jueves, 8 de octubre de 2020

Mi padre, nuestro amo (capitulo 3) El adiestramiento (2)

 

Salí del baño en los brazos de papá, pasamos al lado de la cama dónde Yoli seguía despatarrada y KO y llegamos ante el gran espejo que escondía la entrada a la habitación del pánico habilitada cómo cámara de juegos sado. Se detuvo ante él y durante unos segundos se estuvo mirando. Yo también miré y la imagen que vi era muy potente: desnuda sobre los fuertes brazos de papá.

—Pero que preciosa eres Ali, —dijo mientras me atraía más hacia él para poder besarme el cuello. Me dan ganas de posponer todo esto y estar follándote todo el día.

—Si papá por favor, —dije con voz entrecortada. Las palabras de papá me habían excitado aun más: si eso fuera posible.

—No mi amor, llevo mucho esperando el momento de metértela por el culo, y además todo lo que te voy a hacer me pone también mucho.

Si en ese momento me hubiera rozado el clítoris una sola vez con una pluma me habría corrido cómo una puta zorra (esta expresión cada vez me gusta más).

Me depositó de pies en el suelo y abrió la puerta. La empujo de lateral y todo el



espejo se movió hacia ese lado. Entramos al interior y la luz se encendió automáticamente. Papá cerró la puerta y entonces me di cuenta de que por ese lado, el espejo dejaba ver nítidamente el dormitorio dónde dormía mi despatarrada hermana.

Papá había empujado hacia un lado la mesa acolchada para dejar más sitio y sobre ella había un gran número de utensilios preparados: muñequeras y tobilleras, mordazas, látigos, cuerdas, vibradores de varios tipos y dispositivos eléctricos desconocidos para mi.

Cogió las muñequeras y empezó a colocármelas. Después, accionó un mando electrónico que había adosado en la pared y dos cadenas empezaron a descender del techo con una separación de un metro más o menos. Sujetó las muñequeras a las cadenas con mosquetones y empezó a elevarme hasta que mis pies se quedaron a medio metro del suelo. Mi cuerpo, estirado hasta lo imposible, marcaba mi caja torácica y papá empezó a pasar sus dedos por mis costillas. Empecé a chillar y patalear porque tengo muchas cosquillas y entonces cogió una barra separadora y la unió a mis tobilleras dejándome con la vagina totalmente expuesta. A continuación, con cuerdas, sujeto las tobilleras al suelo a unos ganchos que había escamoteados, los tensó y me privó de cualquier posibilidad de patalear o resistirme. Regresó ante mi y empezó a trabajarme las costillas mientras que con los labios me atrapaba los pezones y los succionaba. Solo podía gritar y no se cuánto tiempo estuvo pero fue mucho. Finalmente, se separó de mi y suavemente te acaricio el chocho arrancándome un gemido. Mi cuerpo sudaba a mares y brillaba a la luz de las lámparas.


Papá estuvo cogiendo algo de la mesa y regresó junto a mi: eran cables que tenían en la punta pinzas metálicas dentadas. Reparé en que sobre una mesita auxiliar con ruedas había un aparato con muchas luces y botones que estaba conectado a un enchufe. Una de las pinzas la colocó en uno de mis labios vaginales y otro lo conectó al plug anal. Se acercó al aparato, y después de estar unos segundos observándome, dio al interruptor y una descarga eléctrica recorrió mi zona vaginal. Empecé a chillar mientras mi cuerpo se tensaba. Paró y a los pocos segundos conectó de nuevo. Repitió la operación varias veces y finalmente me quito las pinzas y con el dedo acaricio mi línea vaginal. Empecé a jadear y a los pocos segundos me corrí cómo una perra mientras él sonreía.

Papá regresó a la mesa y estuvo buscando algo, después se acercó a mi portando un vibrador corto de punta redondeada y embadurnada en lubricante y que tenía en la base dos cadenitas cortas que terminaban en dos pinzas dentadas con tornillos de seguridad. Se puso a mi lado y mientras con la mano izquierda que sujetaba por el chocho, con la derecha me extrajo el plug y lo dejó caer al suelo. Después noté cómo me ponía la punta del vibrador en la estrada anal y empezaba a presionar. Claramente era un poco más ancho que el plug porque me dolió, pero papá me tenía sujeta por el chocho y eso me daba un placer enorme. Finalmente, entró y metiéndose entre mis piernas noté cómo sujetaba las pinzar a mis labios vaginales después de tensar las cadenas. Cerró los tornillos hasta que los dientes se clavaron en mi piel. El vibrador, que era cilíndrico, no podía salir de mi interior a causa de las pinzas. Se puso delante de mi y enseñándome un mando lo activó y empecé a notar la vibración en el interior de mi ano.

Me puso las pinzas en los pezones y sentí las descargas en ellos. Puso un programa de intervalos que aumentaba la intensidad paulatinamente hasta hacerlo casi insoportable, pero sentía placer a pesar del dolor. Cuándo estaba al máximo deseaba que parara, pero cuándo lo hacia deseaba que empezara.

Papá salio de la habitación y me dejó sola con mi tormento. Al rato regreso con un vaso de whisky y se sentó en el sillón. Mientras me observaba y daba sorbos de la bebida, yo me retorcía colgada de las cadenas y chillaba desaforada. No sé cuánto estuve, pero fue mucho. Mi chocho chorreaba y notaba mis jugos resbalando por la cara interior de mis piernas: seguro que ya tenía un charco entre las piernas.

Se levantó, se acercó a mi y me colocó una mordaza de bola. Con el dedo empezó a acariciarme el clítoris sin ningún miramiento, con energía. A los pocos segundos tuve un orgasmo tan tremendo que me quede inerte colgada de los brazos. No estoy segura de si perdí el conocimiento, pero empecé a notar el dedo de papá hasta que al rato me corrí otra vez. Me dejó y cogiendo de la mesa un látigo con muchas colas, se colocó detrás y empezó a azotarme. No dejó un solo centímetro de mi espalda sin azotar: hombros, omóplatos, riñones, trasero. Después de mucho tiempo, se acercó a mi por delante y me quito las pinzas de los pezones e inclinándose puso una en un labio vaginal, el otro directamente en el clítoris y lo activo de nuevo. Regresó detrás y siguió con los azotes. Al cabo de un rato empezó a girar a mi alrededor muy lentamente mientras seguía azotándome. Ahora los golpes los recibían mis tetas, el costado, el vientre.

Me quitó las pinzas de la vagina y empujo el carro con el aparato apartándolo. Cogió una pinza pequeñita y echando hacia atrás el capuchón del clítoris me la puso dejándomelo totalmente expuesto, y siguió con los azotes, centrándose en mi chocho. La garganta me dolía terriblemente de tanto chillar y un mar de babas salía de mi boca. Cuándo de canso de azotarme, dejó el látigo en la mesa y acercándose por detrás me quitó las pinzas del vibrador y lo sacó. Bajo un poco las cadenas y con una toalla me estuvo secando el cuerpo que estaba totalmente empapado de sudor. Me quito la mordaza de bola y me limpio la cara de babas, sudor y mocos.

Me quitó las tobilleras y me bajo del todo. Las piernas no me sujetaban, pero papá me sujetó para no caer. Me quitó la muñequeras, me cogió en brazos y se sentó en el sillón. Cogió una botella de agua que tenía preparada y me la estuvo dando en pequeños sorbos. En el regazo de papá estaba cómo en trance. Mi cabeza colgaba hacia atrás por un lado y mis piernas por otro. Papá solo me incorporaba para que bebiera y luego me dejaba en la misma posición. Su mano me recorría el torso y mi sentimiento de felicidad era total. Sentía que en ese momento era solo mío y que no lo tenía que compartir con mi hermana. Entonces papá se humedeció el índice y el pulgar de su mano derecha y bajándola me cogió el clítoris con ellos, que seguía expuesto. Mi cuerpo se arqueo y gemí largamente mientras notaba cómo el furor regresaba. Cuándo me llegó, me atrajo hacia él y me beso en la boca mientras me corría.

—Papá, ¿Ya hemos terminado? —pregunté cuando me recuperé mientras seguía refugiada en su pecho.

—No mi amor, me queda follarte el culo.

—¿Todo esto también se lo vas a hacer a Yoli? —pregunté.

—Creo que no, al menos por el momento: es demasiado drástico para ella.

—Que va, —dije incorporándome—. Te aseguro que estaría dispuesta sin problemas. Es mucho más salida que yo.

—¿Y te duermo a ti también mientras se lo hago?

—No papá: yo te puedo ayudar, —papá soltó una carcajada. Apuró su whisky y me levantó en brazos.

Salimos de la habitación y me deposito suavemente sobre la cama dónde Yoli seguía durmiendo. La cogió en brazos, la deposito suavemente sobre la alfombra y regreso a mi lado. Yo había ocupado el centro de la cama y cuándo papá se puso sobre mi le rodee con la piernas y una punzada de placer estallo cuándo rozo con su cuerpo mi expuesto clítoris. Cogió el lubricante y después de embadurnarse la polla, me quitó la pinza y cuándo la sangre volvió al clítoris el dolor que sentí casi me produce otro orgasmo. Me rodeó con sus brazos y mientras mis piernas hacían presa, con mucha suavidad empezó a penetrarme. Notaba nítidamente cómo mi ano rodeaba su polla y la apretaba. No puedo describir las sensaciones, solo diré que creo que los ojos se me pusieron en blanco. Esa mezcla de dolor, placer y la consciencia de ser poseída por papá, de ser usada por el a su antojo, de ser de su propiedad, me subió a los cielos.


Me folló muy lentamente. Su movimiento dentro de mi y el roce con mi sensible clítoris me enloquecía. Tuve varios orgasmos hasta que finalmente papá se corrió en mi interior. Se mantuvo dentro de mi durante mucho tiempo y mientras me llenaba de besos notaba cómo la polla de papá perdía firmeza y dejaba de presionar mi ano. Finalmente, salio de mi y tumbándose a mi lado me paso el brazo por debajo para que apoyase la cabeza. Pasé la pierna por encima, pegué mi cuerpo al suyo y le abracé. Papá seguía besándome en los labios mientras su mano me acariciaba la pierna y el trasero. Notaba cierto escozor por los verdugones de los latigazos, pero me resultaba placentero. Me parecía imposible ser tan feliz.

—Papá ¿Cuándo lo vamos a repetir? —pregunté mientras seguía abrazado a el.

—¿Quieres que lo repitamos mi amor? —cómo respuesta asentí con la cabeza—. No vamos a repetir algo tan drástico porque no es de mi agrado.

—No lo entiendo papi ¿entonces…? —dije mirándole.

—Esto lo tienes que ver cómo una prueba definitiva para saber hasta dónde puedes llegar…

—Puedo llegar hasta dónde tu quieras: puedes hacerme lo que sea, —le interrumpí. Papá giro su cuerpo hacia mi y me abrazó mientras me morreaba con pasión, tanto que por un momento me ilusioné con que me la metiera y me follara otra vez.

—Con vosotras quiero tener exactamente la misma relación que tenía con tu madre. Teníamos un pacto por el cual ella me entregaba su sumisión incondicional y a cambio yo la proporcionaba un placer inimaginable. Aunque parezca que no, me cuesta enormemente haceros daño, aunque se perfectamente que una sesión cómo la que hemos tenido, mama la disfrutaba. Ella, que me conocía perfectamente, jamás me lo pedía: lo dejaba a mi albedrío.

—¿Por qué no te gusta hacerlo?

—Porque a vosotras, igual que a tu madre, os quiero más que a mi propia vida.

—Yo también te quiero papá, igual que Yoli.

Papá me abrazó morreándome y después se giró hacia mis pies ofreciéndome la polla. La atrapé con la boca al instante y empecé a chupar mientras papá hacia lo mismo con mi vagina. Iniciamos un sesenta y nueve largo que volvió a elevarme a los cielos del placer. Los orgasmos se sucedieron hasta que finalmente papá se corrió y mientras me llenaba la boca de esperma con la lengua atacaba su glande arrancándole algunos gemidos.

—Mi amor, casi me matas, —dijo mientras abrazado a mi cadera me besaba el chocho, mientras le seguía chupeteando la polla. Un rato después me preguntó—: ¿Tienes hambre, quieres comer algo?

—Ya lo estoy haciendo, —papá rió complacido, me giró y me abrazó morreándome.

—Ya sabes a que me refiero payasa, —me dijo con cariño.

—Pues la verdad es que si. ¿Qué hora es?

—La una y media, —respondió papá cogiendo su móvil.

—¡No jodas!

—Si mi amor.

—Se me ha pasado la mañana volando papa. ¿Cuánto tiempo he estado ahí dentro?


—Unas cuatro horas, más los preliminares y este epilogo tan fantástico, —me respondió papá mientras me besaba el cuello.

—Pues me apetece… marisco.

—¿Marisco?

—Si, ¿Qué pasa?

—Nada cariño, pero generalmente a los jóvenes os gustan mierdas de esas cómo hamburguesas, pizzas…

—Y a mi el marisco.

—Pues no se hable más, lo que no se es si hay un “telegamba”, —dijo papá riendo.

—No seas bobo. Ahora los de Deliveroo o Uber te traen lo que sea, pero… podríamos ir al centro comercial, a la marisquería, —y mirando a mi hermana que seguía KO añadí—: Lo que no se es si vamos a poder despertar a Yoli.

—De tu hermana ya te puedes olvidar. Hasta dentro de unas horas no se va a despertar y ya veremos si no empalma hasta mañana.

—Y entonces ¿qué hacemos?

—Nada, la dejamos aquí, pero por si acaso trae las muñequeras y las tobilleras, —salí corriendo a por ellas mientras papá cogía a Yoli en brazos y la depositaba en el centro de la cama—. Y una de las cadenas con mosquetones.

Cuándo lo traje todo para empezó a ponérselo mientras yo me iba a dar una ducha rápida. Cuándo salí, vi a mi hermana con las manos sujetas a la espalda, los tobillos también juntos por las tobilleras y de ahí, la cadena iba hasta la pata de la cama.

—Papá me miró y dijo—: no sea que se despierte y se levante desorientada y se caiga por las escaleras.

—¿Dónde has dejado mi plug papa?

—Ya no tienes que llevarlo.

—Y ¿Eso no se volverá a cerrar? —pregunté con ingenuidad.

—Te aseguro que no le va a dar tiempo, —respondió riendo. Y fue cierto. Desde ese día, más o menos alternaba, aunque creo que lo hacia más veces por el culo que por el coño.

 

Papá se duchó rápido, se vistió y bajamos al garaje. En el todoterreno nos acercamos al centro comercia y entramos en la marisquería que estaba a tope de gente cómo era normal en fin de semana.

Papá pidió ostras y el resto me dejó pedirlo a mí. Carabineros a la plancha, gambones cocidos y una langosta: estaba que me salía.

—Papi, porfa…

—¡Uy! Peligro.

—¡Jo! Papa…

—A ver, ¿qué quieres?

—¿Cuándo lleguemos a casa puedo tomarme una cerveza? —le pregunté con voz


ñoña.

—Sobre eso ya hemos hablado mi amor.

—Ya, pero hoy es un día especial: yo creo que me lo he ganado.

Me miró un rato con ojos amorosos y finalmente dijo—: vale, pero no vamos a tener esta conversación más veces, —me levanté dando palmas y le llené de besos—. Y a tu hermana no le digas nada que luego “culo veo, culo quiero”.

—No papi, no la digo nada.

Entre unas cosas y otras nos fuimos de allí a media tarde, pero cuándo llegamos a casa Yoli seguía KO. Bajamos a la cocina, papá cogió dos cervezas y salimos al porche de atrás. Cómo ya estaba anocheciendo y hacia frío me puse el plumas y nos sentamos en los sillones.

Le dí un pequeño trago a mi cerveza y los pezones se me pusieron duros, pero me gustó mucho. Le enseñé las tetas y soltó una carcajada.

—Esta noche no creo que cene: estoy inflado, —dijo papá.

—Es que te has puesto ciego a ostras.

—¿Se nota que me gustan? Y lo demás también.

—El salpicón de marisco que hemos pedido al final ha sobrado.

—Y los postres.

—Eso también. Me apunto a lo de no cenar, —y abriéndome el plumas para que viera mi vientre añadí—: mira cómo tengo la tripa.

Entre confidencias y risas nos terminamos las cervezas. Hablamos de muchas cosas, incluso de política y finalmente se levantó.

—Voy a ver si logro despertar a Yoli si es que no se ha despertado ya: ella si tiene que cenar.

Subimos al dormitorio y mi hermana seguía KO. Me quité el plumas, me subí a la cama y la quité las muñequeras y las tobilleras. Después la atraje hacia mi y la abrace para empezar a darla tortitas en la cara. Empezó a refunfuñar, pero insistí hasta que logre que abriera los ojos. Me miro con una mirada vidriosa y los volvió a cerrar.

—No, no, despierta, —la apremié y volvió a abrirlos.

—Voy a prepararla una tortilla francesa mientras la terminas de despertar.

—Vale papá: ahora bajamos. Creo.


 

Pasaron tres semanas y Yoli estaba un poco pesadita. Tonta no era y se había dado cuenta de que ya no llevaba el plug en el culo y lo que era más obvio, papá me follaba por él. Sobre cómo me había ganado el derecho a eso, no había pormenorizado con mi hermana, pero algo sabía porque se lo había contado, aunque cómo ya he dicho no entré en detalles. Perseguía a papá insistiéndole en que quería ser cómo yo: no lo entendía. Algo que tampoco entendía era por qué la habíamos dormido y eso la tenía muy mosqueada e irritable. Finalmente, papá cogió el toro por los cuernos y después de hacerme una señal para que los dejara solos, se metieron en la cama y durante buena parte de la tarde la estuvo follando solo a ella. Después, con ella en brazos se sentó en el sillón y hablaron. No se exactamente cómo fue la conversación, pero conociendo a papá la comedura de coco fue de libro y mi hermana se quedó más tranquila, principalmente porque la prometió que en el siguiente fin de semana, para lo que faltaban cuatro días, la quitaría el plug.


 

Antes de seguir me gustaría aclarar algo porque puede dar la impresión de que follamos a todas horas cómo los conejos, y sí, nuestra vida sexual era intensa, pero entre semana lo era en poco tiempo. Papá, de madrugada siempre nos follaba a alguna de las dos y se iba a trabajar. Regresaba a eso de las seis y media de la tarde y se follaba a la que no lo había hecho por la mañana. Si a mi me había follado por la mañana, a Yoli la tocaba por la tarde y a la inversa.

Después nos dejaba hasta la hora de irnos a la cama, algo que hacíamos pronto porque por la mañana papá madrugaba mucho y cómo ya he dicho, a alguna de las dos nos dejaba folladas. En ese tiempo, hacíamos las cosas del cole, preparábamos la cena, veíamos la tele o nos metíamos en Internet.

En la cama nos enrollábamos mucho más y nos follaba a las dos además de que normalmente lo hacíamos entre nosotras, algo que le encantaba, tanto que en ocasiones nos sacaba fotos o nos grababa en video. De nosotras tiene miles de fotos y decenas de videos e incluso hacíamos sesiones individuales para el. Eran muy divertidas y siempre en fin de semana o vacaciones porque eran largas. Cuándo una hacia de modelo, la otra se ocupaba del maquillaje y el estilismo. Comprábamos por Internet disfraces y ropa sugerente de todo tipo que luego empleábamos en las sesiones. En el desván, que hasta entonces no utilizábamos salvo para guardar trastos, entre mi hermana y yo habilitamos un espacio amplio como estudio, con sus focos y todo, y teníamos un gran ropero dónde guardábamos la ropa. El día más divertido de todos fue cuándo convencimos a papá para que él fuera el modelo. Desnudo sobre la tarima y moviéndose cómo una modelo patosa, cada una con su cámara le sacamos cientos de fotos. Después empezamos a disfrazarle con lo que pudimos, porque había trajes que no le entraban y a maquillarle. Papá era feliz disfrutando de sus hijas. En ocasiones, cuándo nos tenía cerca, nos metía mano o lo intentaba y nosotras en un mar de risas, le rehuíamos y le dábamos la bronca.

Durante los fines de semana tampoco fallábamos a todas horas: papá es un ser humano no una maquina. Salimos a hacer deporte juntos, vamos al centro comercial a comer o de compras, vamos al cine o si estábamos en casa jugamos a algún juego de mesa o la Play.

Lo que si reina en casa y en nuestra relación un ambiente de sensualidad total, y no por el hecho de que las dos estamos siempre desnudas, es por nuestra actitud. Nos exhibimos todo lo que podemos, nos pavoneamos cómo pavos reales machos, siempre estamos acariciándonos y besándonos ante la mirada complacida de papá.

En ocasiones nos “tapamos” con velos transparentes y actuamos cómo en una representación teatral. Incluso tiempo después, con nuestra relación totalmente asentada, le pedimos a papá que nos instalara en el gimnasio una barra de pole dance: se nos da muy bien y a papá le gusta mucho.


 

Cuatro días después llegó el gran día de mi hermana. Estaba un poco nerviosa y por supuesto muy excitada, más de lo que es habitual en ella y además casi no había dormido. La había sentido moverse durante la noche. Pero lo que más estaba es expectante y de madrugada ya saltó de la cama e hizo una visita a la habitación del pánico. Papá miró la hora en el móvil y la llamó a la cama. Cuándo se acercó, la abrazo y acoplándose a ella siguió durmiendo. Cuándo por fin nos levantamos, todavía no había amanecido del todo: Yoli nos había desvelado a todos.

Se quedó un poco desconcertada cuándo vio que papá no preparaba nada en la habitación del pánico y las cosas que iba a utilizar las había sacado y ahora estaban sobre la cama.

—¿No me vas a colgar papi? —preguntó Yoli con el ceño fruncido.

—No mi amor, para hoy tengo pensada otra cosa. ¿Tu quieres que te cuelgue cómo a tú hermana? —mi hermana afirmó con la cabeza y papá la abrazó llenándola de besos—. Vale, pues no te preocupes que otro día lo hacemos, pero a ti, por lista, te voy a colgar de los pies: cabeza abajo.

—¿Por los pies? ¡Si! —dijo Yoli ilusionada.

—Venga, vamos a empezar: ¿Estás preparada?

—Si papi.

La sujeté las manos a la espalda con unas esposas mientras papá preparaba el mismo compuesto que me aplicó a mi. Cuándo se acercó a nosotras, puse a Yoli de rodillas, la separé las piernas y la incliné hacia delante dejándola con el culo en popa. La quite con cuidado el plug, la lubrique bien el ano y papá la introdujo el tubito. El liquido entró despacio y cuándo todo estuvo dentro, lo sacó y rápidamente la introduje otra vez el plug. La ayudé a levantarse, la llevé al baño y la senté en el inodoro. Yo me puse a su lado y con la mano izquierda la sujetaba el plug porque no estaba segura de que no saliera disparado.

—¡Tienes que aguantar por lo menos media hora! —la ordené a gritos y reparé en que papá había cogido una cámara de video y lo estaba grabando todo. Se acercó y la metió la polla en la boca mientras seguía grabando desde arriba. Aprovechando en que yo estaba al lado besaba el lateral de su polla y me excitaba mucho sentirla correr por mis labios mientras mi hermana se la tragaba. Papá me recompensaba y en ocasiones me la metía a fondo y luego se la volvía a meter a Yoli. Finalmente, se corrió y sacando la polla de la boca de mi hermana nos llenó la cara de esperma. Rápidamente recogí con la boca la corrida que tenía mi hermana en la cara y se lo eché en su boca.

Mientras ocurría todo esto, mi hermana se quejaba de los retortijones de la tripa y tengo la seguridad de que si no lo hubiera estando sujetando, hubiera dado un taponazo que habría roto la porcelana del inodoro.

—Ya se lo puedes quitar si quieres, —me dijo papá después de mirar el reloj. Para hacerla sufrir empecé a mover el plug mientras Yoli aumentaba en sus quejas.

—Preparados, listos, —dije con humor después de un rato y papá soltó una carcajada—. ¡Ya!

No me dio tiempo a retirar la mano y con la descarga me la llenó de mierda. ¡Joder que asco! Pero la culpa fue mía por fiarme. Papá se revolcaba de la risa.

Mientras me lavaba la mano, papá se quedó con Yoli para impedir que se levantara y masajeándola la tripa hasta que lo echó todo.

—Ali, baña a tu hermana, —dijo papá después de un rato de espera—. Pero no la pongas el plug: no hace falta.

—Haber dónde esta el plug, —dije con humor—. Con el cañonazo se me ha escapado de la mano.

—¡Joder! Pues eso puede romper la tubería si hay algún codo al aire y haber cómo se lo explicamos luego al fontanero.

Al rato, salimos las dos duchadas y preparadas. La sujeté los brazos a la espalda con la cinta de embalar y papá me dio el vibrador corto con las cadenitas que usó conmigo.

—Colócaselo: ya sabes cómo va, —me dijo. La unté con el lubricante todo el ano y no sin cierta dificultad se lo metí. Después sujete las pinzas dentadas en los labios vaginales y apreté las tuercas para que no se escaparan. En una de las pinzas salio una gota de sangre, prueba de que tal vez había apretado demasiado. Yoli no dijo nada, pero resoplaba con el dolor. Estaba tan excitada que le resultaba placentero cómo me ocurrió a mi.

Entonces papá se acercó con una pinza pequeña de la mano y procedió a echarla hacia atrás el capuchón del clítoris y se lo colocó dejándolo expuesto.

—Colócala la mordaza de bola, —me ordenó y mientras lo hacia vi cómo papá cogía una cadenita con dos pinzas dentada y se lo colocaba en los pezones. Con esto si que se quejó Yoli, pero papá la ignoró. Después, cogió una especie de reloj digital y lo colgó en el centro de la cadena. A continuación, me dio una fusta y un vibrador tipo hitachi—. Ya podemos empezar. Primero te voy a explicar lo que vamos a hacer para que no tengas ninguna duda. De todo se va a encargar Ali. Lo que tienes colgado de los pezones es un cronómetro y va a sonar durante un minuto cada diez minutos. Cuándo lo ponga en marcha empezaras a andar por toda la casa y la recorrerás entera todas las veces que sean necesarias. Tu hermana te dirigirá con la fusta dándote en el trasero. Cuándo suene el cronómetro, dejaras de andar y durante ese minuto Ali te pondrá el hitachi en el clítoris. Cuándo deje de sonar vuelves a andar dirigida por la fusta. ¿Lo habéis entendido las dos? —respondimos afirmando con la cabeza—. Pues entonces, el tiempo empieza: ya.

Activo el cronómetro y el vibrador y Yoli empezó a andar con cierta dificultad por el grosor del aparato que tenía alojado en el culo, mientras yo la daba golpecitos con la fusta. Al principio flojos, pero luego me vine arriba y la daba fuerte. No sabría decir quien estaba más excitada, si ella o yo.

Cuándo sonó la primera vez, la paré y la aplique el hitachi en el clítoris y automáticamente Yoli empezó a gemir, pero no la dio tiempo a correrse porque cuándo dejó de sonar lo retiré y la hice andar con la fusta. La segunda vez tampoco lo consiguió, pero a la tercera se corrió casi instantáneamente. Incluso la tuve que sujetar porque las piernas se le aflojaron mientras las babas fluían cómo interminables hilillos de su boca.

Recorrimos varias veces la casa, desde el sótano al desván, mientras papá seguía grabándolo todo con la cámara de video con un palo de selfis. Incluso salimos al jardín trasero y lo recorrimos entero. Cuándo parábamos, en ocasiones papá se pegaba a mi y me rozaba con la polla y eso me ponía a cien. Estuvimos así más de dos horas y Yoli al final tenía orgasmos incluso andando y sin que la aplicara el hitachi.

Cuándo vio que estaba muy agotada, me hizo una indicación para que la llevara hasta el dormitorio. Una ver en el procedí a quitarla todo el aparataje y a liberarla los brazos. Me entregó la cámara, la cogió en brazos y se tumbó con ella en la cama. Rápidamente Yoli se abrazó a el con brazos y piernas mientras papá la morreaba con pasión. Zafándose un poco del amoroso abrazo, se untó la polla con lubricante y también a ella. Se volvió a tumbar sobre ella y con sumo cuidado la fue penetrando muy despacio. A mi hermana se le pusieron casi los ojos en blanco y cuándo papá empezó a mover la pelvis, empezó a gemir. Tuvo muchos orgasmos, porque papá fue increíblemente lento y sus labios estaban casi en permanente contacto con los de ella. Finalmente, se corrió sincronizado con el último de Yoli, e igual que hizo conmigo estuvo mucho tiempo sin sacarla la polla mientras recorría la parte superior de su cuerpo a besos. Finalmente, tuvo el último orgasmo sin que papá hiciera nada especial para provocárselo.

Cuándo por fin salio de ella, Yoli se quedó inerte en la cama y pequeños espasmos recorrían su cuerpo. Me subí a la cama y seguí gravándola. La imagen recorría el cuerpo desnudo de mi hermana y finalmente se centró en su orificio anal por dónde se escapaba algo de esperma.

—Papá, hay que celebrarlo cómo la última vez, —le dije cuándo deje de grabar.

—No se si tu hermana va a querer salir… —pero se interrumpió porque Yoli levantó la mano con el dedo pulgar arriba. Los dos nos echamos a reír—. Vale, voy a llamar para reservar que la otra vez casi nos quedamos sin sitio.

Una hora después, entramos en el restaurante y empezamos a pedir de todo. Yoli se empeñó en probar las ostras de papá y para mi sorpresa la encantaron y hubo que pedir media docena más.

—Papá, cuándo regresemos a casa me gustaría probar una cosa, —dijo Yoli con voz ñoña.

—¿Ya estamos con lo del vino?

—No, ahora quiero champagne.

—¡Joder Yoli! La otra vez te sentó mal.

—Anda porfa.

—A mi también me gustaría, —apoyé a mi hermana.

—En casa no hay, —dijo papá para haber si colaba.

—Nos la llevamos de aquí.

Papá nos miró largamente con cariño y dijo—: Venga vale.

—Pero francés.

—Que si pesadas.


 

 

 

 

 

 

 

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