domingo, 30 de julio de 2017

Entrega total (capitulo 4)



Habían pasado varios días con un par de fines de semana de por medio y Marta estaba totalmente restablecida, a excepción de algún hematoma superficial en el trasero de reciente formación. Todo el papeleo estaba tramitado y oficialmente trabajaba para Paco en las labores domesticas de su casa. También había ido a la clínica que le había indicado el amo para que la administraran un anticonceptivo.
Cómo él mismo se había prometido, Paco controlaba sus impulsos violentos y, aunque la seguía maltratando, no era ni por asomo cómo los primeros días. Ajena a las comeduras de coco de Paco, Marta vivía feliz cómo una lombriz. Aunque lloraba y se quejaba con los castigos cada vez más extremos, los aceptaba gustosa y cuánto más duros y despiadados eran, mucho mejor: más disfrutaba. Con él estaba alcanzando un nivel de placer totalmente desconocido para ella.
—Amo, ¿puedo leer libros? —preguntó un día.
—Cuándo yo no este en casa, y mientras cumplas el contrato que firmaste, puedes
hacer lo que quieras.
—Gracias amo. Había pensado que mientras tomo el sol puedo leer: antes lo hacia mucho.
—Me parece bien. Ya me fije que tenias muchos libros en la otra casa. Pásalos todos aquí y colócalos en esas estanterías, —dijo señalando una zona repleta de figuras—. Toda esa mierda quítala, mételo en una caja y bájalo al trastero.
—Cómo mandes amo.
—Y si quieres comprar más, puedes hacerlo cómo si fuera un gasto doméstico.
—Gracias amo.
—Vete a la cama y espérame, —Paco se había dado cuenta de que de vez en cuando, le gustaba tumbarse en la cama con ella y meterla mano con mucha tranquilidad, manosearla a conciencia, al tiempo que la besaba sin descanso. Sabía que ella no disfrutaba igual, pero eso le daba igual, porque lo importante es que él lo pasara bien: Marta estaba para su uso y disfrute única y exclusivamente.
      Se preparó una copa de whisky y con el de la mano entró en el dormitorio. Marta estaba sobre la cama, de rodillas sentada sobre los talones y miraba fijamente a su amo como una culebra a la flauta del faquir. Paco se puso en el borde de la cama y rápidamente su esclava se aproximó y agarrando la polla con una mano empezó a chupar mientras Paco daba pequeños del vaso. Le gustaba verla reflejada en los espejos del armario con ese culo cada vez más perfecto, mientras le comía la polla: la imagen le ponía a cien.
    
Tomó un sorbo y agarrando por el pelo a Marta la beso trasvasándola el whisky. Lo tragó, y como reacción los pezones se le pusieron como canicas mientras ponía cara rara. Paco soltó una carcajada y la abrazó mientras la morreaba y se tumbaba con ella en la cama. La pasó el brazo por debajo del cuello y con la mano libre empezó a acariciar suavemente el torso de Marta. Paco estaba encantado con el aspecto de su sumisa. Empezaba a estar morena, la depilación láser la mantenía sin un pelo y sobre todo, aunque todavía no estaba en el peso estipulado en el contrato, ya casi estaba por los cincuenta kilos.
      Con sumo placer deslizaba la mano por sus tetas. Los pezones, que se mantenían duros, rebotaban entre sus dedos. Con la misma parsimonia bajo la mano hasta sus genitales y lo acaricio estimulando el clítoris con la palma de la mano. Todo mi despacio. Su boca buscó los pezones de Marta y los estuvo chupando mientras la olfateaba: que bien huele. Después de un rato largó de besos y caricias, se puso sobre ella y la penetró. La folló muy despacio, con un ritmo exasperantemente lento para ella. Sabía que Marta no disfrutaba igual y que sin violencia sus orgasmos eran más “normalitos”, pero eso a él le daba igual: como ya he dicho, ella estaba allí para satisfacerle.
Aún así, sin lugar a dudas Marta disfrutaba. Instintivamente, pese al ritmo lento ella movía la pelvis como una poseída. Llegaba al orgasmo, si, pero cómo ya he dicho, nada que ver con los que le provocaba su adorado amo cuando empleaba con ella extrema violencia.


Desde la primera semana de relación amo-esclava, esta llevaba un plug en el culo. Se lo había ido cambiando de tamaño para que fuera dilatando, y a la segunda semana el ano de Marta ya estaba preparado para ser penetrado por la poderosa polla de Paco. Cómo todavía estaba descubriendo las reacciones de su esclava, decidió inmovilizarla sobre la cama: no quería contratiempos. La ató con las manos a los lados de la cama y las piernas muy abiertas y flexionadas hacia arriba, con las cuerdas a la altura de las rodillas que tiraban de ellas hacia los lados. El chocho de Marta, espléndido, espectacular, quedaba totalmente expuesto y al alcance de su amo Paco. Estuvo estimulando el clítoris con un vibrador al tiempo que la azotaba las tetas con un látigo. En ocasiones paraba y recorría tu torso con las manos, la pellizcaba los pezones, el
     —Buena chica, —dijo acariciándola la mejilla al tiempo que ella le besaba la palma de la mano.
     La acababan de dar por el culo, y Marta era extremadamente feliz. Se sentía perfectamente realizada siendo usada por Paco a su antojo, un perfecto desconocido un par de semanas antes. Es lo que siempre había deseado: un hombre que la condujera y la guiase, y que la castigase y la maltratase, y que la follase sin piedad.
clítoris, la metía la polla en la boca, los dedos en el culo y volvía a empezar. Así la forzó varios orgasmos y fue cuando decidió empezar a comerla el chocho. No sabría decir cuánto tiempo estuvo saboreándolo, pero fue mucho, y Marta siguió corriéndose como una perra. Finalmente, con su sumisa totalmente agotada por los orgasmos, Paco se situó entre sus piernas mientras se untaba parsimoniosamente lubricante en la polla, que para entonces y ante la certeza cierta de lo que iba a pasar, estaba a punto de reventar. También la lubricó a ella y colocando la punta en el ya no tan estrecho ano de Marta se tumbó sobre ella: quería ver su reacción cuando su gruesa verga se abriera paso por el interior de sus entrañas. A un primer gesto de dolor, su rostro cambió e incluso los ojos se la pusieron en blanco de placer. Empezó a culearla y los gritos y gemidos de Marta se propagaron por toda la casa. Paco bajo la intensidad y empezó a saborear el momento: con calma, con tranquilidad. Notaba nítidamente la estrechez de ano de Marta abrazando su polla y cómo esta, entraba y salía sin dificultad gracias al lubricante. Finalmente, se corrió en su interior y cuando salió de ella, contempló extasiado como un reguero de semen salía de su ano forzado hasta el límite.

      Después de cuatro semanas, Paco estaba aprendiendo sobre la marcha y se había convertido en un tío sistemático, pero cómo ya he dicho, cuidadoso. Ya no la había vuelto a marcar la cara, ni ninguna zona visible del cuerpo. Aunque seguía dándola bofetadas, se había dado cuenta de que a ella la gustaban mucho, no se ensañaba: se controlaba. Seguía con los azotes en el trasero porque a pesar de que siempre se la ponía muy rojo, nunca se le amorataba, salvo algún que otro cardenal. Con el látigo y la vara se cortaba más porque con ellos si la dejaba marcas, y eso le impedía poder sacarla a exhibirla ligera de ropa: le gustaba salir a pasear, vestirla previamente con un atuendo apropiado y que la gente volviera la cabeza para admirarla. Y es que en estás casi cuatro semanas Marta casi se había convertido en un pibón. Ya casi estaba en el peso estipulado en el contrato, entre 45 y 47 kilos, igual que el tono de su piel, que aunque todavía no estaba como un tizón, iba camino de ello.
     La primera noche que la sacó, la puso una minifalda muy corta y un top también muy corto. Para los pies eligió unas sandalias con diez centímetros de tacón. Bajo la falda la puso un tanga muy escueto, y desechó el sujetador. Todo de reciente adquisición. Todavía estaban a mediados de mayo y para que no cogiera frío la puso una rebequita de lana muy fina.
      Fueron a cenar a un restaurante de moda que frecuentaban compañeros de trabajo y clientes. Marta causó sensación. Su amo la había ordenado que fuera abierta y simpática con la gente, y lo hizo. Después fueron todos juntos a una discoteca y siguió triunfando. Cuando la preguntaban por el tipo de relación que tenían Paco y ella, respondía que era su novia, como la había ordenado su señor.

Desde qué la dio por el culo, Marta se había aficionado a tener algo metido en él. Indudablemente, cuando más disfrutaba es cuando la gruesa y poderosa polla de su amo se abría paso por el interior del ano expandiéndolo dolorosamente. Esa era la cuestión: el dolor, y la certeza de que estaba proporcionando placer a su amo. El ser usada por él.
      Los fines de semana, cuando salían como una pareja normal y corriente por el centro de Madrid, para cenar, tomar una copa o bailar en algún garito de moda, Marta, por deseo de su amo, salía ligera de ropa y con un bonito plug metido en el culo. A él le gustaba pasar la mano por el trasero de Marta y notar su presencia. Incluso en ocasiona lo movía con el dedo y a ella se le aflojaban las piernas. Los primeros días pasaba una vergüenza terrible, pero luego se habituó y además ella misma ponía de su parte exhibiéndose, moderadamente, como una puta. Lo de moderado es porque en ocasiona se encontraban con conocidos y no era cuestión de causar mala impresión.
Esos fines de semana en que Paco estaba en casa, fregaba el suelo de rodillas, como lo hacían nuestras madres antes de la aparición de la fregona. Entonces, el amo siempre la ponía un plug con un penacho de pelo a imitación de la cola de un perro. Mientras fregaba, Marta meneaba el trasero haciendo agitarse al penacho. Paco se situaba detrás y desde allí admiraba el chocho de Marta que aparecía y desaparecía escurridizo con el vaivén de la cola. La primera vez que la vio así, sin más historias de la metió hasta el fondo y la folló salvajemente. Había algo en la escena que le atraía enormemente. Descubrió que aunque su esclava le atraía de forma general, los pies de su sumisa lo hacían en particular. Arrodillado detrás de su precioso culo, cogió los pies y empezó a masturbarse con ellos: pasaba la polla por el hueco que forman los arcos de las plantas a modo de vagina, pasaba el glande por los dedos. Finalmente, se corrió llenándola los pies de esperma.
Cuando terminaba de fregar no la permitía incorporarse. La ponía un collar de cuero y con la cadena de la mano la paseaba por el interior de la casa y salían a la terraza recorriéndola varias veces. En ocasiones, la hacia parar y de rodillas se incorporaba imitando a un perro y sacando la lengua. La ofrecía la polla y Marta se la engullía. Repetían la operación varias veces hasta que terminaba corriéndose. A continuación, se sentaba en el sillón con Marta acurrucada a sus pies después de servirle una copa.
Su vida se había convertido en una rutina de dolor y placer, y Marta estaba a punto de ser la sumisa perfecta, pero todavía la quedaba mucho dolor que soportar: el entrenamiento no había concluido. Todavía tenían que ir a la casa del campo dónde Paco llevaba tiempo preparando el espacio dónde Marta iba a chillar cómo nunca lo había hecho.

sábado, 1 de julio de 2017

Entrega total (capitulo 3)



El día había sido intenso para Marta. Paco, antes de salir para trabajar la folló como Dios manda, y a los pocos minutos de que su amo se fuera, salió hacia su trabajo para despedirse. Recogió las cosas de su mesa y se fue a la gestaría a llevar algunos papeles aunque los importantes no se los darían hasta dos días después.
      A continuación, se fue a la compra con una lista de cosas que Paco la dio antes de salir, y regresó cargada como una mula a casa. Rápidamente se puso con la limpieza y se aplicó tanto que se la olvido hasta comer: lo soluciono comiéndose un par de manzanas.

       —¿Qué tal el día amo? —preguntó con cordialidad después de besarle.
       —Pues bien y mal, y tú eres la culpable.
       —Lo siento amo.
       —No te preocupes: luego hablamos. Ayúdame a ducharme.
       —Si amo.
       Entraron en el dormitorio y Marta se arrodilló para quitarle los zapatos y los
       —Prepárame un whisky, —dijo sentándose en el sillón. Cuando se lo llevó, la cogió de la mano, la sentó en su regazo y se puso a morrearla—. He estado toda la puta mañana pensando en tus labios, tanto, que incluso he estado a punto de cometer un error en una operación, pero…        —Lo siento amo.
       —… por fortuna me he dado cuenta a tiempo. Sólo pensaba en como me iba a comer tus labios y como te iba a meter la polla en la boca, como me la chupabas y cómo la llenaba de semen, —Marta sintió una punzada de placer en el clítoris. Paco empezó a morrearla con mucha pasión y estuvo así mucho tiempo. Metió la mano entre las piernas de Marta y la apretó el chocho provocando un gemido mientras apretaba la mano con los muslos. La agarró por el pelo y tiró de la cabeza hacia atrás con fuerza para que dejara el cuello totalmente accesible. La estuvo besando ahí hasta que se hartó mientras seguía estimulándola con la mano. Llegó al orgasmo y observó en primer plano la expresión de su rostro al correrse: cómo los ojos casi se le ponían en blanco.

pantalones. Después entró con el en la ducha y estuvo enjabonándole. Cuando terminaron, salieron al salón.
Un poco antes de la hora prevista para que llegará su amo, se duchó y espero expectante su llegada. Cuando oyó la llave en la cerradura su corazón le dio un salto. Rápidamente salió a su encuentro feliz y con una sonrisa de oreja a oreja. Le echó los brazos al cuello y le ofreció sus labios que fueron aceptados inmediatamente.
Todavía no se había recuperado, cuándo la hizo ponerse bocabajo sobre sus piernas y empezó a azotarla el trasero mientras la mantenía asida por el pelo. Lo hizo fuerte, con saña, buscando premeditadamente causarla el mayor dolor posible. Con los primeros azotes no chilló, pero según se iban sucediendo los azotes, empezó a quejarse cada vez más fuerte al tiempo que el trasero empezaba a alcanzar un atrayente tomo rojizo. Sin aviso alguno, dejó de azotarla el trasero y la metió un par de dedos en el culo. Marta arqueó la espalda y Paco empezó a mover los dedos con mucha velocidad. Las quejas de dolor dieron paso a los gemidos característicos de alguien que esta disfrutando. Paco notó la estrechez del ano de Marta y llegó a la conclusión definitiva de que tenía entre manos a una virgen anal, algo de lo que ya estaba seguro: solo faltaba la confirmación.
—¿Te han follado alguna vez por el culo? —preguntó de todas maneras mientras seguía con los dedos trabajando su ano, pero no contestó, solo gemía de placer—. ¡Contesta zorra!
      —No amo, —respondió finalmente con voz entrecortada.
—«Eso hay que solucionarlo» —pensó, pero decidió que ahora no era el momento: no quería hacérselo a lo bestia por si la producía un desgarro y entonces estaría mucho tiempo sin poder darla por el culo. Además, tenía un par de orificios más por dónde poder darla—. «La iré dilatando un poco».
Tiró más fuerte del pelo mientras seguía estimulando su ano. Sacaba los dedos y la azotaba el culo diez, quince veces y se los volvía a introducir. Después, cambio de técnica: la metió el pulgar en el culo mientras que con la palma de la mano la estimulaba el chocho. Cuando empezó a chillar con el orgasmo, la soltó el pelo y volvió a azotarla el trasero mientras seguía estimulándola. Tuvo incluso algún espasmo por la intensidad. La dejó caer al suelo con cierta brusquedad y se quedó tirada, exhausta, con la respiración agitada y empapada de sudor mientras el corazón la saltaba en el pecho. Después de unos minutos, lentamente se abrazó a los pies de Paco para demostrarle su sumisión y su agradecimiento por convertirla en un objeto. Era extremadamente feliz. Le miró con una sonrisa y lo primero que vio fue su enorme polla que aparecía que media el doble de dura que estaba. Se incorporó quedando de rodillas ante el falo, mirándolo con la devoción de quien mira una imagen sagrada.
      —¿Puedo chupar amo?
      —Puedes y debes, pero primero quiero que me chupes el ano: que metas la lengua
en el culo, —sin pensarlo lo más mínimo, cuando Paco levantó las piernas para facilitarla la labor, Marta separó las nalgas con las manos y se puso a cumplir con la misión encomendada mientras su amo se acariciaba la polla. Después de un rato largó, la cogió por el pelo y condujo su boca a la punta de la polla. Haciendo fuerza hacia abajo la obligo a engullirla entera: hasta la raíz. La provocó arcadas y asfixia, pero la mantuvo en esa posición mientras Marta intentaba zafarse. Sacó la polla de su boca y la dio media docena de bofetadas para volver a metérsela otra vez. Repitió la operación hasta que finalmente, la puso la polla a escasos centímetros de su cara y la regó de semen mientras la sujetaba por el pelo. Después, con el dedo estuvo llevando toda la corrida hacia la boca hasta que no quedo el más mínimo rastro.
Cuando todo pasó, a una indicación de su amo se acurrucó en su regazo. Paco descubrió que le gustaba tenerla así y sobetearla despacio, con tranquilidad, sin prisas. Se sentía poderoso, mucho más de lo que habitualmente se sentía en el trabajo donde era dueño y señor de su departamento: uno de los más importantes de la multinacional. Ahora era dueño y señor de un ser humano y le encantaba. La cogió por el pelo y tiro de él mientras la morreaba.  Sintió el impulso de pegarla otra vez y lo hizo: la colocó para poder hacerlo mejor y empezó a abofetearla. Al rato, la puso a horcajadas sobre su polla y después de metérsela siguió pegándola mientras Marta culeaba desaforada gimiendo y chillando a partes iguales. Después, empezó a darla azotes en su muy enrojecido trasero y a retorcerla los pezones. Instintivamente intentaba protegerse con las manos, y para
Estaban descansando cuando sonó el portero automático. La desató las manos y la ordenó que contestase. Oyó como hablaba con quien fuera, y como pulsaba la apertura.
      —Es un paquete amo, —dijo asomándose al salón.
      —Si, estoy esperando uno, recíbelo, —respondió. Marta se puso una camise
Marta le obedeció, se quitó la camiseta y empezó a abrir el paquete. En su interior estaba todo lo que Paco había comprado online. Lo fue sacando todo dejándolo en el suelo. Paco cogió la caja de los plug y extrajo el más pequeño, se levantó y después de chuparlo lo introdujo en el ano de Marta y la ordeño que no se quitara hasta nueva orden. Después, abrió el kit de sado y se entretuvo en ponerla las muñequeras y las tobilleras. Las unió entre sí, las manos por la espalda, y al
ponerla el antifaz se percató de que Marta presentaba una evidente inflamación en la mejilla izquierda. Se lo tocó con el dedo y vio que quedaba la efímera marca blanca en su piel,
      —¿Te duele?
      —Si amo.
      —Pues te aguantas, —y la colocó la máscara que sólo dejaba al aire la boca. Se sintió inmediatamente atraído por ella. Considero que era una visión casi perfecta: sus labios remarcado por el cuero negro que los rodeaba. Empezó a morrearla mientras la retorcía los pezones y término poniéndose de pies y después de que Marta se arrodillará la metió la polla en la boca sin miramientos: hasta el fondo. La folló con violencia, durante mucho tiempo, intentando correrse, pero no lo consiguió. Frustrado, la empujo al suelo y cogiendo el látigo que venía con el kit de sado, empezó a golpearla con saña. Marta se retorcía de dolor y chillaba mucho, y decidió amordazarla. Después, siguió pegándola sin importarle donde caía el golpe ya que su esclava se retorcía de dolor. Siguió hasta que el látigo se rompió soltando sus tiras. Entonces se tranquilizó y se dio cuenta de que se le había ido la pinza. Marta lloraba en el suelo, y Paco la empujó con el pie para que se quedara primero bocarriba y luego bocabajo. La inspeccionó desde la altura y vio que las marcas no eran muy pronunciadas aunque si estaba todo muy enrojecido: tendría que solucionar ese aspecto. Además, el látigo se había roto y habría que sustituirlo. Se arrodilló junto a ella y la metió la mano en la entrepierna agarrándola el chocho. Instantáneamente, empezó a gemir y las lágrimas dieron paso a los jadeos y un par de minutos después al orgasmo.
ta grande y abrió la puerta. Un par de minutos después regresó con un paquete—. Déjalo en el suelo y ábrelo.
evitarlo, la ató las manos a la espalda. Durante un par de horas estuvo cambiando de posición sin cesar de pegarla: cuánto más lo hacia más disfrutaban los dos: amo y esclava. Cuando fue a correrse, la descabalgó, la puso de rodillas y la metió la polla en la boca. Marta se lo tragó todo con glotonería como la había ordenado el amo.


Cuándo la despertó de madrugada para follarla y para que le ayudara a vestirse, vio algo que no le gusto. En el exterior aun era de noche, pero a la luz artificial del dormitorio era evidente. La inflamación de la mejilla de Marta había dado paso a un hematoma en el ojo izquierdo: lo tenía morado.
—¡Joder! Tienes un ojo morado zorra, —la espetó cómo si Marta tuviera la culpa—. Quería exhibirte este fin de semana y así no puedo sacarte por la calle.
—Lo siento amo.
—Lo sientes, lo sientes, cómo si eso lo solucionara puta zorra, —Paco sabía que la tarde anterior se había pasado, pero le daba igual: tenía a Marta con él para pisotearla.
La puso a cuatro patas y la penetró sin miramientos. Empezó a apretarla con furia al tiempo que metía y sacaba el plug que Marta tenía en el culo desde la tarde anterior. Mientras la follaba, vio que los latigazos del día anterior había dejado rastro en la blanca piel de su esclava. Eso, y el moratón del ojo trastocaba sus planes: estaba muy cabreado. Cuándo se fue a correr, se salio y girándola la metió la polla en la boca para que se lo tragara todo.
—¿Te acuerdas del contrato que firmaste puta zorra? —la gritó cuándo Marta termino de limpiarle la polla con la boca.
—Si amo, —respondió atemorizada.
—Hay puntos que no has cumplido, cómo lo de tomar el sol y hacer ejercicio en los aparatos que…
—No he tenido tiempo amo.
—…hay en la terraza, —la pegó una bofetada tan fuerte que Marta se calló de la cama. Incluso Paco se asustó un poco, pero no lo demostró—. ¡No me repliques puta!
La agarró por el pelo y mientras Marta se agarraba con las dos manos a la muñeca de su amo, la llevó arrastras hasta la azotea dónde en un espacio acristalado había una cinta de correr, una multiestación de musculación y alguna cosa más.
—Cuándo recojas los papeles de tu trabajo y los lleves a la gestaría, ya no tienes más excusas: sin falta dos horas aquí, y una hora tomando el sol. ¿Lo has entendido? —dijo sin soltarla el pelo.
—Si amo.
—¡Perfecto! Cuándo estés morena cómo un tizón se te notaran menos los
hematomas. En el botiquín que hay en el baño hay thrombocid: aplícatelo varias veces al día, —se puso a escupirla en la cara hasta que se quedó sin saliva—. Estoy muy decepcionado contigo. Tenía pensado vestirte cómo la puta zorra que eres y sacarte de paseo para exhibirte, pero con un ojo negro no lo puedo hacer: lo dejaremos para el siguiente fin de semana. Además, he hablado con un conocido que tienen una clínica para que te recete anticonceptivos: no quiero que te quedes preñada. Pero así no puedes ir allí.
Tirándola del pelo otra vez la metió arrastras en la casa y la llevó al dormitorio. Sin soltarla la puso bocabajo y con la correa del pantalón empezó a azotarla el trasero. Mientras la golpeaba, la polla se volvió a poner dura y se cabreó aun más porque ya se le hacia tarde y no podía metérsela otra vez.
La dejó tirada en el suelo, se duchó y después de vestirse salio hacia el trabajo dejando a Marta dolorida y bañada en un mar de lágrimas.
Bajó al garaje de casa y se sentó en el coche: se paró unos minutos a reflexionar. Estaba sorprendido por el grado de despotismo que era capaz de generar. Sabía perfectamente que no era precisamente un santo, pero no imaginaba que pudiera generar tal cantidad de violencia contra una mujer indefensa, aunque esa mujer hubiera elegido no defenderse. Tenía perfectamente claro que Marta aceptaría cualquier tipo de castigo por muy duro y salvaje que fuera. Tenía que controlarse un poco, administrar el castigo y sobre todo, no marcarla las partes visibles. Investigaría por Internet para ver cómo se puede torturar a una mujer sin dejarla marcas. Tenía tiempo mientras Marta se recuperaba de los hematomas.