lunes, 19 de octubre de 2020

Mi padre, nuestro amo (y capitulo 4) La normalidad.

 



 El invierno había pasado y por fortuna la primavera había entrado esplendorosa con una ola de calor que no coincidía con las fechas de primeros de mayo. Era sábado por la tarde y papá nos había dicho que íbamos a ir a un gran centro comercial que había muy alejado a nuestro lugar de residencia. Al principio nos sorprendió porque esas cosas siempre las hacemos por Internet para que nos lo traigan a casa y además el lugar que había elegido para hacer las compras estaba en la zona norte de Madrid y nosotros vivimos en la zona oeste, al otro lado de la Casa de Campo.

—Quiero empezar a exhibiros, —comentó papá cómo naturalidad cuándo vio mi cara de extrañeza— y no vamos a hacerlo por aquí para que nos vean vuestros compis del cole o sus padres.

No se lo que se me pasó por la cabeza al oír sus palabras, pero automáticamente noté cómo el chocho se me humedecía. Miré a mi hermana que también me miró y deduje que estaba igual. El par de días que faltaba para que llegara el sábado lo pasamos muy excitadas, mucho más de lo que ya es habitual en nosotras. Lo único que sabíamos es cómo debíamos ir vestidas­.

—Con vestidos ligeros de tonos claros, muy cortos y con chanclas.

Rápidamente las dos estuvimos rebuscando en nuestros armarios para tenerlo todo preparado para el sábado.

Por fin llegó y por la mañana hicimos nuestras rutinas sexuales normales, pero sorprendentemente, después de comer nos sentamos en el salón a ver una peli de superhéroes y a eso de las cinco nos preparamos para salir.

En estos meses, desde que empezamos nuestra relación con papá, Yoli había experimentado un cambio espectacular. El ejercicio físico que teníamos la obligación de hacer diariamente la había formado la figura rápidamente de manera sorprendente. A mí también, pero lo de ella era impresionante. Las piernas se habían fortalecido, el trasero se había elevado y contorneado, pero seguía estando lisa cómo la espalda de una guitarra.


Supongo que ya le saldrán, pero a su edad yo ya tenía más que ella.

—¿Habéis cogido la lista de la compra? —nos preguntó cuándo nos vio bajar por la escalera vestidas cómo él nos había indicado. Yo llevaba un palabra de honor muy corto que a duras penas me tapaba el trasero: ya tenía tetas suficientes para que no se me cayera a los pies. Y Yoli, que cómo ya he dicho no tenía tantas, llevaba un vestidito corto con unos tirantitos. Las dos íbamos con chanclas.

—Si papi, —respondió Yoli enseñándole una hoja de papel que llevaba en la mano.

—Muy bien hija. Estáis preciosas, pero ahora quitaros los tangas y dármelos, —las dos nos miramos y lo hicimos sin rechistar, y papá los guardó en el bolsillo de su vaquero. Después sacó los plug y nos colocó en el ano a cada una el suyo: yo el morado y Yoli el rosa—. Así estáis mucho mejor, —dijo mientras sacaba su móvil y nos sacaba varias fotos. Inclinamos nuestros cuerpos hacia delante, nuestras falditas subieron y nos quedamos con el culo al aire—. ¡Fantásticas!

—Ahora vuelvo, —dije cuándo papá dejó de sacar fotos, salí corriendo escaleras arriba y a los pocos segundos regrese con dos toallas de mano y las coloque en el asiento del coche dónde nos íbamos a sentar nosotras: yo delante y Yoli detrás—. Creo que nos va a hacer falta.

—Has tenido una buena idea, —dijo papá con una sonrisa malévola.


 

Después de conducir casi media hora, llegamos a nuestro primer destino: un Decathlon que tiene anexo un centro comercial outlet. Entramos en el primero y compramos mucha ropa deportiva que nos hacia falta. Mientras nos paseábamos por los pasillos reparé en que papá llevaba un bolso distinto al que utiliza habitualmente y que el canto siempre lo mantenía orientado hacia nosotras: ¡nos estaba grabando! Le mire a los ojos y el me devolvió la mirada con una sonrisa. Me acerqué a mi hermana y mientras la besaba en la mejilla con la mano la levanté un poco la falda mientras la acariciaba el trasero dejando al descubierto su plug rosa. Yoli me miró sin entender y la susurré al oído lo que estaba pasando. Miró a papá y dándose la vuelta se levantó la falda enseñándole el chochito que tanto le gustaba.


Seguimos  con las compras, siempre insinuándonos a papá y luego pasamos al outlet dónde además de comprar una cantidad indecente de ropa seguimos con las provocaciones.

En varias ocasiones nos metimos en los probadores y abríamos las cortinas para que papá opinara. Incluso en una ocasión, papá entró y mientras Yoli le mamaba la polla y le descargaba, yo le morreaba.

—Papi, porfa, —dijo Yoli cuándo regresábamos al coche cargados con todo lo que habíamos comprado— podríamos salir algún finde fuera de Madrid para poder usar toda esta ropa.

—Si mi amor, ya lo había pensado. Ahora que empieza a hacer buen tiempo podemos salir de vez en cuándo, y cuándo empecéis las vacaciones vamos a salir fuera de España.

Las dos nos pusimos a dar palmas y cuándo soltamos las bolsas nos abrazamos a el y le llenamos de besos. Después nos montamos en el todoterreno y nos acercamos a una gran superficie francesa que había cerca para seguir con las compras.

Cuándo llegamos, cogimos un carro y empezamos a recorrer los pasillos. Yo empujaba el carro y Yoli llevaba la lista y un lápiz. Papá por detrás nos seguía grabando. Nos vinimos arriba y empezamos a enseñar chochitos y traseros a pesar de que el súper estaba a tope de gente. Papá reía complacido en ocasiones soltaba la carcajada a causa de nuestras payasadas. Incluso Yoli empezó a juguetear con el lápiz y a metérselo en el chochito. Después me tocó a mi y con disimulo me subía la falda y me lo metía. Papá seguía grabando y un gran bulto de adivinaba en la entrepierna bajo su pantalón.

Estábamos terriblemente excitadas y solo pensábamos en regresar a casa para que papá hiciera con nosotras lo que quisiera, pero papá tenía otros planes y cuándo metimos en el coche la compra nos informó de que nos quedábamos por allí para cenar.

Nos metimos en un mexicano y papá se sentó a un lado de la mesa y nosotras al otro lado. Colocó la camuflada cámara de tal manera que enfocaba por debajo de la mesa hacia nuestros húmedos chochitos. Nosotras nos despatarrábamos descaradamente mientras reíamos sin parar. Incluso Yoli se vino arriba y se metió un ¡bote de Ketchup!. Papá y yo flipabamos. ¡Joder con la enana! Aunque ya no era tan enana porque en estos meses había pegado un estirón importante, por eso habíamos salido a comprar ropa, entre otras cosas.

El regreso a casa fue apoteósico. Yoli se había llevado el bote de Ketchup, y mientras se masturbaba con el, yo le chupaba la polla a papá mientras conducía.

—Déjalo que nos la vamos a pegar, —me dijo apartándome con suavidad. Cuándo me senté bien metió su mano entre mis piernas y empezó a acariciarme el chocho. Mientras mi hermana gemía y gritaba en el asiento de atrás, yo lo hacia en el de adelante: ¡vaya par de salidas!

Llegamos a casa y subimos al dormitorio dejando la ropa por el camino. Desnudas nos tumbamos en la cama y mientras papá se desvestía, nosotras nos empezamos a comer los chochitos. Nos puso de lado para que siguiéramos y se la metió a mi hermana por el culo. Unos minutos después se salio y acercándose a mi trasero me penetró a mi también. Así estuvo bastante tiempo porque cuándo notaba que se iba a correr se retenía y volvía a empezar. Nosotras estábamos cómo locas. Finalmente, salio de la cama, se sentó en el sillón y nos llamó, Solicitas, cómo perras obedientes acudimos y nos arrodillamos entre sus piernas.

—Vamos a ver cual de las dos se gana mi leche, —las dos empezamos a pugnar por chuparle la polla hasta que finalmente ni hermana me ganó y papá la llenó la boca con su esperma. Yoli le enseño la boca y papá la dijo—: tu has ganado mi amor, pero compártelo con tu hermana.

Sin dudarlo, Yoli empezó a morrearme mientras la leche de papá pasaba de una a otras.



 

A las pocas semanas y también coincidiendo con un sábado, fuimos a una gran superficie especializada en cosas de hogar y jardín. Queríamos cambiar los sillones del porche trasero que da al jardín y a la piscina. Tenían muchos años y ya estaban mal. Papá eligió uno que estaba en Getafe, muy retirado de nuestro domicilio en la zona oeste de Madrid.

Papá nos dejó elegir nuestro vestuario. Para la ocasión me vestí con una falda corta de color blanco y un top del mismo color que dejaba al descubierto mi vientre plano y un poco musculazo. Para los pies elegí una sandalia con un poco de tacón. No es que yo lo diga, pero estaba sexi y espectacular. Por supuesto no llevaba ropa interior.

Mi hermana llevaba un vestidito corto, muy fino, de color rosa claro, con tirantitos que cuándo se ponía ante el sol materialmente se quedaba desnuda. Para los pies eligió unas chanclas de tono parecido.

Papá cuándo nos vio se quedó sin respiración. Al mismo tiempo las dos nos subimos la ropa enseñando nuestros perfectamente depilados chochitos y para que viera la ausencia de tangas.

Con una sonrisa nos mostró dos cajas que contenían algo que habíamos visto en los videos porno por Internet: vibradores que se accionaban a distancia de Ohmibob. Nos dio una caja a cada una y los sacamos de dentro: rosa para Yoli y morado para mi. Papá se quedó con los mandos, comprobó que funcionaban (se nos aflojaron las piernas a las dos) y se los metió en el bolsillo.

Llegamos al centro comercial, aparcamos y nos preparamos para entrar. Nostras por delante y papá con la cámara camuflada por detrás. Estábamos de los nervios porque cuándo menos lo esperábamos papá le daba a los mandos y a nosotras nos entraban los siete males. En dos ocasiones tuvimos que ir al baño porque nuestras vaginas soltaban muchos fluidos que resbalaban por la cara interior de nuestras piernas. Mientras tanto, las dos tonteábamos pavoneándonos delante de la cámara de papá, subiéndonos las faldas o tocándonos entre nosotras.


Finalmente, compramos los muebles y después cenamos por allí cerca. Mientras lo hacíamos, papá nos provocó un par de orgasmos a cada una mientras por debajo de la mesa nos seguía grabando y con el móvil sacaba primeros planos de nuestras caras cuándo nos corríamos, por supuesto en silencio… más a menos.

Cuándo llegamos a casa, siguió estimulándonos y tiradas en la cama nos corríamos vivas mientras las dos nos morreábamos. Todo esto también lo gravó en video. Todas estás grabaciones, papá las editaba y después de difuminarnos los rostros los subía a algunas plataformas.

Esa noche y cuándo ya estábamos agotadas de tantos orgasmos, nos folló por el culo a las dos. Lo hizo irritantemente despacio, que a nosotras nos desesperaba, pero a él le encantaba.

Pasó todo ese primer verano. A las dos nos encanta el calor e ir medio desnudas por la calle. Incluso convencimos a papá para ir a algún centro nudista en agosto. Cómo casi no hay en España, fuimos a Vera, en Almería, dónde hay uno con acceso a la playa nudista y dónde nosotras, con las precauciones necesarias para no delatar nuestra relación paternofilial, nos movíamos cómo peces en el agua. Teníamos una suite con dos habitaciones y todas las noches papá nos amordazaba para que no montáramos ningún escándalo con nuestros gemidos. Bueno, no solo por la noche, porque a la hora del desayuno y en la siesta también. Después bajábamos a la playa a tumbarnos al sol. Nos pusimos negras cómo tizones y eso resaltaba aun más nuestro cabello rubio.

Desgraciadamente, agosto terminó y regresamos a Madrid para prepararnos para volver al colegio.

Entonces alguien entró en nuestras vidas, alguien que seria decisivo en nuestro futuro.


 

De parte de lo que voy a relatar a partir de ahora no fui testigo, pero tiempo después
lo fui reconstruyendo hasta tener una idea clara de cómo fue. Por supuesto, ellos fueron la principal fuente de información.

Casi un año después de iniciarse nuestra relación paternofilial, el CEO de la multinacional británica dónde trabaja mi padre cómo alto ejecutivo, llegó de visita a España. Durante un par de días estuvo de reuniones y visitas hasta que finalmente se fue a comer con mi padre en un reservado de un conocido restaurante de Madrid que en tiempos tuvo estrella Michelin: tenían asuntos personales que tratar.

—Bueno Matthew, ¿Cómo va lo nuestro? —preguntó el CEO. Mi padre se llama Mateo, pero él siempre le llama Matthew. Habla el español relativamente bien, pero siempre se ayuda con expresiones inglesas.

—Muy bien: cómo estaba previsto. Para cuándo fusionemos la filial de Hong Kong no quedara ni rastro de nuestras gestiones. Las acciones que compramos las venderemos a cuatro veces su valor.

—Has calculado…

—Tu, unos beneficios de quinientos mil dólares y yo unos ciento cincuenta mil.

—¡Perfecto! Quiero consolidar tu posición en el consejo porque, entre otras cosas, tengo en mente cinco o seis operaciones de este tipo pero mucho más lucrativas para los dos. El que estemos modernizando la estructura de la empresa no significa que no podamos sacarle un partido personal. Yo, al menos, lo veo así.

—Ya sabes que siempre estoy a tus ordenes, pero sobre mi posición en el consejo no te quiero engañar. Ya sabes que ni situación familiar es complicada y no me puedo mover de Madrid.

—Tranquilo, no te preocupes que esas cosas ya las iremos solucionando, además, puedes participar en las reuniones por internet. Hablando de cosas más importantes, —dijo el CEO con cierto humor—. ¿Dónde puedo encontrar una niña de confianza para que me haga feliz?


—Has utilizado la palabra niña, —preguntó papá después de meditar unos segundos.

­—Me gustan muy jóvenes. Cuánto más viejo, más jóvenes. ¿Por qué lo dices?

—Por saber cuánto más jóvenes te gustan.

—Muy, muy jóvenes, pero que sean manejables, —dijo riendo.

—Entiendo. No creo que te resulte fácil encontrar… material… de ese tipo. Al menos con seguridad, porque supongo que no querrás ir a la cárcel.

—Hombre pues no. Fácil no es, pero con dinero se consigue todo, aunque la verdad es que cada vez es más peligroso.

—Ya me imagino: conozco el tema.

—¿No me digas que tenemos… gustos similares?

—Más o menos.

—¿Entonces puedes ayudarme?

—Es posible. Ya sabes que confío en ti plenamente, pero en este caso tienes que garantizarme una confidencialidad total: no se lo puedes decir a nadie.

—Por supuesto Matthew, tienes mi palabra de honor.

—Debo insistir: a nadie. Es un asunto muy delicado.

Of course.

—De acuerdo, pero una cosa debe quedar muy clara: no son dos putas.


—¿Son dos? Perfecto, no te preocupes.

Papá abrió su portátil y empezó a buscar nuestras fotos en la nube. Cuándo las encontró, amplio la que salimos las dos de frente y se lo mostró al CEO.

—¡Wow! —exclamó—. They are beautiful.

—Ya lo creo que lo son.

—¿Cuando puedo disponer de ellas? El dinero ya sabes que no es problema.

—Como muy pronto mañana que empieza el fin de semana: hoy ya no tenemos tiempo.

—¿Y son de confianza?

—De mi más absoluta confianza: son mis hijas.

Don't fuck!

—Y no están a la venta. No tienes que pagar nada, pero puedes dispones de ellas.

—¿De las dos?

—Por supuesto.

Fantastic! ¿Hay algún limite?

—Ninguno, salvo que no las puedes maltratar, salvo darlas azotes en el trasero y algún bofetón a la mayor, —dijo papa activando la foto donde se nos ve de espaldas con los plug—. Casi están adiestradas y son totalmente receptivas. Además, son multiorgásmicas y masoquistas.

Guy, they are wonderful. Ese último aspecto me interesa mucho. ¿Puedo disponer de ellas cada vez que venga a España?

—Sí, claro.

—Pues entonces cuándo las tengas totalmente adiestradas hablamos.

—Ya te he dicho que casi lo están. ¿Quieres verlas en acción? —y papa activó primero el video donde nos estábamos morreando y luego donde estamos cabalgando su pie.

—¡Joder tío! Son dos maquinas. Estoy a punto de correrme.

—Pues mira este video, —y le puso el que se ve cambiándonos el plug y aplicándonos el castigo. También los que gravó cuándo fuimos de compras y flipó cuándo vio a Yoli metiéndose el bote de Ketchup en el chocho.

—OK Matthew ¿Cómo lo hacemos?

—Podemos alquilar una casa o te puedes venir a la que tengo cerca de Madrid, en la montaña, pero a las condiciones anteriores hay que añadir alguna más…

—No hay problema.

—… en la casa solo estaremos nosotros dos y ellas, y no puedes llevar los escoltas.

—De acuerdo.

—Y lo más importante y te lo vuelvo a repetir: no son dos putas, son mis hijas.

—Te doy mi palabra de que no va a haber ningún problema, pero quiero pedirte algo muy especial que se me esta ocurriendo.

—Dime.

—¿Qué posibilidad hay de que la pequeña se duerma y este solo conmigo?

—¿Qué se duerma?

—Ya me entiendes: la das una pastilla… o lo que sea.

—Se puede hacer, —respondió papá después de meditarlo y recordar las veces que la había dado pastilla para dormir y se quedó KO.

—Pero tengo que estar solo con ella. Te doy mi palabra de que no la voy a causar ningún daño, —y cómo vio que papá dudaba añadió—: hacemos una cosa. Coloca una cámara en la habitación y lo gravas. Si ocurre algo con lo que no estés de acuerdo lo puedes utilizar contra mi.

—Pero ¿tú estás loco?

—Para que veas lo que confío en ti: confía tú en mi.

—Muy bien, de acuerdo: pondré una cámara.

Great!


 

Todo se organizó y al día siguiente, que era viernes y comienzo del fin de semana, después de llevarnos a la casa de la sierra, papá se fue a por su jefe.

La noche anterior papá nos sentó a cada una en una de sus piernas y nos habló claro enseñándonos el contrato con las normas que habíamos firmado.

—Yoli, lee el segundo articulo, —le dijo a mi hermana entregándola la tableta.

­­—«2.º Siempre estaréis a la disposición de papá para hacer con vosotras los que el quiera. Juntas o por separado. Con papa, o con quien el diga. Todos vuestro agujeros naturales son de libre acceso para el y para quien el quiera».

—Muy bien, ya lo hemos hablado cuándo firmasteis este contrato, pero os lo vuelvo a preguntar ¿tenéis algún problema con este apartado? —y sin dejarnos responder añadió—: os lo preguntó porque mañana viernes va a ir a la casa de la sierra un amigo para estar con vosotras todo el fin de semana. Es muy importante para mi que cuándo se vaya el domingo lo haga complacido.

—Yo haré todo lo que tu me digas papá, —respondió Yoli.

—Y yo también, —afirmé tajante.

—Muy bien: buenas chicas, —dijo papá acariciándonos—. De todas maneras ya os aviso que es lo que vosotras llamaríais un viejo.

—¿De que edad hablamos papá? —pregunté.

—61 años.

—Si papá: es un viejo, —afirmé rotunda.

—Si papi, lo es, —afirmó también Yoli—. Pero si tu quieres que estemos con el lo estaremos.

—Muy bien, así me gusta que seáis obedientes. Vamos arriba.

Los tres subimos por la escalera siempre con papá detrás para vernos el culo cuándo subíamos.

—Siempre subes detrás de nosotras papá, —le pregunté riendo.

—Me gusta veros el culo cuándo subís y cómo se os ve la línea vaginal cuándo los glúteos se mueven, —admitió papá y su respuesta nos excitó mucho más de lo que normalmente estamos e incluso Yoli se puso a mover el culo descaradamente lo que provocó una carcajada de papá.

Cuándo llegamos a dormitorio, rápidamente me tumbó bocarriba sobre la cama con la cabeza colgando por el borde. Me metió la polla en la boca mientras me separaba la piernas y empezaba a chuparme la vagina. Rápidamente Yoli se puso detrás y empezó a chuparle el ano a papá. Me corrí cómo una perra al tiempo que papá también lo hacia y me llenaba la boca de semen y me lo tragaba complacida.

Mientras me recuperaba, cogió un vibrador, sujetó a Yoli por el pelo contra la cama y se lo metió en el chocho. Empezó a estimularla frenéticamente y rápidamente la provocó un orgasmo. Siguió insistiendo hasta que la provoco otro más y la soltó. Mi hermana resbalo lentamente y se quedó tirada en el suelo cómo en trance.


 

A la mañana siguiente, después de dejarnos bien folladas, cómo todas las mañanas papá se fue a trabajar. Esta vez nos folló a las dos y supusimos que luego no iba a tener tiempo.

Nos recogió a la salida del colegio, nos dejó en la casa de Cercedilla y regresó a Madrid para recoger a su amigo.

Regresaron un par de horas después cuándo ya había anochecido. Expectantes vinos los faros del coche entrando en el garaje y bajamos a recibirlos a pesar del frío que ya hacia en la sierra de Madrid.

Cuándo Mike nos vio (así se llamaba el CEO) se quedó con la boca abierta. Nos tendió la mano para saludarnos cómo buen anglosajón, pero nosotras le plantamos cada una un par de besos.

Desde el primer momento quedó claro que Yoli le había entrado por el ojo derecho y tengo que reconocer que a nosotras también nos agradó este británico sesentón que mantenía un aceptable estado físico y que en todo momento mantenía unas formas amables y respetuosas y unas muestras de cariño que competían con las de papá, aunque por supuesto papá es papá.

Lo primero que hizo fue poner en practica su fantasía. Yoli, que ya había sido


advertida, se tragó una pastilla sin ningún problema y al rato ya estaba dormida sobre la cama de la habitación de invitados que habíamos preparado para él. No la hizo nada raro y mucho menos reprochable. Durante horas la abrazó, la sobeteó, la besó, la paseó en brazos por la habitación y la penetro un par de veces hasta que finalmente se quedo dormido en el sillón con Yoli en su regazo.

Desde la habitación de al lado, papá vigilaba por video todo lo que pasaba. Sentada en sus rodillas yo también lo hacia mientras papá me metía mano y cada cierto tiempo me bajaba entre sus piernas y se la chupaba hasta que le descargaba. Notaba a papá especialmente excitado y es que la imagen de mi hermana desnuda en brazos que otro hombre era muy poderosa y excitante.

Por la mañana nos despertamos tarde y Mike desayunó con nosotros mientras Yoli seguía durmiendo: cómo en las ocasiones anteriores tardaría en despertar. Después volvió junto a ella y yo le acompañé uniéndome a sus juegos. Mike estaba encantado y solo salimos de la habitación para comer algo. Finalmente, mi hermana empezó a despertar y decidimos dejarla tranquila. Bajamos a la planta de abajo dónde papá nos vigilaba con su tableta electrónica y lo primero que hizo fue follarme. En medio del salón me estuvo follando con un ímpetu tremendo: toda la tarde viéndome jugar con mi hermana y con su amigo le había puesto a cien. Mientras, Mike se había servido una copa y sentado en un sillón nos observaba con una sonrisa de oreja a oreja.

Cuándo papá terminó, fue rápido, se sirvió también una copa y se sentó en otro sillón junto a Mike, mientras yo lo hacia en el suelo entre los dos.

—¿Qué tal Mike? —le preguntó.

—Estoy agotado: ya estoy mayor para estás cosas, —respondió con una sonrisa.

—Que vas a estar mayor, estás muy bien, —dije incorporándome y cogiéndole la polla me la metí en la boca.

—Cariño, cómo me la chupes otra vez me vas a matar, —dijo cogiéndome por los brazos y sentándome sobre sus rodillas—. Este es el sueño de cualquier vejestorio cómo yo: tener una chica preciosa desnuda sentada sobre mis rodillas.

—No eres un vejestorio, —le dije poniéndome muy seria. Desde el primer momento a mi hermana y a mi nos había caído muy bien— y no quiero oírte hablar de esa manera.

—¡A la orden mi amor! —respondió haciendo el saludo militar mientras papá reía.

—Luego borramos la grabación, —le dijo papá.

—No importa Matthew. ¿Esta en lugar seguro?

—Lo puedo poner con los videos de las niñas: ahí están seguros, pero…

—No te preocupes: confío en ti.

—Yo me ocupó, —dije levantándome y cogiendo la tableta de papá. Regresé y me senté otra vez con Mike y me puse a teclear y a ver las grabaciones antes de subirlas a la nube. Había una dónde se le veía morreando a mi dormida hermana mientras yo le chupaba la polla. Se la mostré e inmediatamente empecé a sentir cómo su polla debajo de mi se ponía dura. Le miré, y haciéndome la escandalizada le dije—¡pero Mike! ¿qué es eso, no estabas muerto?

Soltó una carcajada y atrayéndome hacia él me abrazó y empezó a besarme, mientras papá también se reía y Yoli, que por fin se había despertado totalmente, se refugiaba en su regazo.

Matthew, me gustaría repetir esto más a menudo.

—No hay problema.

—¿Sabes una cosa? Hace mucho tiempo que no estoy tan a gusto cómo en este momento. Y entiéndeme, no lo digo porque he estado follando sin parar con dos niñas preciosas y simpáticas cómo si fuera un conejo quinceañero, es por el ambiente que se respira en tu familia. Mira, a la cabrona de mi hija hace más de seis meses que no la veo, y a mi mujer, esa hija de la gran puta, más de un año. Y ni falta que hace.

—No sabes cómo lo lamento.

—Créeme Matthew, si las conocieras no me dirías eso.

—Ya sé, —dijo Yoli incorporándose, y mirando a papá añadió—: le podemos adoptar.

—Pues no es mala idea, —afirmé cuándo todos dejamos de reír.


 

Mike se hizo un habitual de nuestra familia y sí, en la practica le adoptamos. Lo organizaba todo para pasar por Madrid cada dos meses, aunque algunos fines de semana hacia escapadas rápidas. Nosotras le cogimos mucho cariño y empezamos a llamarle tío Mike.

Un par de años después de conocerle, era verano y papá y el estaban sentados en los sillones del porche de atrás de casa que da a la piscina mientras mi hermana y yo les chupábamos la polla.

—Ali, —dijo sacándome la polla de la boca— ¿Has pensado ya que vas a estudiar en la universidad?

—Si tío Mike. Me gustaría estudiar económicas y dirección de empresas.

—Genial, eso nos viene muy bien: puedes trabajar en la empresa. Si quieres claro.

—Si me gustaría tío, pero no quiero ponerte en un compromiso…

—No digas tonterías. En la empresa hago lo que quiero porque entre otras cosas es mía. ¿Y tu Yoli?

—Pues yo lo tengo peor, —dijo Yoli riendo—. A mi me gustan las matemáticas. Difícilmente voy a encajar en tu empresa.

—¿Cómo que no mi amor? ¿Tu sabes que no hay Nobel de matemáticas?

—Pues… no.

—Pues así es. Los premios matemáticos se dan dentro de el Novel de economía. Las matemáticas tienen mucho que ver con análisis matemático, computación, probabilidades y estadística, y nosotros en nuestra sede de Reading, en Inglaterra tenemos un montón de gente que se dedican a estás cosas.

—Eso las puede asegurar el futuro, —afirmó papá.

—Ellas lo van a tener asegurado siempre. Eso me lleva a algo que quiero comentarte. Cómo ya sabes, todas mis ganancias en nuestros negocios particulares están en cuentas en paraísos fiscales…

—Igual que yo.

—… y si hay algo que me pone enfermo es que la cabrona de mi hija y su madre, esa hija de la gran puta, se queden con todo cuándo yo fallezca.

—¡Eh! No quiero volver a oírte hablar así, —dije frunciendo el ceño.

—Mi amor, eso es algo que tarde o temprano pasará.

—Da igual, —intervino Yoli— Ya has oído a Ali.

—De acuerdo cariño. A lo que iba. Quiero empezar a traspasar esos fondos a cuentas a nombre de las niñas.

—Eso es mucho dinero Mike, —afirmó papá.

—Tío Mike, no nos tienes que dar nada, —afirmé dejando de prestar atención a su polla.

—Lo se mi amor, pero es mi deseo, —me respondió abrazándome y acariciándome el trasero— y me hace muy feliz poder haceros participes de mi fortuna.

—Yo estoy seguro de que ellas te lo agradecen de igual manera que te lo agradezco yo Mike, —dijo mi padre—. Con el dinero que tengo, ellas tienen el futuro asegurado, pero que duda cabe que con tu aportación lo tienen mucho más. ¿Qué es lo que tienes pensado?

—Lo que quiero es legalizar de alguna manera ese dinero y para eso he pensado en crear alguna sociedad en algún lugar conveniente, a nombre de ellas, y que poco a poco empiecen a comprar acciones de la compañía en el mercado libre y también de mi propia cartera. ¿Qué opinas?

—La sociedad se podría constituir en Delaware. Cómo no tendría actividad en EE.UU. no necesita tributar.

—Buena idea.

—Podríamos hacer una especie de fideicomiso a tu favor para que administres esas acciones en su nombre. Así no perderías posición en la compañía, aunque con las acciones que tengo estás siempre respaldado.

—Prefiero que eso lo controles tu hasta que sean mayores. Confío totalmente en ti. Además, aparte de esto, hay un asunto que quiero plantearte porque puede tener interés para ti. Ya sabes que no estoy nada contento con todo esto del brexit, y cómo parece que ya es irreversible, le pueden dar mucho por el culo a ese anormal de Boris Johnson y a todos los que han votado a favor.      

—¡Joder Mike! Me estás asustando, —exclamó papá con humor.

—Ya he tomado la decisión y quiero trasladar la central de Reading a Madrid. Es algo que cómo muy bien sabes ya lo habíamos hablado en el consejo.

—Y cómo supuse que al final lo harías, compré unos terrenos muy apropiados para nuestras necesidades. Unos doscientos mil metros en Leganes, junto a la M-40 y la A-42.

—Fantástico, pues en la próxima reunión del consejo lo plantearé. Mientras tanto que empiecen a trabajar en los proyectos para adelantar todo lo que se pueda.

—Yo creo que en menos de dos años toda la actividad puede estar aquí, —afirmó papá. Mientras, aunque Yoli y yo seguíamos con nuestra actividad favorita de chupapollas, no perdíamos onda de la conversación.

—Entonces tío Mike, ¿te vendrás a vivir aquí? —preguntó Yoli dejando de atender la polla de papá.

—Me encantaría estar siempre con vosotras, pero tengo que tener una casa para que de vez en cuándo aparezca la cabrona de mi hija y su madre, esa hija de la gran puta.

—La parcela de al lado esta sin construir y además es doble, —intervine yo— lo que no se es de quien será.

—Buena idea mi amor.

—Yo me ocupó Mike.

—Puedes mandar construir un túnel secreto para venir a casa cuándo este tu mujer: esa hija de la gran puta, —dijo Yoli con humor. Todos reímos a carcajadas y después los dos nos levantaron, nos tumbaron en los sillones, nos penetraron y nos follaron.

Nuestra vida continuo imperturbable al igual que nuestra actividad sexual. Cuándo terminamos nuestras carreras universitarias, cómo nos había prometido el tío Mike, entramos a trabajar en la empresa, una multinacional presente en más de ochenta países. Gracias a su apoyo y al de papá subimos rápidamente en el organigrama de la empresa. Nuestra sociedad de Delaware siguió con discreción comprando acciones que cedía el tío Mike o las que salían en el mercado libre.

Muchos años después, cuándo desgraciadamente Mike nos dejó, su familia intentó hacerse con el control del consejo, pero no pudieron. Se llevaron una sorpresa cuándo papá puso sobre la mesa unos apoyos del cincuenta y dos por ciento del accionariado y fue nombrado nuevo CEO.

Nosotras pasamos a formar parte del consejo y por supuesto seguimos viviendo con papá. Fuera de casa éramos respetables ejecutivas, pero en casa seguíamos siendo las niñas de papá.


 

 

 

 

jueves, 8 de octubre de 2020

Mi padre, nuestro amo (capitulo 3) El adiestramiento (2)

 

Salí del baño en los brazos de papá, pasamos al lado de la cama dónde Yoli seguía despatarrada y KO y llegamos ante el gran espejo que escondía la entrada a la habitación del pánico habilitada cómo cámara de juegos sado. Se detuvo ante él y durante unos segundos se estuvo mirando. Yo también miré y la imagen que vi era muy potente: desnuda sobre los fuertes brazos de papá.

—Pero que preciosa eres Ali, —dijo mientras me atraía más hacia él para poder besarme el cuello. Me dan ganas de posponer todo esto y estar follándote todo el día.

—Si papá por favor, —dije con voz entrecortada. Las palabras de papá me habían excitado aun más: si eso fuera posible.

—No mi amor, llevo mucho esperando el momento de metértela por el culo, y además todo lo que te voy a hacer me pone también mucho.

Si en ese momento me hubiera rozado el clítoris una sola vez con una pluma me habría corrido cómo una puta zorra (esta expresión cada vez me gusta más).

Me depositó de pies en el suelo y abrió la puerta. La empujo de lateral y todo el



espejo se movió hacia ese lado. Entramos al interior y la luz se encendió automáticamente. Papá cerró la puerta y entonces me di cuenta de que por ese lado, el espejo dejaba ver nítidamente el dormitorio dónde dormía mi despatarrada hermana.

Papá había empujado hacia un lado la mesa acolchada para dejar más sitio y sobre ella había un gran número de utensilios preparados: muñequeras y tobilleras, mordazas, látigos, cuerdas, vibradores de varios tipos y dispositivos eléctricos desconocidos para mi.

Cogió las muñequeras y empezó a colocármelas. Después, accionó un mando electrónico que había adosado en la pared y dos cadenas empezaron a descender del techo con una separación de un metro más o menos. Sujetó las muñequeras a las cadenas con mosquetones y empezó a elevarme hasta que mis pies se quedaron a medio metro del suelo. Mi cuerpo, estirado hasta lo imposible, marcaba mi caja torácica y papá empezó a pasar sus dedos por mis costillas. Empecé a chillar y patalear porque tengo muchas cosquillas y entonces cogió una barra separadora y la unió a mis tobilleras dejándome con la vagina totalmente expuesta. A continuación, con cuerdas, sujeto las tobilleras al suelo a unos ganchos que había escamoteados, los tensó y me privó de cualquier posibilidad de patalear o resistirme. Regresó ante mi y empezó a trabajarme las costillas mientras que con los labios me atrapaba los pezones y los succionaba. Solo podía gritar y no se cuánto tiempo estuvo pero fue mucho. Finalmente, se separó de mi y suavemente te acaricio el chocho arrancándome un gemido. Mi cuerpo sudaba a mares y brillaba a la luz de las lámparas.


Papá estuvo cogiendo algo de la mesa y regresó junto a mi: eran cables que tenían en la punta pinzas metálicas dentadas. Reparé en que sobre una mesita auxiliar con ruedas había un aparato con muchas luces y botones que estaba conectado a un enchufe. Una de las pinzas la colocó en uno de mis labios vaginales y otro lo conectó al plug anal. Se acercó al aparato, y después de estar unos segundos observándome, dio al interruptor y una descarga eléctrica recorrió mi zona vaginal. Empecé a chillar mientras mi cuerpo se tensaba. Paró y a los pocos segundos conectó de nuevo. Repitió la operación varias veces y finalmente me quito las pinzas y con el dedo acaricio mi línea vaginal. Empecé a jadear y a los pocos segundos me corrí cómo una perra mientras él sonreía.

Papá regresó a la mesa y estuvo buscando algo, después se acercó a mi portando un vibrador corto de punta redondeada y embadurnada en lubricante y que tenía en la base dos cadenitas cortas que terminaban en dos pinzas dentadas con tornillos de seguridad. Se puso a mi lado y mientras con la mano izquierda que sujetaba por el chocho, con la derecha me extrajo el plug y lo dejó caer al suelo. Después noté cómo me ponía la punta del vibrador en la estrada anal y empezaba a presionar. Claramente era un poco más ancho que el plug porque me dolió, pero papá me tenía sujeta por el chocho y eso me daba un placer enorme. Finalmente, entró y metiéndose entre mis piernas noté cómo sujetaba las pinzar a mis labios vaginales después de tensar las cadenas. Cerró los tornillos hasta que los dientes se clavaron en mi piel. El vibrador, que era cilíndrico, no podía salir de mi interior a causa de las pinzas. Se puso delante de mi y enseñándome un mando lo activó y empecé a notar la vibración en el interior de mi ano.

Me puso las pinzas en los pezones y sentí las descargas en ellos. Puso un programa de intervalos que aumentaba la intensidad paulatinamente hasta hacerlo casi insoportable, pero sentía placer a pesar del dolor. Cuándo estaba al máximo deseaba que parara, pero cuándo lo hacia deseaba que empezara.

Papá salio de la habitación y me dejó sola con mi tormento. Al rato regreso con un vaso de whisky y se sentó en el sillón. Mientras me observaba y daba sorbos de la bebida, yo me retorcía colgada de las cadenas y chillaba desaforada. No sé cuánto estuve, pero fue mucho. Mi chocho chorreaba y notaba mis jugos resbalando por la cara interior de mis piernas: seguro que ya tenía un charco entre las piernas.

Se levantó, se acercó a mi y me colocó una mordaza de bola. Con el dedo empezó a acariciarme el clítoris sin ningún miramiento, con energía. A los pocos segundos tuve un orgasmo tan tremendo que me quede inerte colgada de los brazos. No estoy segura de si perdí el conocimiento, pero empecé a notar el dedo de papá hasta que al rato me corrí otra vez. Me dejó y cogiendo de la mesa un látigo con muchas colas, se colocó detrás y empezó a azotarme. No dejó un solo centímetro de mi espalda sin azotar: hombros, omóplatos, riñones, trasero. Después de mucho tiempo, se acercó a mi por delante y me quito las pinzas de los pezones e inclinándose puso una en un labio vaginal, el otro directamente en el clítoris y lo activo de nuevo. Regresó detrás y siguió con los azotes. Al cabo de un rato empezó a girar a mi alrededor muy lentamente mientras seguía azotándome. Ahora los golpes los recibían mis tetas, el costado, el vientre.

Me quitó las pinzas de la vagina y empujo el carro con el aparato apartándolo. Cogió una pinza pequeñita y echando hacia atrás el capuchón del clítoris me la puso dejándomelo totalmente expuesto, y siguió con los azotes, centrándose en mi chocho. La garganta me dolía terriblemente de tanto chillar y un mar de babas salía de mi boca. Cuándo de canso de azotarme, dejó el látigo en la mesa y acercándose por detrás me quitó las pinzas del vibrador y lo sacó. Bajo un poco las cadenas y con una toalla me estuvo secando el cuerpo que estaba totalmente empapado de sudor. Me quito la mordaza de bola y me limpio la cara de babas, sudor y mocos.

Me quitó las tobilleras y me bajo del todo. Las piernas no me sujetaban, pero papá me sujetó para no caer. Me quitó la muñequeras, me cogió en brazos y se sentó en el sillón. Cogió una botella de agua que tenía preparada y me la estuvo dando en pequeños sorbos. En el regazo de papá estaba cómo en trance. Mi cabeza colgaba hacia atrás por un lado y mis piernas por otro. Papá solo me incorporaba para que bebiera y luego me dejaba en la misma posición. Su mano me recorría el torso y mi sentimiento de felicidad era total. Sentía que en ese momento era solo mío y que no lo tenía que compartir con mi hermana. Entonces papá se humedeció el índice y el pulgar de su mano derecha y bajándola me cogió el clítoris con ellos, que seguía expuesto. Mi cuerpo se arqueo y gemí largamente mientras notaba cómo el furor regresaba. Cuándo me llegó, me atrajo hacia él y me beso en la boca mientras me corría.

—Papá, ¿Ya hemos terminado? —pregunté cuando me recuperé mientras seguía refugiada en su pecho.

—No mi amor, me queda follarte el culo.

—¿Todo esto también se lo vas a hacer a Yoli? —pregunté.

—Creo que no, al menos por el momento: es demasiado drástico para ella.

—Que va, —dije incorporándome—. Te aseguro que estaría dispuesta sin problemas. Es mucho más salida que yo.

—¿Y te duermo a ti también mientras se lo hago?

—No papá: yo te puedo ayudar, —papá soltó una carcajada. Apuró su whisky y me levantó en brazos.

Salimos de la habitación y me deposito suavemente sobre la cama dónde Yoli seguía durmiendo. La cogió en brazos, la deposito suavemente sobre la alfombra y regreso a mi lado. Yo había ocupado el centro de la cama y cuándo papá se puso sobre mi le rodee con la piernas y una punzada de placer estallo cuándo rozo con su cuerpo mi expuesto clítoris. Cogió el lubricante y después de embadurnarse la polla, me quitó la pinza y cuándo la sangre volvió al clítoris el dolor que sentí casi me produce otro orgasmo. Me rodeó con sus brazos y mientras mis piernas hacían presa, con mucha suavidad empezó a penetrarme. Notaba nítidamente cómo mi ano rodeaba su polla y la apretaba. No puedo describir las sensaciones, solo diré que creo que los ojos se me pusieron en blanco. Esa mezcla de dolor, placer y la consciencia de ser poseída por papá, de ser usada por el a su antojo, de ser de su propiedad, me subió a los cielos.


Me folló muy lentamente. Su movimiento dentro de mi y el roce con mi sensible clítoris me enloquecía. Tuve varios orgasmos hasta que finalmente papá se corrió en mi interior. Se mantuvo dentro de mi durante mucho tiempo y mientras me llenaba de besos notaba cómo la polla de papá perdía firmeza y dejaba de presionar mi ano. Finalmente, salio de mi y tumbándose a mi lado me paso el brazo por debajo para que apoyase la cabeza. Pasé la pierna por encima, pegué mi cuerpo al suyo y le abracé. Papá seguía besándome en los labios mientras su mano me acariciaba la pierna y el trasero. Notaba cierto escozor por los verdugones de los latigazos, pero me resultaba placentero. Me parecía imposible ser tan feliz.

—Papá ¿Cuándo lo vamos a repetir? —pregunté mientras seguía abrazado a el.

—¿Quieres que lo repitamos mi amor? —cómo respuesta asentí con la cabeza—. No vamos a repetir algo tan drástico porque no es de mi agrado.

—No lo entiendo papi ¿entonces…? —dije mirándole.

—Esto lo tienes que ver cómo una prueba definitiva para saber hasta dónde puedes llegar…

—Puedo llegar hasta dónde tu quieras: puedes hacerme lo que sea, —le interrumpí. Papá giro su cuerpo hacia mi y me abrazó mientras me morreaba con pasión, tanto que por un momento me ilusioné con que me la metiera y me follara otra vez.

—Con vosotras quiero tener exactamente la misma relación que tenía con tu madre. Teníamos un pacto por el cual ella me entregaba su sumisión incondicional y a cambio yo la proporcionaba un placer inimaginable. Aunque parezca que no, me cuesta enormemente haceros daño, aunque se perfectamente que una sesión cómo la que hemos tenido, mama la disfrutaba. Ella, que me conocía perfectamente, jamás me lo pedía: lo dejaba a mi albedrío.

—¿Por qué no te gusta hacerlo?

—Porque a vosotras, igual que a tu madre, os quiero más que a mi propia vida.

—Yo también te quiero papá, igual que Yoli.

Papá me abrazó morreándome y después se giró hacia mis pies ofreciéndome la polla. La atrapé con la boca al instante y empecé a chupar mientras papá hacia lo mismo con mi vagina. Iniciamos un sesenta y nueve largo que volvió a elevarme a los cielos del placer. Los orgasmos se sucedieron hasta que finalmente papá se corrió y mientras me llenaba la boca de esperma con la lengua atacaba su glande arrancándole algunos gemidos.

—Mi amor, casi me matas, —dijo mientras abrazado a mi cadera me besaba el chocho, mientras le seguía chupeteando la polla. Un rato después me preguntó—: ¿Tienes hambre, quieres comer algo?

—Ya lo estoy haciendo, —papá rió complacido, me giró y me abrazó morreándome.

—Ya sabes a que me refiero payasa, —me dijo con cariño.

—Pues la verdad es que si. ¿Qué hora es?

—La una y media, —respondió papá cogiendo su móvil.

—¡No jodas!

—Si mi amor.

—Se me ha pasado la mañana volando papa. ¿Cuánto tiempo he estado ahí dentro?


—Unas cuatro horas, más los preliminares y este epilogo tan fantástico, —me respondió papá mientras me besaba el cuello.

—Pues me apetece… marisco.

—¿Marisco?

—Si, ¿Qué pasa?

—Nada cariño, pero generalmente a los jóvenes os gustan mierdas de esas cómo hamburguesas, pizzas…

—Y a mi el marisco.

—Pues no se hable más, lo que no se es si hay un “telegamba”, —dijo papá riendo.

—No seas bobo. Ahora los de Deliveroo o Uber te traen lo que sea, pero… podríamos ir al centro comercial, a la marisquería, —y mirando a mi hermana que seguía KO añadí—: Lo que no se es si vamos a poder despertar a Yoli.

—De tu hermana ya te puedes olvidar. Hasta dentro de unas horas no se va a despertar y ya veremos si no empalma hasta mañana.

—Y entonces ¿qué hacemos?

—Nada, la dejamos aquí, pero por si acaso trae las muñequeras y las tobilleras, —salí corriendo a por ellas mientras papá cogía a Yoli en brazos y la depositaba en el centro de la cama—. Y una de las cadenas con mosquetones.

Cuándo lo traje todo para empezó a ponérselo mientras yo me iba a dar una ducha rápida. Cuándo salí, vi a mi hermana con las manos sujetas a la espalda, los tobillos también juntos por las tobilleras y de ahí, la cadena iba hasta la pata de la cama.

—Papá me miró y dijo—: no sea que se despierte y se levante desorientada y se caiga por las escaleras.

—¿Dónde has dejado mi plug papa?

—Ya no tienes que llevarlo.

—Y ¿Eso no se volverá a cerrar? —pregunté con ingenuidad.

—Te aseguro que no le va a dar tiempo, —respondió riendo. Y fue cierto. Desde ese día, más o menos alternaba, aunque creo que lo hacia más veces por el culo que por el coño.

 

Papá se duchó rápido, se vistió y bajamos al garaje. En el todoterreno nos acercamos al centro comercia y entramos en la marisquería que estaba a tope de gente cómo era normal en fin de semana.

Papá pidió ostras y el resto me dejó pedirlo a mí. Carabineros a la plancha, gambones cocidos y una langosta: estaba que me salía.

—Papi, porfa…

—¡Uy! Peligro.

—¡Jo! Papa…

—A ver, ¿qué quieres?

—¿Cuándo lleguemos a casa puedo tomarme una cerveza? —le pregunté con voz


ñoña.

—Sobre eso ya hemos hablado mi amor.

—Ya, pero hoy es un día especial: yo creo que me lo he ganado.

Me miró un rato con ojos amorosos y finalmente dijo—: vale, pero no vamos a tener esta conversación más veces, —me levanté dando palmas y le llené de besos—. Y a tu hermana no le digas nada que luego “culo veo, culo quiero”.

—No papi, no la digo nada.

Entre unas cosas y otras nos fuimos de allí a media tarde, pero cuándo llegamos a casa Yoli seguía KO. Bajamos a la cocina, papá cogió dos cervezas y salimos al porche de atrás. Cómo ya estaba anocheciendo y hacia frío me puse el plumas y nos sentamos en los sillones.

Le dí un pequeño trago a mi cerveza y los pezones se me pusieron duros, pero me gustó mucho. Le enseñé las tetas y soltó una carcajada.

—Esta noche no creo que cene: estoy inflado, —dijo papá.

—Es que te has puesto ciego a ostras.

—¿Se nota que me gustan? Y lo demás también.

—El salpicón de marisco que hemos pedido al final ha sobrado.

—Y los postres.

—Eso también. Me apunto a lo de no cenar, —y abriéndome el plumas para que viera mi vientre añadí—: mira cómo tengo la tripa.

Entre confidencias y risas nos terminamos las cervezas. Hablamos de muchas cosas, incluso de política y finalmente se levantó.

—Voy a ver si logro despertar a Yoli si es que no se ha despertado ya: ella si tiene que cenar.

Subimos al dormitorio y mi hermana seguía KO. Me quité el plumas, me subí a la cama y la quité las muñequeras y las tobilleras. Después la atraje hacia mi y la abrace para empezar a darla tortitas en la cara. Empezó a refunfuñar, pero insistí hasta que logre que abriera los ojos. Me miro con una mirada vidriosa y los volvió a cerrar.

—No, no, despierta, —la apremié y volvió a abrirlos.

—Voy a prepararla una tortilla francesa mientras la terminas de despertar.

—Vale papá: ahora bajamos. Creo.


 

Pasaron tres semanas y Yoli estaba un poco pesadita. Tonta no era y se había dado cuenta de que ya no llevaba el plug en el culo y lo que era más obvio, papá me follaba por él. Sobre cómo me había ganado el derecho a eso, no había pormenorizado con mi hermana, pero algo sabía porque se lo había contado, aunque cómo ya he dicho no entré en detalles. Perseguía a papá insistiéndole en que quería ser cómo yo: no lo entendía. Algo que tampoco entendía era por qué la habíamos dormido y eso la tenía muy mosqueada e irritable. Finalmente, papá cogió el toro por los cuernos y después de hacerme una señal para que los dejara solos, se metieron en la cama y durante buena parte de la tarde la estuvo follando solo a ella. Después, con ella en brazos se sentó en el sillón y hablaron. No se exactamente cómo fue la conversación, pero conociendo a papá la comedura de coco fue de libro y mi hermana se quedó más tranquila, principalmente porque la prometió que en el siguiente fin de semana, para lo que faltaban cuatro días, la quitaría el plug.


 

Antes de seguir me gustaría aclarar algo porque puede dar la impresión de que follamos a todas horas cómo los conejos, y sí, nuestra vida sexual era intensa, pero entre semana lo era en poco tiempo. Papá, de madrugada siempre nos follaba a alguna de las dos y se iba a trabajar. Regresaba a eso de las seis y media de la tarde y se follaba a la que no lo había hecho por la mañana. Si a mi me había follado por la mañana, a Yoli la tocaba por la tarde y a la inversa.

Después nos dejaba hasta la hora de irnos a la cama, algo que hacíamos pronto porque por la mañana papá madrugaba mucho y cómo ya he dicho, a alguna de las dos nos dejaba folladas. En ese tiempo, hacíamos las cosas del cole, preparábamos la cena, veíamos la tele o nos metíamos en Internet.

En la cama nos enrollábamos mucho más y nos follaba a las dos además de que normalmente lo hacíamos entre nosotras, algo que le encantaba, tanto que en ocasiones nos sacaba fotos o nos grababa en video. De nosotras tiene miles de fotos y decenas de videos e incluso hacíamos sesiones individuales para el. Eran muy divertidas y siempre en fin de semana o vacaciones porque eran largas. Cuándo una hacia de modelo, la otra se ocupaba del maquillaje y el estilismo. Comprábamos por Internet disfraces y ropa sugerente de todo tipo que luego empleábamos en las sesiones. En el desván, que hasta entonces no utilizábamos salvo para guardar trastos, entre mi hermana y yo habilitamos un espacio amplio como estudio, con sus focos y todo, y teníamos un gran ropero dónde guardábamos la ropa. El día más divertido de todos fue cuándo convencimos a papá para que él fuera el modelo. Desnudo sobre la tarima y moviéndose cómo una modelo patosa, cada una con su cámara le sacamos cientos de fotos. Después empezamos a disfrazarle con lo que pudimos, porque había trajes que no le entraban y a maquillarle. Papá era feliz disfrutando de sus hijas. En ocasiones, cuándo nos tenía cerca, nos metía mano o lo intentaba y nosotras en un mar de risas, le rehuíamos y le dábamos la bronca.

Durante los fines de semana tampoco fallábamos a todas horas: papá es un ser humano no una maquina. Salimos a hacer deporte juntos, vamos al centro comercial a comer o de compras, vamos al cine o si estábamos en casa jugamos a algún juego de mesa o la Play.

Lo que si reina en casa y en nuestra relación un ambiente de sensualidad total, y no por el hecho de que las dos estamos siempre desnudas, es por nuestra actitud. Nos exhibimos todo lo que podemos, nos pavoneamos cómo pavos reales machos, siempre estamos acariciándonos y besándonos ante la mirada complacida de papá.

En ocasiones nos “tapamos” con velos transparentes y actuamos cómo en una representación teatral. Incluso tiempo después, con nuestra relación totalmente asentada, le pedimos a papá que nos instalara en el gimnasio una barra de pole dance: se nos da muy bien y a papá le gusta mucho.


 

Cuatro días después llegó el gran día de mi hermana. Estaba un poco nerviosa y por supuesto muy excitada, más de lo que es habitual en ella y además casi no había dormido. La había sentido moverse durante la noche. Pero lo que más estaba es expectante y de madrugada ya saltó de la cama e hizo una visita a la habitación del pánico. Papá miró la hora en el móvil y la llamó a la cama. Cuándo se acercó, la abrazo y acoplándose a ella siguió durmiendo. Cuándo por fin nos levantamos, todavía no había amanecido del todo: Yoli nos había desvelado a todos.

Se quedó un poco desconcertada cuándo vio que papá no preparaba nada en la habitación del pánico y las cosas que iba a utilizar las había sacado y ahora estaban sobre la cama.

—¿No me vas a colgar papi? —preguntó Yoli con el ceño fruncido.

—No mi amor, para hoy tengo pensada otra cosa. ¿Tu quieres que te cuelgue cómo a tú hermana? —mi hermana afirmó con la cabeza y papá la abrazó llenándola de besos—. Vale, pues no te preocupes que otro día lo hacemos, pero a ti, por lista, te voy a colgar de los pies: cabeza abajo.

—¿Por los pies? ¡Si! —dijo Yoli ilusionada.

—Venga, vamos a empezar: ¿Estás preparada?

—Si papi.

La sujeté las manos a la espalda con unas esposas mientras papá preparaba el mismo compuesto que me aplicó a mi. Cuándo se acercó a nosotras, puse a Yoli de rodillas, la separé las piernas y la incliné hacia delante dejándola con el culo en popa. La quite con cuidado el plug, la lubrique bien el ano y papá la introdujo el tubito. El liquido entró despacio y cuándo todo estuvo dentro, lo sacó y rápidamente la introduje otra vez el plug. La ayudé a levantarse, la llevé al baño y la senté en el inodoro. Yo me puse a su lado y con la mano izquierda la sujetaba el plug porque no estaba segura de que no saliera disparado.

—¡Tienes que aguantar por lo menos media hora! —la ordené a gritos y reparé en que papá había cogido una cámara de video y lo estaba grabando todo. Se acercó y la metió la polla en la boca mientras seguía grabando desde arriba. Aprovechando en que yo estaba al lado besaba el lateral de su polla y me excitaba mucho sentirla correr por mis labios mientras mi hermana se la tragaba. Papá me recompensaba y en ocasiones me la metía a fondo y luego se la volvía a meter a Yoli. Finalmente, se corrió y sacando la polla de la boca de mi hermana nos llenó la cara de esperma. Rápidamente recogí con la boca la corrida que tenía mi hermana en la cara y se lo eché en su boca.

Mientras ocurría todo esto, mi hermana se quejaba de los retortijones de la tripa y tengo la seguridad de que si no lo hubiera estando sujetando, hubiera dado un taponazo que habría roto la porcelana del inodoro.

—Ya se lo puedes quitar si quieres, —me dijo papá después de mirar el reloj. Para hacerla sufrir empecé a mover el plug mientras Yoli aumentaba en sus quejas.

—Preparados, listos, —dije con humor después de un rato y papá soltó una carcajada—. ¡Ya!

No me dio tiempo a retirar la mano y con la descarga me la llenó de mierda. ¡Joder que asco! Pero la culpa fue mía por fiarme. Papá se revolcaba de la risa.

Mientras me lavaba la mano, papá se quedó con Yoli para impedir que se levantara y masajeándola la tripa hasta que lo echó todo.

—Ali, baña a tu hermana, —dijo papá después de un rato de espera—. Pero no la pongas el plug: no hace falta.

—Haber dónde esta el plug, —dije con humor—. Con el cañonazo se me ha escapado de la mano.

—¡Joder! Pues eso puede romper la tubería si hay algún codo al aire y haber cómo se lo explicamos luego al fontanero.

Al rato, salimos las dos duchadas y preparadas. La sujeté los brazos a la espalda con la cinta de embalar y papá me dio el vibrador corto con las cadenitas que usó conmigo.

—Colócaselo: ya sabes cómo va, —me dijo. La unté con el lubricante todo el ano y no sin cierta dificultad se lo metí. Después sujete las pinzas dentadas en los labios vaginales y apreté las tuercas para que no se escaparan. En una de las pinzas salio una gota de sangre, prueba de que tal vez había apretado demasiado. Yoli no dijo nada, pero resoplaba con el dolor. Estaba tan excitada que le resultaba placentero cómo me ocurrió a mi.

Entonces papá se acercó con una pinza pequeña de la mano y procedió a echarla hacia atrás el capuchón del clítoris y se lo colocó dejándolo expuesto.

—Colócala la mordaza de bola, —me ordenó y mientras lo hacia vi cómo papá cogía una cadenita con dos pinzas dentada y se lo colocaba en los pezones. Con esto si que se quejó Yoli, pero papá la ignoró. Después, cogió una especie de reloj digital y lo colgó en el centro de la cadena. A continuación, me dio una fusta y un vibrador tipo hitachi—. Ya podemos empezar. Primero te voy a explicar lo que vamos a hacer para que no tengas ninguna duda. De todo se va a encargar Ali. Lo que tienes colgado de los pezones es un cronómetro y va a sonar durante un minuto cada diez minutos. Cuándo lo ponga en marcha empezaras a andar por toda la casa y la recorrerás entera todas las veces que sean necesarias. Tu hermana te dirigirá con la fusta dándote en el trasero. Cuándo suene el cronómetro, dejaras de andar y durante ese minuto Ali te pondrá el hitachi en el clítoris. Cuándo deje de sonar vuelves a andar dirigida por la fusta. ¿Lo habéis entendido las dos? —respondimos afirmando con la cabeza—. Pues entonces, el tiempo empieza: ya.

Activo el cronómetro y el vibrador y Yoli empezó a andar con cierta dificultad por el grosor del aparato que tenía alojado en el culo, mientras yo la daba golpecitos con la fusta. Al principio flojos, pero luego me vine arriba y la daba fuerte. No sabría decir quien estaba más excitada, si ella o yo.

Cuándo sonó la primera vez, la paré y la aplique el hitachi en el clítoris y automáticamente Yoli empezó a gemir, pero no la dio tiempo a correrse porque cuándo dejó de sonar lo retiré y la hice andar con la fusta. La segunda vez tampoco lo consiguió, pero a la tercera se corrió casi instantáneamente. Incluso la tuve que sujetar porque las piernas se le aflojaron mientras las babas fluían cómo interminables hilillos de su boca.

Recorrimos varias veces la casa, desde el sótano al desván, mientras papá seguía grabándolo todo con la cámara de video con un palo de selfis. Incluso salimos al jardín trasero y lo recorrimos entero. Cuándo parábamos, en ocasiones papá se pegaba a mi y me rozaba con la polla y eso me ponía a cien. Estuvimos así más de dos horas y Yoli al final tenía orgasmos incluso andando y sin que la aplicara el hitachi.

Cuándo vio que estaba muy agotada, me hizo una indicación para que la llevara hasta el dormitorio. Una ver en el procedí a quitarla todo el aparataje y a liberarla los brazos. Me entregó la cámara, la cogió en brazos y se tumbó con ella en la cama. Rápidamente Yoli se abrazó a el con brazos y piernas mientras papá la morreaba con pasión. Zafándose un poco del amoroso abrazo, se untó la polla con lubricante y también a ella. Se volvió a tumbar sobre ella y con sumo cuidado la fue penetrando muy despacio. A mi hermana se le pusieron casi los ojos en blanco y cuándo papá empezó a mover la pelvis, empezó a gemir. Tuvo muchos orgasmos, porque papá fue increíblemente lento y sus labios estaban casi en permanente contacto con los de ella. Finalmente, se corrió sincronizado con el último de Yoli, e igual que hizo conmigo estuvo mucho tiempo sin sacarla la polla mientras recorría la parte superior de su cuerpo a besos. Finalmente, tuvo el último orgasmo sin que papá hiciera nada especial para provocárselo.

Cuándo por fin salio de ella, Yoli se quedó inerte en la cama y pequeños espasmos recorrían su cuerpo. Me subí a la cama y seguí gravándola. La imagen recorría el cuerpo desnudo de mi hermana y finalmente se centró en su orificio anal por dónde se escapaba algo de esperma.

—Papá, hay que celebrarlo cómo la última vez, —le dije cuándo deje de grabar.

—No se si tu hermana va a querer salir… —pero se interrumpió porque Yoli levantó la mano con el dedo pulgar arriba. Los dos nos echamos a reír—. Vale, voy a llamar para reservar que la otra vez casi nos quedamos sin sitio.

Una hora después, entramos en el restaurante y empezamos a pedir de todo. Yoli se empeñó en probar las ostras de papá y para mi sorpresa la encantaron y hubo que pedir media docena más.

—Papá, cuándo regresemos a casa me gustaría probar una cosa, —dijo Yoli con voz ñoña.

—¿Ya estamos con lo del vino?

—No, ahora quiero champagne.

—¡Joder Yoli! La otra vez te sentó mal.

—Anda porfa.

—A mi también me gustaría, —apoyé a mi hermana.

—En casa no hay, —dijo papá para haber si colaba.

—Nos la llevamos de aquí.

Papá nos miró largamente con cariño y dijo—: Venga vale.

—Pero francés.

—Que si pesadas.