Abrí los ojos y la luz me hizo daño. Entraba cómo cuchillos
por las rendijas de la persiana, y eso solo podía ser porque era muy tarde. Me
estiré en la cama y por unos breves instantes pensé que todo había sido un
sueño, lo que tarde en descubrir el contrato encima de la mesilla. Entonces
reparé que estaba en el dormitorio de mi padre y los acontecimientos vividos la
noche anterior se me amontonaron de golpe en la mente. Sentí un calambre en la
vagina que hizo que la acariciara con la mano. Gracias a eso comprobé que
continuaba con el plug metido en el culo. Lo moví un poco con el dedo y note
una sensación agradable. «no, primero tengo que leer mi contrato cómo me ha
dicho papá» pensé. Extendí la otra mano, alcance el contrato y me puse a
leerlo. Era muy largo y enrevesado, y pasé directamente al anexo: pensé que
cómo mi padre lo había mencionado seria importante.
Obligaciones de inexcusable
cumplimiento de Anita:
1.º Obedecerás y servirás a tu
padre en todo momento.
2.º Siempre estarás disponible
para tu padre.
3.º Nunca mentiras a tu padre.
4.º Tienes la obligación de cuidar
tu aspecto físico:
- Siempre estarás entre los 45 Kg y
los 50 Kg de peso.
- Al menos tres veces a la semana
practicaras algún tipo de
deporte aeróbico bajo la
supervisión de tu padre.
5.º Tienes prohibido fumar.
6.º Tienes prohibido beber alcohol
sin permiso de tu padre.
7.º Tus estudios se anteponen a
tus obligaciones con tu padre. Todo tu tiempo libre se lo dedicaras a él.
8.º Estarás siempre perfectamente
depilada.
9.º En casa, siempre estarás
desnuda.
10.º Fuera de casa vestirás cómo
tú quieras, salvo cuándo acompañes a tu padre que lo harás cómo él te indique.
11.º Tu padre tiene el derecho de
exhibirte.
12.º No tendrás ningún tipo de
relación sexual con alguien distinto a tu padre, salvo que él indique lo
contrario. En ese caso obedecerás incondicionalmente.
13.º Siempre es tu obligación
atender los deseos sexuales de tu padre, sean de la índole que sean.
14.º En ningún caso la negativa es
una opción.
15.º Si incumples alguno de los
puntos anteriores, tú padre esta en su derecho de aplicarte el castigo que
considere necesario.
Lo leí dos veces y sin entender en ese momento por qué
termine muy excitada. Me tentó la idea de tocarme el chocho, pero no me atreví
sin su permiso. Me levanté de la cama, salí de la habitación con el contrato de
la mano, bajé al salón y lo encontré sentado en su sillón viendo un partido de
futbol por la tele.
—Por fin te levantas bella durmiente, —dijo papa tendiéndome
la mano para que me acercara.
—¿Qué hora es papá? —dije mientras me sentaba en sus
rodillas.
—Las cinco.
—¿Las cinco? Que tarde, ¿no?
—Sí que lo es, pero anoche te dormiste muy tarde.
—No sé. ¿Qué hora era?
—Casi las cinco.
—Aun así he dormido un montón… ¡doce horas!
—Estabas muy cansada… y además bebiste vino y anís.
—El anís no me gusta, pero el vino sí.
—Pues fíjate que pensaba que iba a ser al contrario.
—Es que es demasiado dulce.
—Bueno vale: nada de anís.
—Pero vino si, porfa.
—De acuerdo. ¿Vas
a ser buena y hacer todo lo que te diga?
—¡Jo papá! No seas pesado: ya te dije ayer que sí, —mi padre
se echó a reír mientras pasaba la mano por mi trasero y se ponía a juguetear
con el plug—. Además, he firmado este papel.
—¿Lo has leído? —afirmé con la cabeza—. Y ¿qué te parece?
—me encogí de hombros—. ¿No tienes ninguna duda?
—¿Esto lo firmó mamá?
—Sí, y el suyo era mucho más estricto.
—¿Por qué era más estricto?
—Porque cuándo la conocí era un poco una cabra loca. ¿Sabias
que tu mama pesaba 70 kilos? —negué con la cabeza sorprendida—. Pues sí, los pesaba.
Tenía 20 años e incluso se drogaba.
—¿Sí? Pero si ni siquiera bebía alcohol.
—Ya lo se.
—¿Y tu cuantos años tenias?
—14 más, ya lo sabes: tenía 34.
—Papá, tengo hambre, —dije después de una pausa.
—Cenaremos a las ocho.
—¡Jo!
—Ven bájate, —dijo y me puso de rodillas entre sus piernas.
Después se sacó la polla y me la ofreció. Sin pensarlo ni un instante me la
metí en la boca y comencé a chupar. Al cabo del rato, me incorporó y tumbó bocabajo
sobre sus rodillas. Comenzó a masajearme la vagina y cuándo vio que empezaba a
gemir, con la otra mano empezó a sacar y meter el plug de mi ano. A los pocos
minutos alcance un orgasmo tan fuerte que me dejó sin fuerzas mientras y casi
sin habla. Me bajó de las rodillas y me introdujo la polla en la boca. Al cabo
de unos minutos se corrió y me lo tragué todo sin desperdiciar una sola gota.
Después, me atrajo hacia el y comenzó a besarme. Su lengua recorría todos los
rincones de mi boca mientras yo, presa del deseo, intentaba atraparla. Mientras
me besaba, me mantenía contra su pecho en una posición incomoda y con la otra
mano metía y sacaba otra vez el plug. Mi respiración se fue haciendo más
intensa hasta que al poco tiempo me llegó otro y esta vez berreé cómo una puta
zorra.
Con suavidad me dejó caer al suelo y allí me quedé inerte.
Era muy feliz. Desde el suelo miraba a mi padre que a su vez me miraba
complacido y triunfante. A sus pies, totalmente entregada tenía a su más
preciada posesión. Movió un pie acercándolo a mi boca y sin pensarlo comencé a
chuparlo. Sentí placer. Ni mucho menos cómo las otras veces, pero lo sentí.
—Ven, vamos a bañarte, —dijo cogiéndome de la mano y
levantándose del sillón. Sumisa le seguí escaleras arriba y nos encaminamos al
baño. Me sacó el plug del culo, y me ordenó que me sentara en la taza del váter
y cagara. Sentí mucha vergüenza, pero le obedecí mientras lavaba el plug en el
lavabo.
Salió un momento y al poco regresó con algo que yo no había
visto nunca: un tuvo de aspecto metálico y con muchos agujeros en una punta. Vi
cómo desmontaba la ducha de teléfono y lo enroscaba en su lugar. Me indico que
me limpiara, me hizo arrodillarme y me introdujo la polla en la boca.
—Vamos a jugar a un juego nuevo, —dijo mientras bombeaba en
mi boca—. Te aseguro que te va a encantar: tu madre se volvía loca con esto.
Bueno, la verdad es que se volvía loca con muchas cosas, pero con esta una de
las que más. ¿Quieres jugar?
Que pregunta, pues claro que quería jugar. Desde hacia una
semana, iba descubriendo continuamente cosas de las que no tenía ni puta idea, y
cosas de las que no tenía ni puta idea que se pudieran hacer. Meneé
afirmativamente la cabeza mientras seguía chupando.
—Te he preguntado si quieres jugar: contéstame.
—Sí papá, quiero jugar, —respondí sacándome la polla de la
boca.
—Pues vamos a empezar, —me levantó y cogiéndome de la mano
entramos en la bañera. El agua caliente caía desde arriba y el vapor nos
envolvía. Me enjabonó concienzudamente y cuándo estuve bien limpia me hizo
arrodillarme. Nuevamente me la metió en la boca y durante un rato se la estuve
chupando, hasta que finalmente cerro el agua de la ducha de arriba y abrió la
de teléfono. Vi cómo empezaban a salir muchos chorritos de agua por la punta.
Yo permanecía de rodillas. Sin hacerme daño me agarró del pelo y me inclinó
hacia delante hasta que la cara tocó el suelo. Primero noté la calidez del agua
en mi chocho, y a continuación, cómo la cánula se abría paso por mi ano. Sentí
cómo el agua inundaba mis tripas y el vientre se abultaba. Al tiempo, mi padre imprimía
un movimiento de vaivén a la cánula que me hacia gozar. Sacó la cánula, me
incorporó y me mandó que vaciara el intestino. No hizo falta apretar mucho, un
maloliente chorro salio de mi culo mientras mi padre me masajeaba el vientre.
Me volvió a inclinar, volvió a introducir la cánula y volví a tener las mismas
sensaciones. Según repetíamos la operación, el agua salía más limpia y yo sentía
más placer hasta que, finalmente, mi padre me sujeto el chocho con la mano y
mientras me masajeaba vigorosamente siguió penetrándome con la cánula. Esta vez
no la sacó, siguió hinchándome mientras el aguan salía a presión por mi ano.
Finalmente, me corrí mientras volvía a chillar cómo una perra. Sin dejar que me
recuperara, me puso en cuclillas, me sacó la cánula y me metió la polla en la
boca.
—Vamos, échalo todo, —me ordenó. Agarrada a su piernas, y
mientras me follaba la boca, hice toda la fuera que pude para vaciar las
tripas, y cuándo se corrió, me lo tragué aunque no fue mucho: había pasado poco
tiempo con la vez anterior. Me incorporó y me abrazó con ternura—. Buena chica,
muy bien, buena chica, —repetía sin cesar mientras me acariciaba. Os puedo
asegurar que en esos momentos era la mujer más feliz del mundo.
Para cenar pedimos algo a un chino y papá me sirvió una copa
de vino. Me encanta la comida asiática y comer con palillos. Nuevamente cenamos
envueltos en muchas risas y confidencias.
—Papá, ¿cuándo me la vas a meter?
—Bueno, ya te la meto, ¿No? —respondió después de
atragantarse.
—No seas tonto, ya sabes a que me refiero.
—¿Por qué lo quieres saber, te preocupa?
—No sé. Es que es muy grande.
—Por eso no te preocupes cariño. Entrará y te gustará.
—¿Te la has medido alguna vez?
—Cuándo era joven… ¡ah! Y también tu madre: un par de veces.
—¿Mama te la media?
—Sí, ya te lo he dicho: un par de veces.
—¿Y cuánto te mide?
—¡Umm…! No me acuerdo, —le miré con desconfianza frunciendo
el ceño. Me levanté y fui al costurero a por la cinta métrica.
—Eres un graciosillo: lo que quieres es que te la mida.
—¿Yo? Que va.
Me arrodille entre sus piernas y me enfrente al pingajo en
que se había convertido su polla. Me la metí en la boca y comencé a succionar.
Desde el primer momento me gustó esa sensación, saborear esa textura blanda,
fofa, pero mucho más cuándo, después de insistir mucho, empezó a crecer en mi
boca e iba adquiriendo firmeza. Seguí insistiendo hasta que comprobé que estaba
tan dura que marcaba sus enormes venas. Cogí la cinta métrica y la medí.
—23 centímetros y medio.
—No jodas que se me está encogiendo: tu mama decía que 24.
—No seas tonto: solo es medio centímetro. ¿Y de gorda?
—volví a coger la cinta, pero no sabía cómo hacerlo.
—Para el diámetro necesitaras un calibre, —dijo papa riendo.
—¿Tenemos de eso?
—No, no tenemos. Mide la circunferencia: si no recuerdo mal,
15 cm equivalen a 5 de diámetro más o menos. Al menos eso decía tu madre. Pero
date prisa que se me está encogiendo, —volví a meterla en la boca y después de
mucho chupar volvió a estar otra vez en condiciones para medirla.
—Pues te ha crecido papi: 17 cm ¿Eso cuánto es?
—Unos 5 y medio.
—Yo creo que es muy gorda.
—Mujer: sí que lo es, pero no te preocupes.
—No me has dicho cuándo…
—Mañana. Eso toca mañana. Hoy vamos a seguir cómo ayer, —se
inclinó, me levantó en brazos y me sentó sobre sus rodillas. Cogimos las copas
de vino y las apuramos después de brindar.
—¿Y ahora?
—Ya te lo he dicho: vamos a seguir cómo ayer. Me encanta
hacer que tengas orgasmos. Tu mama también los tenía, pero la verdad es que
creo que tú los tienes más
seguidos.
—¿Te gusta que chille?
—Sí, me hace muy feliz oírte chillar de placer.
—¿Mama también chillaba? Nunca la oí.
—Teníamos mucho cuidado con eso: eras muy pequeña y para ti
seria muy difícil de entender. Cuándo la iba a hacer chillar la amordazaba…
—¿La amordazabas? ¿Cómo?
—¿Es que quieres que te amordace a ti también? —preguntó con
intención mientras extendía el brazo y acercaba la caja que había traído la
noche anterior. Yo me encogí de hombros mientras él rebuscaba en su interior.
Finalmente, sacó una mordaza negra hinchable y otra de bola de color rojo, y me
las dio.
—¡Hala! ¿Y esto?
—¿Te gustan?
—No sé. ¿Esto se pone en la boca?
—Sí.
—¿Y mama se lo ponía?
—Siempre que estabas en casa, —afirmó mientras yo
inspeccionaba las dos mordazas—. ¿Quieres usarlas?
Afirmé con la cabeza y estoy segura de que me brillaron los
ojos y que papa se dio cuenta. Cogió la de bola y me la colocó. Me mantenía la
boca muy abierta pero no me hacia daño porque el material no era muy rígido.
Con una de sus grandes manos sujetó las mías a la espalda mientras la otra se
alojaba en mi vagina, de tal manera que aunque cerrara las piernas podía seguir
estimulándome. Unos minutos después llegué a otro mientras la baba comenzaba a
gotear de mi boca. Me soltó la manos y me abrazó mientras me besaba.
—Antes de empezar ¿Quieres un poco más de vino? —afirmé con
la cabeza. Me sirvió un poco más y yo le señale la mordaza que seguía en su
sitio—. A sí, perdona.
—¿Y ahora? —pregunte después de acabar con el vino.
—Ahora a la mesa, cómo ayer.
—¿Me vas a poner eso? —pregunte señalando la mordaza de
bola.
—Me gustaría mucho que lo llevases, pero el otro. Es
necesario que te acostumbre a tener algo llenándote la boca cuándo alcanzas el
clímax.
—¡Uy! clímax. ¿Qué es eso?
—Lo que te entra cuándo más chillas, —respondió papa
riendo—. Esta mordaza lleva una pieza que te entra por la boca y luego se puede
inflar hasta que te la llena. Con ella casi no se te oye y es la que más le
gustaba a mama.
Nos levantamos y fuimos hasta la mesa del salón sobre la que
todavía seguía la manta. Me colocó la mordaza y aunque no dije nada, me agradó
la sensación de tener algo metido en la boca. El sí se dio cuenta porque la
verdad es que me lee cómo en un libro. Me ayudó a tumbarme y comenzó a atarme
con la cuerda. No lo hizo cómo la noche anterior. Me ató con las piernas
flexionadas hacia arriba, muy separadas, con mi chocho completamente expuesto.
Las manos juntas y hacia atrás. Se inclinó y me besó en la frente mientras me
pellizcaba suavemente un pezón. Empezó a inflar la mordaza y noté cómo la mandíbula
se me separaba según ocupaba el interior de la boca. Cuándo consideró que ya
era suficiente, sacó el instrumental de la caja y lo colocó a su lado, a mano.
—Voy a apuntar a que hora empezamos y todos los orgasmos que
tengas, —dijo papa enseñándome un papel y un boli—. Quiero saber la frecuencia,
—y riendo añadió mientras me sobeteaba las tetas—. En una ocasión hice un
estudio científico de tu madre: por algún lado debo de tener sus estadísticas:
eran espectaculares.
Creo que papá se daba cuenta de que el mantenerme con la
incertidumbre me excitaba, por eso no hacia más que hablar y hablar. Además, su
tono de voz me ponía, y creo que de eso también se había dado cuenta.
—Llegué a preparar una presentación de PowerPoint con fotografías
y todo, no creas, —continuo—. También tengo videos. Cuándo lo enseñaba, la peña
flipaba: te lo aseguro. Varios quisieron comprarla, a tu madre ¿te imaginas?
Fue la hostia: me ofrecieron una pasta. Pero en fin: vamos a empezar.
Miró el reloj y apunto la hora en el papel. Me echó un buen
chorro de lubricante en el chocho y empezó a estimularme el clítoris con el
dedo. Lo hizo con mucho brío mientras con la otra mano seguía pellizcándome los
pezones. Rápidamente mi respiración se hizo más profunda y agitada hasta que a
los pocos minutos alcance el primero. Arqueando las cejas, papá apuntó la hora
en el papel. A continuación, cogió un masajeador y empezó a pasar la cabeza por
la vagina mientras seguía sobeteándome la tetas. Inmediatamente tuve otro.
Seguimos así mucho tiempo, cambiando de instrumental y de técnicas. Se sentó en
la silla, con una toalla me limpió de lubricante el chocho, me metió un
vibrador por el culo y comenzó a chupar. Llegué a otro, o fueron dos, no sé.
Para finalizar, mientras mantenía el vibrador en el culo, con otro fino se
dedicó a estimularme directamente el clítoris después de echar un buen chorro
de lubricante otra vez. Cuándo llegué al siguiente, no aflojó para dejarme
descansar, al contrario, continuó insistente hasta que tuve otro y otro. No sé
cuantos fueron, pero el último fue tan grande que creo que perdí el
conocimiento un poco, no estoy segura. Papa se percató inmediatamente y paro,
aunque con la mano siguió acariciándome la vagina durante unos minutos más.
Mientras lo hacia, me sacó el vibrador del culo y lo sustituyó por un plug más
grade que el anterior. Me soltó la correa de la mordaza y me la quitó.
Finalmente, me desató, me cogió en brazos y me llevó a la cama. Cómo la noche
anterior, se arrodilló junto a mi cara y me metió la polla en la boca,
fallándomela hasta que se corrió. En todo ese proceso no me moví para nada,
estaba terriblemente cansada y lo único que quería era dormir.
Se sirvió una copa de ginebra y regresó a la cama. Me cogió
en brazos y se sentó en el sillón del dormitorio. Apoyada sobre su acogedor
pecho me quedé dormida mientras el se tomaba su copa, con esa sensación de
triunfo que ahora sé que tenía. Me estaba moldeando cómo quería para
convertirme en la mujer que hoy soy.