en la cómoda. No eran 4K, eran Full HD y para lo que queríamos hacer era más que suficiente y además gratis. Yo utilizaría una cámara de mano que también estaba conectada al ordenador por bluetooth cómo las demás. En la cama pusimos una sabana negra: nos habíamos aficionado a ese color. Mi hermana retozaba sobre la cama cómo una modelo fotográfica mientras nosotros ajustábamos las cámaras. Nos costó trabajo no saltar sobre ella y follarla sin contemplaciones.

Cuándo papá y yo terminamos de comer, preparamos a Marina. En el baño la quitamos el plug que llevaba en el culo, la aplicamos un laxante liquido y la volvimos a colocar el plug. Al rato se empezó a quejar, pero la obligamos a aguantar casi media hora más. Pasado ese tiempo, la quitamos el tapón y descargó: nos sorprendió todo lo que salió de un cuerpecito más pequeño. Estuvo sentada en el retrete un tiempo para que todo saliera y después se metió en la ducha.

Marina salió por la puerta del baño y sin más se subió a la cama. La blancura de su cuerpo resaltaba en la negrura de la sabana.

Papá la quería inmóvil y por eso la dio la vuelta, la cruzo los brazos por detrás, paralelos y los sujetó con cinta de embalar. A continuación, la ató una cuerda a cada brazo y la dio la vuelta. Marina permanecía con los ojos cerrados, saboreando el momento. La flexionó la piernas sujetándolas con las cuerdas de lo brazos dejándola totalmente expuesta con el plug reinando esplendoroso. Su maravillosa vagina se mostraba abierta, tentadora, pero no iba a ser el plato principal. Mientras yo recorría su cuerpo con la cámara, papá cogió el tubo de lubricante y con mucha parsimonia se empezó a untar la polla: creo que no va a haber preliminares. Papá tenía la polla que podía reventar en cualquier momento y mientras seguía extendiendo el lubricante con la izquierda, con la derecha empezó a lubricarla a ella que inmediatamente reaccionó gimiendo de placer. Con un par de dedos introdujo el lubricante dentro de su ano en una operación que repitió varias veces. Marina estaba cómo loca. Seguramente el estar inmovilizada acrecentaba su placer porque la veía forcejear mientras con la cámara captaba el primer plano de su precioso rostro con la boca entreabierta, mostrando sus blancas paletitas y exhalando gemidos.

Papá colocó la punta de la polla en la entrada del conducto anal y empezó a presionar con suavidad. Cuándo el glande pasó salvando la estrechez de la entrada, mi hermana profirió una especie de grito, pero no sabría decir si de dolor, de placer o seguramente de las dos cosas. Papá siguió insistiendo y poco a poco su gruesa polla fue entrando y cuándo ya tuvo la mitad metida, se inclinó y pasando los brazos por debajo de ella la abrazó. Encogió un poco el cuerpo para poder morrearla mientras empezaba a apretarla.

Había gravado toda la escena de la penetración desde arriba y ahora me había situado detrás y la polla de papá entrando en el ano de mi hermana ocupaba todo el plano. La deje fija y ajuste una de las cámaras laterales para que enfocara directamente la cara de Marina que a pesar de los morreos de mi padre no dejaba de chillar encadenando orgasmos continuamente. La estaba follando con mucha calma y mi hermana estaba cómo loca. Finalmente, papá empezó a gruñir y se corrió mientras la metía toda la polla con sacudidas eléctricas. Después, durante unos minutos la estuvo besando mientras Marina se había quedado cómo en trance y pequeños espasmos sacudían su cuerpo.

Finalmente, papá se separó de ella y se sentó en el sillón que hacia las veces de descalzadota mientras yo le daba un vaso de whisky.

—¿La dejamos descansar unos minutos? —preguntó papá.

—Sí, mejor. Tomate el whisky tranquilo, —respondí mientras desataba las piernas de Marina: tenía pensado follarla en otra postura. Para que no se “enfriara”, la introduje en la vagina un huevo vibrador de silicona que podía controlar desde el teléfono móvil. Lo puse al máximo y la reacción de mi hermana fue instantánea empezando a mover las piernas buscando un aumento del placer que estaba recibiendo.

Me serví un chupito de whisky que bebí de un trago y le hice una indicación a papá que asintiendo se levantó del sillón y cogió la cámara.

Coloqué a Marina bocabajo en el centro de la cama y la separé las piernas. La cogí por las caderas e hice que levantara el trasero para poder lubricarlo mejor. Me unté la polla y a continuación, cómo papá, moje los dedos en lubricante y se los metí en el ano. Estaba muy dilatado: los plug y sobre todo papá, ya habían hecho el trabajo. Durante unos instantes estuve metiendo y sacando los dedos y Marina reaccionó gimiendo de placer. Me sujeté la polla y coloque el glande en la entrada y presioné enérgicamente hasta que noté que pasaba. Mi hermano profirió una ligera ¿queja? No lo aseguraría. Antes de introducirla en su totalidad, la incorporé hasta que sus brazos cruzados y su espalda estuvieron en contacto con mi pecho. Sitúe mis manos sobre sus casi inexistentes tetas y empecé a presionar hasta que noté el contacto de su trasero. Empecé a culearla lentamente, igual que mi padre con mucha parsimonia, mientras ella seguía gritando de placer. Papá colocó la cámara trasera justo debajo de nosotros y se subió a la cama para sacar un primer plano del maravilloso rostro de su hija. Bajé la mano izquierda hasta su vagina y empecé a pellizcarla el clítoris que lo tenía muy inflamado. Cuándo la ocurre, sobresale un poco del capuchón. La reacción de mi hermana fue instantánea y alcanzó un orgasmo tremendo.

—¡Abre los ojos y mira a la cámara! —la ordené gritando y me obedeció instantáneamente. Papá pudo grabar ese orgasmo y cómo los ojos casi se la ponían en blanco.

—Maravillosa, maravillosa, —no hacia más que repetir papa. Como si estuviera gravando a una actriz profesional y no a una cría de quince años.

Seguí apretándola lentamente hasta que finalmente, agarrándola otra vez el clítoris me corrí mientras Marina chillaba con otro orgasmo. Sentía perfectamente cómo su ano abrazaba y apretaba mi polla y cómo se contraía con el orgasmo. Permanecí unos minutos con mi flácida polla en su interior mientras la besuqueaba el cuello y girándola el cuello, la boca.

—Espera, que quiero grabar cómo se la sacas, —me dijo papá saltando de la cama y colocándose junto a nosotros. La incliné hacia delante hasta que su rostro tocó la cama y entonces la extraje lentamente. Papá siguió con un primer plano del ano y la vagina de Marina—. Marina, échalo fuera.

Le obedeció y un líquido blanco empezó a salir de su ano. Fue retirándose hacia atrás y entonces la empuje con el pie para que se tumbara totalmente en la cama. Sin soltar la cámara, rodeó la cama y subiéndose a la cama de rodillas, agarró a su hija por el pelo y la obligó a abrir la boca y chuparle la polla mientras la seguía grabando. Cuándo se fue a correr, se la sacó de la boca y la llenó la cara con su esperma, aunque no fue muy abundante por razones obvias. La dejó tumbarse bocarriba y estuvo recorriendo con la cámara todo su cuerpo empezando por su sucio rostro y bajando lentamente, primero hasta su zona vaginal, yo la había separado las piernas para facilitar la imagen, y luego terminando en sus pies.

Así dimos por concluida la grabación.

Mientras preparaba dos vasos de whisky, papa limpió la cara de su hija y la desató los brazos. Después, nos sentamos en la cama con la espalda apoyada en el cabecero con Marina a nuestros pies.

—¿Has visto la hora que es? —dijo papá enseñándome el reloj.

—¿Las ocho? ¡Joder! Se me ha pasado la tarde volando.

—Y a mi, —dijo papá atrayendo a su hija y colocándola entre los dos. La cogí la mano y empecé besársela—. ¿Tenéis hambre? —los dos asentimos—. ¿Qué quiere cenar mi nena preciosa?

—Marisco.

—Pues marisco, —y mirándome añadió riendo—: esta ha visto la caja de langostinos.

—Eso parece, —respondí rodeándola con el brazo el cuello y achuchándola mientras mi hermana chillaba riendo.

—Los cocidos están todavía congelados, pero los frescos si los podemos hacer a la plancha.

—Pues no se hable más, —dije levantándome. Me puse los pantalones de chándal y una camiseta y bajé a la cocina. Papá me siguió después de vestirse mientras Marina se metía en la ducha.

—Podríamos hacer también la pata de pulpo que hemos traído al vacío: la podemos hacer también a la plancha, —dijo papá.

—Y abrimos el salmón ahumado que me apetece, —añadí.

—Perfecto, ¿un vino verdejo? —asentí y papá bajó al sótano dónde teníamos el botellero—. Se nos ha olvidado conectar la calefacción del sótano y hace un frío de cojones y una humedad de la hostia, —dijo papá cuándo subió con la botella y la metía en el congelador.

—Es verdad ¡joder! ¿cómo lo ves?

—Que seria mejor no utilizarlo en un par de días: principalmente por la humedad.

—Vale, pero eso hay que solucionarlo porque un finde no podemos esperar tanto tiempo.

—Sí, está claro: podemos aislar la zona de juegos del resto del sótano con un tabique.

—De acuerdo, pero si viene un albañil y ve lo que hay abajo…

—Lo hacemos nosotros, —y ante la cara de perplejidad que puse añadió riendo—: que si hombre, que no se trata de construir una casa. Cuándo era joven, mientras estudiaba la carrera, estuve trabajando en la construcción. En Los Molinos hay un almacén y si están abiertas las carreteras, enganchamos el remolque y en un par de viajes lo traemos todo.

—La verdad es que hay que utilizar lo de ahí abajo porque Marina ha estado chillando a todo pulmón: menos mal que con el temporal no creo que hubiera nadie escuchando.

—Ya me di cuenta. Entonces que ¿lo hacemos? —asentí con la cabeza—: Genial.

Terminamos de preparar la cena y cuándo Marina bajó cenamos. Después estuvimos charlando sobre los preparativos de albañilería y nos fuimos a la cama los tres juntos. Estuvimos jugando con ella un par de horas hasta que finalmente nos quedamos dormidos.


 

No fueron dos viajes, fueron cuatro, pero finalmente lo llevamos todo a casa, incluida la puerta. Esa misma tarde papá se puso a trabajar mientras mi hermana y yo bajábamos los materiales al garaje para evitar que se mojaran con la nevada.

Al final de la tarde papá ya había subido casi un metro el muro con unos ladrillos muy grandes que yo no había visto en mi vida.

Al día siguiente, cuándo abrí los ojos, mi padre no estaba en la cama, solo mi hermana. Miré la hora del móvil y vi que eran las nueve y cuarto. Después de terminar de despertarme, aproveché mi erección matinal y atrayendo a mi Marina la coloqué sobre mí y la penetré. Abrió los ojos y me miró unos segundos con sus preciosos ojos y cerrándolos empezó a mover la cadera. No hice nada: todo lo hizo ella. Empezó a jadear, a gemir y al poco tiempo llegó al orgasmo un poco antes que yo.

—¿A qué hora se ha levantado papá? —la pregunté mientras se recuperaba mientras la mantenía penetrada. Giró la cabeza hacia el otro lado de la cama y al ver que no estaba se encogió de hombros, se bajó de mí y se metió en el baño. Yo también lo hice y nos duchamos antes de bajar a la cocina.

Papá no estaba, pero por la escalera del sótano le oíamos trabajar. Bajamos y nos quedamos sorprendidos cuándo vimos que el muro estaba caso terminado.

—¡Ahí va! Ya casi está terminado papi, —dijo mi hermana abrazándole.

—No mi amor, —la respondió achuchándola—. Hay que poner el aislante y levantar otro paño, pero eso irá más rápido.

—¿Has desayunado?

—Sí, me he tomado un café hace un rato. He pensado que si ha dejado de nevar podríamos encender la barbacoa para comer, —dijo papá.

—Ahora mismo no nieva, —dije mirando la aplicación del móvil—. Parece que lo peor ya ha pasado. Mañana ya dan sol, pero a cero grados.

—Podríamos aprovechar y dar un paseo por la mañana, por arriba, —propuso papá.

—Sí, sí, por Cotos, —dijo mi hermana entusiasmada.

—Pues ya está: por Cotos, —dijo papá—. Así dejamos que todo esto se seque y el viernes lo estrenamos, —y mirándome preguntó—: ¿te parece bien?

—Perfecto, —respondí—. Pero el viernes desde primera hora: tengo unas ganas terribles de empezar.

—Y yo, —dijo mi hermana, y haciéndose la chula añadió—: espero que los dos deis la talla.

—¡Será posible la niñata!

—Pues vete preparando que ese día te vas a cagas, por lista.


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