sábado, 27 de mayo de 2017

Entrega total (capitulo 2)




CONTRATO DE SUMISIÓN DE MARTA GARCÍA

Marta García, sumisa, en posesión de su persona, consiente y manifiesta que desea y pretende entregarse totalmente en las manos de Paco, su Amo. Por su parte el Amo, Francisco Owner (Paco), consiente y manifiesta que desea y pretende tomar posesión de su sumisa, Marta.
Por la firma de este Contrato de Sumisión, se acuerda que la sumisa cede todos los derechos sobre su persona, y que el Amo toma completa posesión de la sumisa como propiedad, reclamando para sí mismo su vida, su futuro, su corazón y su mente.
1.0. Deberes de la Sumisa
(a) La sumisa acepta obedecer y someterse completamente al Amo. Sin limites de lugar, tiempo o situación, en la cual la sumisa pueda deliberadamente rechazar obedecer las ordenes de su Amo. El no, no es una opción.
(b) La sumisa también acepta, una vez firmado el Contrato de Sumisión, que su cuerpo pertenece a su Amo, para ser usado como este considere conveniente.
(c) La sumisa comprende que todo lo que tiene, y todo lo que hace, pasara de derecho a privilegio, otorgado solo cuando el Amo lo desee, y solo hasta el punto que él lo desee.
(d) La sumisa esta de acuerdo en atenerse a la decisión del Amo en todo momento.
(e) La sumisa renuncia a cualquier posibilidad de veto de las ordenes del amo.
2.0. Conducta de la Sumisa: General
(a) La sumisa se esforzara en amoldar su cuerpo, apariencia, hábitos y actitudes conforme a los deseos del Amo. La sumisa está de acuerdo en cambiar sus actos, forma de hablar y vestidos para expresar su sumisión. La sumisa hablara siempre a su Amo en términos de amor y respeto. Se dirigirá a él apropiadamente: en privado cómo “amo” y en público por su nombre
(b) La sumisa ambicionara y se esforzara en aprender como agradar a su Amo y aceptara agradecida cualquier castigo y en cualquier forma que el Amo elija.
(c) La sumisa renuncia a todo derecho de intimidad u ocultamiento a su Amo. Esto incluye fotografías y videos de la sumisa, en cualquier situación, para ser usadas y mostradas por el Amo como este considere conveniente.
(d) La sumisa esta de acuerdo en exponer todos sus deseos y fantasías a la consideración del amo.
(e) La sumisa responderá sincera y completamente, todas y cada una de las preguntas que el Amo le haga. La sumisa dará voluntariamente cualquier información que su Amo deba conocer sobre su condición física y emocional.
(f) Cuando este en la misma habitación que su Amo, la sumisa pedirá permiso antes de salir de ella, explicando donde va y por qué. Esto incluye pedir permiso para usar el aseo.
(g) La sumisa será responsable de mantener la limpieza y disponibilidad de todos los juguetes. Ninguno será usado sin el expreso permiso del Amo.
(h) La sumisa es responsable del mantenimiento y realización de los quehaceres domésticos. Esto incluye lo siguiente:
        —Cocinar: Incluido preparar la comida para el Amo y para ella misma.
        —Limpiar: Incluido pasar la aspiradora, quitar el polvo y limpiar cocina, baño.
        —Hacer la colada. La ropa del amo siempre estará limpia y planchada.
        —Pagar todas las facturas en el momento oportuno.
        —Hacer los recados y la compra.
3.0. Apariencia de la Sumisa.
3.1. General.
(a) La sumisa mantendrá y adornara sus órganos sexuales, asegurándose de que sean perfectamente accesibles para su Amo. Todas las partes del cuerpo de la sumisa podrán ser expuestas en público o en privado, para otros o para su Amo, cuando así sea ordenado.
(b) La sumisa nunca cerrara ni cruzara sus piernas en presencia de su Amo, a menos que se le haya otorgado permiso especifico.
(c) La sumisa nunca usara ropa interior sin supervisión del Amo, excepto cuando le sea permitido usar shorts, tangas o pantis, y no cubrirá su cuerpo con vestidos o cualquier material, excepto cuando el hacerlo y el diseño del vestido o el material sean expresamente aprobados por el Amo.
(d) Minifaldas, botas, zapatos de tacón, ligas o medias, y tops o vestidos reveladores será su principal vestimenta en público.
(e) La sumisa mantendrá su sexo limpio y rasurado, así cómo el resto de su cuerpo. Solo se la permite tener pelo en la cabeza.
(f) La sumisa cortara, peinara y teñirá su cabello como ordene su Amo.
(g) La sumisa tendrá las uñas de pies y manos pintadas y cuidadas como desee su Amo.
(h) El Amo tiene derecho a tatuar, poner piercing o marcar el cuerpo de su sumisa.
(i) La sumisa llevara todo el tiempo, 24 horas al día, 7 días a la semana, una señal de su sumisión, dada por su Amo.
3.2. Particular de Marta.
(a) La sumisa nunca fumara.
(b) La sumisa solo beberá alcohol con su amo.
(c) La sumisa nunca consumirá drogas.
(d) La sumisa se mantendrá siempre y sin excepción, entre un peso corporal de 45 y 47 kilos.
(e) La sumisa estará siempre perfectamente bronceada de manera integral.
(f) La sumisa hará ejercicio en casa todos los días siguiendo las instrucciones del Amo.
4.0. Normas del Amo.
El amo tiene poder absoluto sobre su sumisa.
5.0. Castigos.
La sumisa esta de acuerdo en aceptar cualquier castigo que el amo decida aplicarle, lo haya merecido o no. La sumisa esta de acuerdo en que estos castigos puedan ser aplicados por cualquier infracción de la letra o el espíritu de este Contrato de Sumisión, y aceptara agradecida la corrección. La forma y duración del castigo será a gusto del Amo. Puede castigarle sin razón, solo para su placer. La sumisa goza del derecho a llorar, gritar o suplicar, pero acepta el hecho de que esta expresión de sentimientos no afectara su tratamiento. Igualmente acepta que si su Amo se cansa de sus ruidos, podrá amordazarla o adoptar otras acciones para silenciarla.
6.0. Otras personas.
(a) La sumisa no buscara otro amo o amante, ni tendrá relaciones sexuales o de sumisión con otros, ni tan siquiera ‘virtual’ o ‘cyber’, sin el permiso de su Amo. Hacerlo será considerado una violación del Contrato de Sumisión y tendrá como resultado un castigo extremo o la ruptura del Contrato.
(b) El Amo puede aceptar otras sumisas o amantes.
(c) La sumisa esta de acuerdo en que su Amo posee el derecho a determinar cuando otros pueden usar su cuerpo y en que forman lo usaran. La sumisa no tiene derecho de elección sobre otras parejas.
7.0. Alteración del Contrato de Sumisión.
El Contrato de Sumisión no puede ser alterado a menos que ambas partes estén de acuerdo. Si el Contrato es alterado el nuevo se imprimirá y será firmado, y el viejo Contrato será destruido.
7.0.1 Terminación del Contrato de Sumisión: este contrato no puede ser rescindido unilateralmente por parte de la sumisa.
8.0. Firma de la Sumisa Marta García.
He leído y comprendido este Contrato de Sumisión. Estoy de acuerdo en entregarme por completo a mi Amo, acepto cualquier reclamación sobre mi cuerpo, corazón, alma y mente. Comprendo que seré dominada, entrenada y castigada como sumisa y prometo cumplir todos los deseos de mi Amo y servirle con lo mejor de mis habilidades. También comprendo que no me puedo retractar de este Contrato de Sumisión en ningún momento.
Firma:                                                                              Fecha:

8.1 Firma del Amo Francisco Owner.
He leído y comprendido completamente este Contrato de Sumisión. Estoy de acuerdo en aceptar esta sumisa como mi propiedad y en tal sentido usarla cómo yo quiera. Cuidaré de su seguridad y bienestar y la dominaré, entrenaré y castigaré como sumisa. Comprendo la responsabilidad implícita en este acuerdo y estoy de acuerdo en todo. Nada dañara a mi sumisa mientras me pertenezca, excepto yo o la persona que yo autorice. También comprendo que me puedo retractar de este Contrato de Sumisión en cualquier momento.
Firma:                                                                               Fecha:       



Cuándo regresaron de El Rastro y de compras por el centro de Madrid, Paco se sentó frente al ordenador y empezó a investigar sobre una idea que había tenido: hacer firmar a Marta un contrato que la vinculara a él definitivamente. Comprobó que su idea no era ni original y excepcional. Encontró decenas y decenas de formatos y adaptó este porque le pareció el más estricto. Mientras lo preparaba, Marta permanecía acurrucada en el suelo a sus pies cómo si fuera una perrita. De vez en cuánto, bajaba la mano y la acariciaba la cabeza y ella se la besaba complacida.
También descubrió que hay diferencias sustanciales entre una sumisa y una esclava. No tenía la más minima duda de que Marta era una esclava a tiempo completo y en cualquier tipo de circunstancia, pero veía un problema legal en plasmarlo en un documento y por eso utilizó la palabra “sumisa”.
Cuándo terminó de prepararlo, se sentó en el sillón con el documento y ordenó a Marta que se arrodillara entre sus piernas. Antes de dárselo a leer, la metió la polla en la boca y es que a pesar de que solo hacia unas escasas veinticuatro horas que la tenía con él, le encantaba sentir su polla en la boca de Marta y le atraía poderosamente la imagen que ofrecía. También se dio cuenta de que por la vagina solo la había penetrado una vez, y fue al estilo perrito, pero ni siquiera se corrió: tenía las cartucheras vacías. Quería follarla cómo Dios manda, cara a cara en la posición del misionero. Quería ver las reacciones de Marta cuándo la metiera la polla en el chocho y la apretara a tope.
—Muy bien, ahora coge este documento y quiero que lo leas en voz alta y muy despacio.
Marta empezó a leer y cada vez que terminaba un apartado, Paco la preguntaba si lo había entendido y la respuesta era siempre la misma: sí amo.
—Esta es la última oportunidad que tienes de salir por esa puerta y regresar a tu casa, —dijo cuándo termino de leer—. Solo tienes que reusar a firmar este documento. ¿Qué vas a hacer?
—Voy a firmar amo.
—¿Estás segura? Ten en cuenta que no hay vuelta atrás.
—Estoy segura amo, —la entregó un bolígrafo y firmó.
—Muy bien, te aseguro que no te vas a arrepentir. ¿Tienes hambre?
—Si amo.
—No cocines hoy. Pide algo al chino, o al japo, o lo que quieras: hay teléfonos en la puerta del frigorífico. Luego abre una botella de vino de las que están en la parte baja del botellero, —Marta se levantó rápidamente a cumplir la misión mientras Paco nuevamente se sentaba en el ordenador.
Se había dado cuenta de que a alguien cómo Marta no podía estar dándola caña permanentemente solo con la polla: necesitaba ayuda electrónica. Empezó a visitar páginas especializadas y descubrió un mundo que desconocía totalmente. Decidió tomárselo con calma porque había un montón de aparatos y un montón de especialidades. Hizo un pedido básico a una que entregaba en veinticuatro horas: un juego de plug de distinto tamaño, un estimulador de bola, un juego de vibradores, un bote de lubricante, un kit básico de bondage y tres vestiditos muy sexis que no se había resistido a pedir.
Mientras hacia el pedido y esperaban la llegada del chino, o lo que fuera, Marta había abierto una botella y le había servido una copa antes de acurrucarse otra vez a sus pies.
—¿Te gusta el vino?
—Si amo.
—Toma, bebe un poco, —Marta se incorporó y Paco la dio a beber de su copa. Después, volvió a acurrucarse a sus pies.
Media hora después, llegó el japo y estuvieron comiendo. Paco la dejó servirse una copa de vino.
Cuándo terminaron, Marta recogió la mesa y volvió a acurrucarse a sus pies mientras su amo seguía visitando páginas e iba de descubrimiento en descubrimiento. Se le ocurrieron un montón de ideas y algunas, incluso le dieron miedo. Estaba saliendo su lado más salvaje y depravado y tenía la oportunidad de aplicarlas en una mujer que sin lugar a dudas estaba mal de la cabeza, pero ¿qué le importaba a él eso?, indudablemente nada: si quería sufrir, sufrimiento no la iba a faltar.
Bajó la mano, y agarrándola por el pelo y la hizo incorporarse hasta que quedo de rodillas entre sus piernas. Empezó a abofetearla una y otra vez, de un lado y de otro, en ambas mejillas, sin venir a cuento, solo porque le apetecía. Instintivamente intentó protegerse con las manos, pero Paco cogió la corbata y se las ató a la espalda. Siguió con las bofetadas hasta que Marta tuvo las dos mejillas enrojecidas y totalmente mojadas de lágrimas. Para entonces tenía la polla a reventar. La agarró por el pelo y la llevó arrastras hasta la cama. La puso bocarriba y la penetró despacio, no para no hacerla daño, sino porque quería ver con detenimiento la expresión de su rostro. Casi se la pusieron los ojos en blanco e inmediatamente empezó a gemir. La punta de su polla presionaba el fondo de la vagina de una mujer que no superaba el metro sesenta. Rápidamente la llegó el primer orgasmo al que siguieron algunos más. Paco observó que cuándo los tenía, eran tan fuertes que intentaba zafarse y se le ocurrió una tortura que había visto en los videos: lo pondría en práctica con ella.
Cuándo iba a correrse, la sacó y se la metió en la boca. Marta se lo tragó todo sin dejar una sola gota. No quería dejarla preñada y hasta que solucionara ese tema intentaría no correrse en el coño de su esclava.
Se levantó y la miró inerte sobre la cama, sudorosa, agotada y sintió cierta ternura hacia ella. Parecía que estaba desarrollando un cierto vínculo emocional, aunque eso no le iba a hacer desviarse de su objetivo: torturarla, hacerla sufrir y obtener placer. Y desde luego no era ni por asomo amor. Alguien tan egoísta y déspota cómo Paco era incapaz de amar. Lo que empezaba a sentir por ella era más parecido a lo que se siente por un perro: a lo que se siente por una mascota.
—Mañana tienes muchas cosas que hacer, —dijo Paco cuándo termino con sus reflexiones—. Levántate y apuntalo todo para que no se te olvide.
Marta se levantó cómo un resorte y cogió el papel y el boli que le tendía su amo y se aprestó a escribir.
—Primero vas a ir a tu trabajo y te vas a despedir. A continuación, vas a ir a una gestaría que conozco y llevaras los papeles que te den: te voy a hacer un contrato de trabajo de asistenta. Hablaré antes con ellos para que lo tengan todo preparado. Después iras a la compra, y a continuación limpiaras la casa: quiero que este todo pulcro. También vas a hacer ejercicio: tengo una cinta de correr y un aparato de pesos. Luego te daré una hoja con lo que tienes que hacer. También quiero que tomes el sol diariamente: si hace frío en el ventanal y si no lo hace en la terraza que para eso tengo casi cien metros cuadrados. Las gestiones seguramente las tendrás que hacer en dos o tres días: no te preocupes. Suelo llegar sobre las cuatro: no me tienes que preparar nada para comer porque ya lo hago en la oficina. Tu come cuándo quieras. Y algo muy importante. Cuándo llegue a casa quiero encontrarte alegre, cariñosa y sonriente. Me besaras en los labios cómo nunca has besado a nadie en tu puta y miserable vida. ¿Lo has
entendido?
—Si amo.
—Perfecto. Hablaré con mi banco y te haré una transferencia para que tengas fondos en tu tarjeta.
—Gracias amo.
Muy bien, ahora túmbate sobre la mesa del comedor, bocarriba y con las piernas bien separadas y flexionadas hacia arriba, —Marta así lo hizo y Paco cogió la madeja de cuerda que había comprado por la mañana en El Rastro y se puso a atar concienzudamente a su esclava. Lo hizo sin mucha técnica porque era la primera vez que lo hacia, pero el resultado fue optimo: Marta no se podía mover y lo más importante: era imposible que cerrara las piernas. Después colocó una silla y se sentó frente a la esplendida vagina de Marta. Empezó a comer y a los pocos segundo ya estaba jadeando y gimiendo. Así estuvieron todo lo que quedaba de tarde porque Paco no se cansaba de comer y Marta no podía evitar la sucesión de orgasmos que tuvo. Cada cierto tiempo, cogía la correa y la azotaba el trasero con ella. Finalmente, a la hora de cenar, todo termino. La desató y la cogió en brazos porque estaba exhausta. Se sentó en el sillón con ella acurrucada en su regazo y contempló complacido su obra mientras saboreaba una copa de whisky.

sábado, 6 de mayo de 2017

Entrega total (capitulo 1)



1
Las primeras luces de la mañana se abrían paso en el horizonte, cuándo Paco regresó a casa. Había estado de correrías con un grupo de compañeros de trabajo, y cómo siempre, y aprovechando la ausencia de mujeres en el grupo, terminaron en un puticlub: a ciertas horas, casi el único sitio dónde te sirven copas.
Estaba sereno: nunca bebía alcohol cuándo tenía que conducir. Le gustaba tener el control en todas circunstancias. Aunque esa costumbre tenía sus inconvenientes: siempre tenía que llevar a casa a un par de damnificados de la juerga nocturna.
Subía por las escaleras, y un poco antes de llegar al rellano de su piso, vio a su vecina Marta sentada en el suelo con el hombro y la cabeza apoyada en la pared. La gabardina abierta dejaba ver casi la totalidad de sus piernas porque la falda estaba arremangada casi hasta las ingles, y gracias a las medias negras no se le veía el tanga: solo se le adivinaba. Nada más verla comprendió que estaba borracha cómo una cuba. De un vistazo comprobó dos cosas: tenía las llaves de la mano y la faltaba un zapato. No se preocupó por él porque el pie descalzo, sobre todo la media, presentaba muestras inequívocas de que había estado andando sin él. Vio que las uñas de los pies las tenía pintadas de color rojo intenso, y aunque no le produjo una erección desaforada, si se la puso morcillona. Era una situación nueva para él y le ponía.
La zarandeo suavemente para ver si se despertaba pero resbaló lentamente hacia atrás y se quedó tumbada sobre los peldaños bocarriba resbalando un poco hacia abajo. El jersey se le subió dejando al aire un decorado ombligo con un piercing.
—«¡Anda! que estás buena, pero de alcohol» —pensó Paco mientras la cogía la llaves de la mano. Abrió la puerta del piso de Marta, encendió la luz y la levantó en brazos. Pasó con ella y con el pie cerró la puerta.
Mientras avanzaba por el corto pasillo buscando el dormitorio volvió a pensar en el pie: era bonito y atrayente. Entró en el dormitorio y la dejó cómo un fardo sobre la cama: estaba cómo muerta. La quitó la gabardina a tirones y estuvo tentado de seguir con el resto de la ropa, pero se contuvo. El mismo se sorprendió. Era consciente de que no era una buena persona, era un cabrón: no le importaba y lo tenía asumido. Trabajaba en una financiera internacional cómo jefe de división, y eso le hacia ser un mal tipo por elección: el engaño y la manipulación eran su guía en la vida. Pero Marta era su vecina y aunque no tenía relación con ella, poco más que saludarse en la escalera, no le parecía bien aprovecharse.
Ya que estaba allí y tenía ocasión, se puso a cotillear por la casa. La recorrió dando un vistazo y comprobó que no era muy ordenada aunque se la veía limpia. Regresó al dormitorio donde Marta seguía KO, y se puso a mirar por los cajones de la cómoda. Vio su ropa interior, que no era nada espectacular: bragas, un par de tangas y varios sujetadores de copa grande. No le importó, porque algo que Paco no era, es ser fetichista de la lencería: a las mujeres le gustaba tenerlas totalmente desnudas.
Abrió otro cajón y vio unos cuadernos que llamaron su atención. No eran nada del otro mundo: cuadernos de espiral normales y corrientes. Había ocho y cada uno era de color distinto y de marca variada, pero del mismo tamaño, y estaban numerados. Cogió el que estaba más arriba y lo abrió. Era de doble rayado y estaba escrito con letra clara, aunque no excesivamente bonita. Lo que empezó a leer le llamó poderosamente la atención. Se quitó la cazadora, cogió el resto de cuadernos y se sentó en la descalzadota que había junto a la cama. El número uno tenía fecha de ocho años antes y terminaba el 31 de diciembre. Cada cuaderno correspondía a un año. Los estuvo ojeando porque quería centrarse en los dos últimos. Vio claramente una progresión en un pensamiento de sumisión insatisfecha. Una mujer frustrada que necesitaba urgentemente sentirse realizada con alguien que la marcara el camino, y llegó a la conclusión de que el hombre que lo consiguiera tendría una pareja sumisa y obediente para siempre. Esos pensamientos provocaron una erección definitiva en Paco, cuándo imaginaba todo lo que podía hacer con Marta y el potencial que había en ella.
No lo pensó más, se levantó y a tirones la sacó la ropa que la quedaba, que no era mucha. La miró detenidamente. No era un bellezón, pero era manifiestamente mejorable: definitivamente tenía potencial. Según su criterio, las mujeres treintañeras están en la mejor época de su vida. También comprobó que no era rubia natural: el pelo púbico la delataba. Sin lugar a dudas algo a solucionar. La levantó en brazos y la llevo al baño. La dejó en el suelo, la incorporó poniéndola la cara sobre el váter y la
introdujo los dedos en la boca provocándola el vómito. En ese momento pataleo un poco: nada que Paco no pudiera controlar. Después volvió a quedarse cómo muerta y la llevó de nuevo al dormitorio. Acercó la descalzadora, se sentó, y agarrando los pies de Marta empezó a frotarse la polla con ellos.
Siguió leyendo y empezó con el último cuaderno, el más reciente en el tiempo, que fue revelador.
«Me voy con cualquier hombre buscando no sé muy bien que: seguramente un placer inalcanzable para mí… me la meten en la boca, me follan cómo los conejos, hacen conmigo lo que quieren, pero no consigo nada… me he convertido en una gran fingidora: cuándo me impaciento finjo… hace mucho tiempo que no sé lo que es un orgasmo, si es que lo he sabido alguna vez. Posiblemente no».
Paco se quedó pensativo analizando las párrafos que acababa de leer mientras seguía frotándose con los pies de Marta que seguía cómo muerta. Cuándo notó que estaba a punto de correrse, se levantó, se acercó a su cara y abriéndola la boca con la mano, eyaculó en su interior llenándola de esperma. Sintió cierto placer suplementario viendo cómo le resbalaba el semen pos la comisura de los labios.
Se sentó otra vez en la descalzadora y siguió leyendo con los pies de Marta nuevamente sobre su flácida polla.
«Todo lo que me pasa es culpa mía y necesito ser castigada… yo misma lo intento y me azoto con la fusta, pero no golpeo con la suficiente fuerza… ¿existirá el hombre que me castigue y me domine cómo yo necesito?»
—Claro que si pequeña, —dijo en voz alta Paco levantando la vista del diario brevemente para mirarla—. Si lo que quieres es castigo, no te preocupes que te vas a cagar.
«Esta es mi última anotación. Mi vida esta vacía y no tiene ningún sentido. He tomado una decisión. Voy a bajar al metro y me voy a tirar».
Levantó la vista del cuaderno y la miró atentamente. Desnuda, medio atravesada en la cama, los pies colgando y un reguero de semen y baba saliendo lentamente por la comisura de la boca. Sintió ternura por ella y empezó a entender lo que había pasado. Fue incapaz de tirarse al metro y acabar con su vida, y ahogó su frustración en alcohol.
Se levantó y dejó los cuadernos en el cajón. Abrió el armario y miró en su interior: no tenia un ropero extenso. Raro en una mujer. Encontró lo que buscaba: la fusta. Se acercó a Marta, la puso bocabajo y la propino un fuerte fustazo en el trasero. Se quejó un poco, pero no se despertó. Paco comprobó cómo el fustazo dejaba una marca rojiza en su piel. Pasó la mano y sintió con cierto placer el relieve del verdugazo.
Con una mano la echó por encima la ropa de la cama, cogió su cazadora y salio de la habitación apagando la luz. Miró la hora: eran las siete y media, —«esta, cómo muy pronto hasta después de comer ni se menea»— pensó mientras salía del apartamento con las llaves de la mano.
Ya tenía un plan: sabía muy bien lo que tenía que hacer.

2
Estuvo durmiendo hasta la hora de comer. A esa hora, se levantó y después de ducharse comió algo ligero. Se vistió en plan informal, con unos vaqueros y una camiseta ajustada que marcaba un poco sus músculos. Paco era un hombre que se cuidaba, y a pesar de sus casi cincuenta años, le faltaban unos meses, su aspecto era envidiable. Para él era parte de su personalidad arrogante, autoritaria y dominadora. Entendía que tenía que serlo para mantenerse a su edad en el puesto que ocupaba en la compañía. Era un lobo, el puto macho alfa, y muchos lobeznos que habían intentado quitarle su privilegiado puesto, habían terminado inclinándose ante él ofreciéndole el cuello. Su extensa experiencia y su conocimiento del área de las inversiones internacionales le hacían tener unas cifras espectaculares, y no tenía el más mínimo escrúpulo en deshacerse de cualquiera que pudiera ser una amenaza a su estatus. Eso sí, la dominación sexual no era lo suyo. Es cierto que le gustaba llevar la iniciativa cuándo tenía una mujer en la cama, pero de ahí a ser un “master” había un mundo.
Se puso una chaqueta y con paso decidido, y las llaves de Marta de la mano, se encaminó a un encuentro que debía de ser crucial: había decidido entrar a lo bestia, sin chorradas ni miramientos. La iba a dominar desde el principio sin concederla la más mínima oportunidad de decisión.
Salio al rellano e introdujo la llave en la cerradura. Al entrar vio que todo seguía
igual y que Marta debía seguir durmiendo. Entró en el dormitorio, encendió la luz y apartó de un tirón la sabana que aun cubría su cuerpo desnudo.
Tardó en reaccionar: estaba claro que no se había recuperado. Lentamente se tapó la cara con la mano para protegerse de la hiriente luz artificial. Después miró a Paco y se sobresaltó al tiempo que era consciente de su desnudez. Instintivamente cogió la sabana e intentó cubrirse y mientras le miraba sin entender nada, se incorporó.
—¿¡Por qué te tapas!? —la chilló mientras avanzaba hacia ella—¿Te he dicho que lo hagas?
Con ojos temerosos dejó caer lentamente la sabana mientras se sentaba sobre la cama.
—Te he hecho una pregunta. ¡Responde! —Marta se limitó a contestar meneando la cabeza.
Paco se sentó en la descalzadora y la llamó con la mano señalando el espacio entre sus piernas. Un tanto indecisa obedeció: bajó de la cama un poco desorientada y se sitúo entre las piernas de Paco mientras intentaba taparse con las manos.
—¡Las manos a la espalda y de rodillas! —ordenó tajante y Marta obedeció. Cuándo la miró de frente, vio que aun tenía restos secos de semen en la mejilla. La imagen le provocó una primera erección—. ¿Sabes cómo te encontré anoche?
Marta se limitó a negar con la cabeza mientras bajaba la mirada.
—Mírame a la cara, —y la ayudo levantándola la barbilla con el dedo. Miró sus ojos claros y ella le sostuvo levemente la mirada para volver a bajarlos. Sin pensarlo la dio un pequeño bofetón, más bien una torta. Hizo un intento de tocarse la mejilla, pero rectifico y volvió a poner las manos a la espalda—. Te he dicho que me mires.
Levantó la mirada y esta vez la mantuvo sin bajarla. Paco levantó la mano y la acaricio la mejilla y el pelo con ternura.
—¿Cómo te encuentras?
—Me duele mucho la cabeza, —balbució.
—Luego te daré algo para eso. Anoche te encontré borracha e inconsciente en el rellano de la escalera. ¿Qué tienes que decir? —Marta se limitó a encoger los hombros—. ¿Algo tendrás que decir?
Marta se mantuvo en silencio. Paco notó los deseos casi irrefrenables en Marta de bajar la mirada.
—¿Por qué bebiste tanto? —ante su silencio volvió a propinarla otra bofetada, esta más fuerte.
—Salí a hacer una cosa… algo que no fui capaz de hacer… y… y… entonces me emborraché, —Paco pasó la mano por la mejilla de Marta para recompensarla y a continuación la rozó los labios con la yema de los dedos.
—Muy bien: buena chica. ¿Quieres que te toque? —Marta se encogió de hombros, pero vio en su mirada que si quería. Con la yema de los dedos de la mano izquierda fue descendiendo lentamente por su vientre hasta la zona vaginal, pero sin llegar a tocarlo, mientras la metía un par de dedos de la otra mano en la boca. Vio con nitidez cómo se le nublaba la vista—. Ahora dime, ¿qué era eso que querías hacer y que no fuiste capaz?
A Marta se le escapó una lagrima, al tiempo que intentaba apretar su vientre contra los dedos de Paco. Este, sacó los dedos de la boca y volvió a acariciar la mejilla de Marta.
—Te vendrá bien contarlo: desahógate, —la animó con suavidad.
—Salí a matarme, —dijo después de titubear un poco.
—y ¿por qué querías hacerlo?
—Porque mi vida es una mierda: nadie me quiere.
—¿Por qué dices eso? Yo podría quererte, —dijo Paco mientras bajaba definitivamente más la mano izquierda hasta la zona vaginal—. Solo tienes que ganártelo, pero primero mereces un castigo, porque eso que hiciste anoche no debiste hacerlo: será un castigo acorde a la gravedad de la falta.
Marta reaccionó apretando la vagina contra la mano de Paco, mientras un gesto de placer recorría su rostro. Su respiración se aceleró.
—¿Estás de acuerdo en que mereces un duro castigo? —Marta afirmó con la cabeza y Paco la dio otro bofetón que casi la hizo perder el equilibrio, y eso que estaba de rodillas— ¡Contesta!
—Si…
—¿¡Si, que!?
—Que si merezco ser castigada
—Muy bien, buena chica, pero eso será más adelante: tenemos mucho tiempo. Ahora mismo tengo la polla a reventar ¿qué crees que tienes que hacer? —preguntó mientras insistía un poco más en la vagina de Marta. Separó las manos que tenía a la espalda y desabrochó el cinturón y el pantalón. Metió la mano en la bragueta y extrajo la magnifica polla de 19 centímetros de Paco. Empezó a masturbarle con las dos manos, pero él la rectificó—: hazlo solo con la boca y muy despacio.
Marta se aplicó con sorprendente fervor. La gruesa polla de Paco desaparecía hasta la mitad lentamente en el interior de su boca para volver a salir mostrando toda su longitud. Se notaba que no tenía mucha experiencia, pero si de algo estaba seguro, era de que con el tiempo y la practica lo haría cómo los ángeles. Cuándo notó que estaba próximo a correrse, se levantó y miró desde arriba cómo Marta se engullía su polla. Finalmente, se corrió llenando su boca de su abundante semen que se salía por la comisura de los labios. Cuando sacó la polla, todo el semen cayó al suelo mezclado con babas en hilillos interminables.
A estás alturas Marta no comprendía nada. Estaba en un estado de total confusión y de total excitación a partes iguales. Sentía un deseo irrefrenable de obedecer a un tipo al que solo conocía de vista, del que no sabía ni su nombre, que se había colado en su casa, la había abofeteado y se había corrido en su boca. A pesar de todo, se sentía extrañamente feliz obedeciéndole.
—Acabas de cometer otra infracción que merece castigo: has desperdiciado mi semen dejándolo caer al suelo, —dijo Paco, y cogiéndola del pelo la acercó a la descalzadora dónde se sentó. La puso bocabajo sobre sus piernas y empezó a darla fuertes azotes en el trasero. Mientras los contaba en voz alta, Marta intentaba protegerse el culo con las manos. Entonces se quitó el cinturón y siguió con el sin importarle dónde caía el golpe: en el trasero o en las manos. Le dio treinta, y cuándo termino, la dejó caer al suelo mientras lloraba desconsolada. Se arrodilló a su lado, la puso bocabajo y sujetando fuertemente sus manos a la espalda, empezó a masturbarla. Un par de minutos después, estaba berreando cómo una zorra con un primer orgasmo que la dejó inerte y sudorosa.
La dejó recuperarse un poco, y después la levantó del suelo, se sentó en la descalzadora y la colocó otra vez de rodillas entre sus piernas.
—Esto ha sido una pequeña muestra de lo que te ofrezco. Conmigo no te tienes que preocupar de nada. Yo lo decido todo: yo ordeno y tú obedeces sin rechistar. Así de simple. Te llevaré a unos niveles de placer que ni imaginas. A un nivel dónde el placer y el dolor se dan la mano: considero que necesitas ser castigada constantemente. Si te vienes conmigo dejas de tener voluntad: tu cuerpo, tu alma, tu espíritu, son míos para hacer lo que quiera, —según escuchaba las palabras de Paco, Marta notaba cómo se humedecía otra vez— también dejaras tu trabajo: vivirás de mí y yo te proporcionaré todo lo que necesites. Te aseguro que no te faltara de nada. Resumiendo: jamás dirás no a lo que te pida. ¿Necesitas pensarlo? —Marta negó con la cabeza— ¿Estás de acuerdo en mis condiciones? Afirmó con la cabeza y cómo recompensa la metió la mano entre las piernas y empezó a frotar con vigor la vagina de Marta que instantáneamente empezó a gemir hasta que se corrió en su mano.
—Bien, pues vamos a casa, —y sin dejarla recuperarse, la agarró por el pelo y se levantaron. Con Marta desnuda salieron al rellano y entraron en la casa de Paco.

3
—Está va a ser tu casa a partir de hoy, —dijo Paco cuando traspasaron la puerta de su ático, que era más del doble de grande que el Apartamento de Marta, y eso sin contar la terraza—. Más tarde te pasaré una lista con tus obligaciones. Todas las cumplirás a rajatabla: sin excepción. Pero resumiendo: dormirás conmigo, te ocuparás de las cosas de la casa, y eso significa que, cómo ya te he dicho, dejaras tu trabajo. Por supuesto, aquí siempre estarás desnuda y siempre disponible para mi: tu cuerpo me pertenece y puedo hacer con él lo que quiera. ¿Alguna duda? —Marta meneó negativamente la cabeza—¡perfecto! Otra cosa: sé que necesitas ser castigada y tienes mucho atraso. Nos iremos poniendo al día en ese tema. Durante la semana el castigo será más suave, pero algunos fines de semana iremos a la casa que tengo en el campo. Allí puedes chillar todo lo que quieras que nadie te va a oír, y te aseguro que lo vas a hacer.
Instintivamente, Marta se llevó la mano al chocho. Estaba terriblemente excitada y las palabras de Paco la habían puesto a cien. A pesar del terrible dolor de cabeza, su mente intentaba comprender que la estaba pasando, por qué se sentía feliz escuchando las terribles y amenazantes palabras de su amo. No se sentía con fuerzas para enfrentarse a él, ni quería. Ahora mismo su máximo deseo era que la maltratara con saña y que la follase con violencia.
     —No me importa que te toques, pero me tienes que pedir permiso, —inmediatamente dejó de tocarse.
     —Lo siento… yo… no sé como te llamas, —dijo como avergonzada.
     —Me llamo Paco, pero aquí en casa, cuándo estemos solos, siempre te dirigirás a mi como amo. Creo que te llamas ¿Marta?
—Si amo.
En el fondo, Paco estaba sorprendido de lo fácil que estaba resultando todo. Tenía previsto haber hablar mucho más, pero Marta había entrado al trapo rápidamente. Se empezaba a dar cuenta de hasta que punto había encontrado un chollo increíble: iba a tener una esclava en casa, en pleno siglo XXI.
—¿Y bien?
—Quiero tocarme amo.
—Muy bien: puedes hacerlo, pero ponte de rodillas y separa bien las piernas. Quiero ver cómo te corres cómo una perra salida, —se puso de rodillas mientras Paco se sentaba en el sillón. Empezó a masturbarse con mucho brío y a los pocos minutos tuvo un orgasmo que la hizo retorcerse mientras su chocho chorreaba.
—Ahora que te has corrido con mi permiso, lo siguiente que vamos a hacer será lavarte, que te hace falta, y a continuación, te voy a estar follando y castigando hasta la hora de la cena, —dijo dándola un azote en el trasero. Marta dio un chillido y se acarició el trasero—. Vamos, desátame los cordones de los zapatos—. Marta de arrodillo a sus pies y se afanó en cumplir la orden mientras Paco empezaba a desnudarse. Después, la agarró por el brazo y la llevó hasta la ducha. Entraron en ella y se dispuso a lavarla la cabeza, —las manos en la nuca, —ordenó cuándo terminó y Marta obedeció de inmediato. Pasó sus manos jabonosas por el cuerpo de su nueva esclava. Con detenimiento recorrió sus tetas y comprobó que efectivamente, aunque no eran espectacularmente grandes, estaban pero que muy bien. Trasero no tenía mucho, y eso le complació porque no le gustaban las mujeres culonas. Las piernas estaban bien formadas, aunque con ejercicio físico mejorarían. Tobillos finos y unos pies perfectos: ya los conocía después de masturbarse con ellos la noche anterior.
—Siéntate en el suelo y separa bien las piernas, —cogió una maquinilla de afeitar y después de enjabonarla bien el chocho comenzó a afeitarla. Marta de dejo hacer con cierto deleite y su respiración se empezó a acelerar mientras el ritmo cardíaco se disparaba. Cuando término, la metió un dedo por la vagina y con la palma de la mano empezó a frotarla el clítoris. Cuándo notaba que estaba al borde del orgasmo, paraba y a los pocos segundos volvía a empezar. Así estuvo cuatro o cinco veces mientras el agua de la ducha caía sobre ellos. Finalmente, la hizo poner de rodillas y metiendo la mano entre sus piernas, la empezó a frutar hasta que se corrió otra vez en la palma de la mano, mientras su cuerpo convulso se apoyaba en su brazo. Esta vez si chilló de placer.
—Mañana, como es domingo, vamos a ir a El Rastro: quiero empezar a comprar cosas. Luego vamos a ir a Fuencarral para comprarte ropa que la que te he visto no me gusta: conmigo vas a enseñar mucha más carne. Te voy a convertir en un pibón para poder exhibirte. Saldremos temprano que hay mucho que hacer y porque antes de salir te voy a follar: así será todos los días sin excepción. Cuando me vaya a trabajar te voy a dejar bien follada. ¿Está claro?
    —Si amo.
    —Pues ahora que ya estas limpia, vamos a empezar, —dijo sacando una corbata del armario ante los ojos expectantes de Marta.—. Esto servirá. Date la vuelta.
    Marta se giró y Paco ató sus manos a la espalda. La empujó hacia la cama, y abriéndola las piernas la introdujo la polla en la boca mientras empezaba a comerla el chocho. Marta, que desde que la despertó Paco está en una situación de excitación permanente, explotó rápidamente en un orgasmo que hizo que, sin poder remediarlo, la polla se saliera de su boca. La respuesta fue fulminante y recibió el castigo correspondiente: cogió un cinturón y tapándola la boca con fuerza empezó a golpearla con saña en el vientre. Marta pataleaba y Paco la daba más fuerte hasta que finalmente se cansó.
    —¡No vuelvas a sacarte mi polla de boca! —y la volvió a meter mientras Marta seguía llorando. Volvió a separarla las piernas y siguió chupando y a los pocos segundos notó como su flamante esclava volvía a correrse. «¿Será multiorgásmica esta zorra?» Pensó mientras insistía en comerla el chocho. Unos minutos después notó como tenía otro confirmando su suposición.
—«Este es el chollo de mi vida: ninfómana reprimida, masoquista, sumisa» —pensaba Paco mientras veía el cuerpo sudoroso y con ligeros espasmos de Marta tirado en el suelo—. «Esta zorra no se me escapa».


jueves, 27 de octubre de 2016

Anita de tus deseos (capitulo 17)


Es difícil de explicar lo que significo para mí la llegada de Blanquita. Por un lado tenía una amiga, que de ninguna manera dañaba la relación que tenía con papá, y por otro lado tenía a alguien sobre la que tenía cierto control, sin olvidar, que el control total, absoluto y sin discusión lo tenía papá.
Entró rápidamente en el rol de sumisión frente a papá, un hombre que exige control absoluto, y aceptaba de buen grado mi control, si se puede llamar así.
Lo que más me sorprendió de ella fue que no se sorprendió, valga la redundancia, cuándo se enteró de que éramos padre e hija: lo aceptó cómo si fuera lo más normal del mundo.
Durante la semana, vivía en su casa, sola, ya que no tenía familia en Madrid, pero los fines de semana se venía con nosotros, ya fuera a nuestra casa o fuera de la capital: desde entonces siempre nos acompañaba en nuestras salidas.
En casa siempre dormía con nosotros, por eso, papá cambió la cama de metro y medio por una especial de dos metros: quería tenernos siempre a mano. Los viernes llegaba con papá directamente del trabajo y lo hacia con muy poca ropa, solo lo básico: sabía que, salvo excepciones, no le iba a hacer falta.
Un día fuimos a su casa, un pequeño apartamento en la zona de Pacifico, a inspeccionar su ropero: pocas veces me he reído tanto, incluso papá lo hizo. Tiramos a la basura la mitad de lo que tenía y acto seguido nos fuimos a la Gran Vía de compras. Hicimos varios viajes al coche para dejar bolsas. Mientras íbamos de una tienda a otra, Blanquita y yo lo hacíamos cogidas de la mano, y en ocasiones nos besábamos en los labios mientras nos acariciábamos el trasero. Papá, un par de metros por detrás, nos miraba complacido mientras nos grababa con la GoPro que llevaba sujeta al cinturón del pantalón. Lo que nos pudimos reír cuándo regresamos a casa visionando la grabación. Quedó patente que Blanquita también le iba lo de exhibicionismo.
La fue introduciendo en el mundo del sado poco a poco y lo fue aceptando de buena gana. Primero con pequeñas ataduras, pero con el tiempo con toda la parafernalia del sótano. Finalmente, recuerdo que era sábado, después de comer, la hizo pasar por lo que yo llamo la “prueba de la mesa” y que por lo menos, a mi, me entusiasma. Papá me dejó prepararla, y feliz cómo una lombriz empecé atando los antebrazos por detrás de la espalda. 
—¿Me va a hacer daño? —preguntó un poco asustada mientras la ayudaba a tumbarse sobre la mesa.
­—Hoy no, pero una vez que empiece no hay vuelta atrás. Aunque supliques no parara
hasta la hora de cenar.
—Me estás dando miedo, —dijo forzando una sonrisa para enmascarar los nervios.
—Te garantizo que jamás experimentaras algo como esto, —respondí terminando de atar las piernas, bien abiertas y flexionadas hacia arriba. Apreté las cuerdas, tal vez más de lo debido para impedir que pudiera moverse lo más mínimo.
—Ya está papá, —dije mirándole. Estaba tecleando en el ordenador portátil.
—Empieza tú que ahora estoy ocupado, pero solo lengua: ya sabes cómo hacerlo.
Coloque la silla junto a la mesa, me senté y contemplé con detenimiento la esplendida imagen de la zona genital de Blanquita, totalmente expuesta y a mi disposición. Me incliné y besé sus labios vaginales. Los separé con la lengua y recorrí su vagina en toda su longitud una y otra vez. Deguste un sabor que ya conocía perfectamente. Después de mucho insistir se abrió la caja de las maravillas y alcanzó el primer orgasmo. Insistí y al cabo de un rato llegó el segundo y así, con una cadencia espaciada fueron llegando, aunque ni mucho menos con la rapidez con que yo los alcanzo. Después me relevó papá y la saboreo hasta que se cansó, momento en el que el vibrador comenzó a
actuar. Cuándo papá ocupaba la silla, me metía bajo la mesa y le chupaba la polla hasta que se corría. La cambio el plug anal que llevaba por uno mucho más grueso y comprendí que esa noche Blanquita dejaría de ser virgen por el culo, y me sentí feliz por ella.
Todo terminó casi cuatro horas después. La desaté las piernas y con una toalla la estuve secando el sudor y a continuación la hidrate con una bebida isotónica. Estaba tan agotada que cuándo se puso definitivamente de pie, las fuerzas la abandonaron y las piernas no la sujetaron: no cayó al suelo porque papá y yo lo impedimos.
Después de cenar, estuvimos un rato largo charlando mientras tomábamos una copa. Las preparé yo, y antes de servirlas, papá tumbó a Blanquita bocabajo sobre sus piernas y la extrajo el plug, después de estar un rato metiendo y sacándolo. La puso al borde el infarto. Finalmente, lo sustituyó por otro más grueso, tanto que solo se podía sentar de lado. La veía feliz, consciente de lo que esa noche iba a ocurrir. Sabía que la iba a doler, pero veía en su cara la determinación por ser usada por papá, algo que entendía perfectamente porque yo sentía lo mismo.
Terminamos las copas después de muchas risas: papá cuándo se lo propone es muy gracioso. Mientras lo hacíamos iba jugando con nosotras, hasta que finalmente
subimos a la habitación. Blanquita lo hizo despatarrada porque casi no podía andar por el calibre del plug. Me indicó que la inmovilizara y lo hice atando sus brazos a la espalda. Nos tumbamos sobre la cama y por indicación de papá comenzamos un sesenta y nueve apasionado: ¡cómo me gusta su vagina! Aunque sé que las dos le pertenecemos, y en eso no hay duda posible, tiendo a considerarla de mi propiedad. He desarrollado un cariño muy especial hacia ella, y tengo la certeza, sé, que a ella le pasa lo mismo. ¿Puede ser amor? Creo que si, aunque por encima de ese sentimiento esta el amor incondicional que profesa a mi padre.
Mientas nos chupábamos mutuamente los genitales, papá, tumbado a nuestro lado, nos miraba complacido mientras se acariciaba la polla.
—Sepárala las piernas y átaselas, —ordenó papá y mientras lo hacia la metió la polla en la boca mientras la decía—: la has chupado muchas veces y sabes lo grande y gorda que es. Dentro de un momento la vas a tener metida en el culo y por fin vas a ser consciente de todo el placer que eres capaz de proporcionar a los que te quieren.
Blanquita no dijo nada, porque entre otras cosas seguía con la polla de papá en la boca, pero noté que su cuerpo se estremecía de placer ante esa perspectiva.
—Lubrícala el ano y estimúlala, pero que no se corra: ponla a cien.
Mientras lo hacia, se lubricaba la polla con detenimiento. Después, se tumbó sobre ella, la rodeo con los brazos y a unos centímetros de su rostro, le coloque la polla en la entrada: papá no quería perderse nada de las sensaciones que experimentaba Blanquita. Poco a poco fue presionando y su lubricada polla entró sin dificultad deslizándose en su interior. Empezó a bombear mientras Blanquita empezaba a gemir con más intensidad. Mucho antes de que papá se corriera ya había llegado al orgasmo.
—Cabalgara la boca y que te coma el chocho, —ordenó papá y rápidamente lo hice. Me sentí tremendamente feliz de que me dejara participar en la utilización de mi segundo amor. Después de que las dos alcanzásemos varios orgasmos más, papá se salió y vació su polla en la boca de Blanquita.
—¡Chúpala y límpiala bien! —ordenó taxativamente y ella obedeció sin rechistar. Finalmente, la ayude en esa tarea.
Mientras la desataba, papá sirvió unas copas de vino y nos relajamos mientras descansábamos para continuar un poco más tarde: fue un fin de semana muy intenso.


EPILOGO

Nuestro maravilloso trío duró varios años, hasta que un estúpido accidente de tráfico, causado por un gilipollas, me lo arrebató. Entonces me di cuenta fehacientemente de lo mucho que estaba unida a él. Después de los primeros días de estupor, en los que las dos no parábamos de llorar, decidí afrontar la realidad de su ausencia y reconvertir nuestra situación.
Llegó el primer fin de semana y bajé a Blanquita al sótano. Ella ya había estado innumerables veces en él, pero nunca a solas conmigo: siempre estuvimos supervisadas por papá. Lo hice después de ponerla un collar de perro en el cuello y atarla las manos a la espalda. La conduje tirando de la correa, y una vez abajo, la coloque sobre el potro bocabajo y con un látigo suave estuve descargando mi frustración, y la de ella.
Somos pareja desde ese día. Blanquita dejó el banco después de negociar una baja muy interesante. Se trasladó a vivir a mi casa y pusimos en alquiler la suya. Vivimos de los que nos renta las casas de alquiler que tenía papá y de lo que heredé a su muerte. Por cierto, que pleiteamos contra el que la causo y conseguimos que fuera un par de años a la cárcel, después de un largo y desesperante juicio.
He asumido el papel de dominante en nuestra relación. Una situación totalmente asumida por Blanquita. Las dos somos extremadamente felices, salvo en los momentos en los que recordamos con cariño y añoranza a mi padre: pese a su ausencia, una presencia permanente en nuestras vidas.


                                

sábado, 15 de octubre de 2016

Anita de tus deseos (capitulo 16)


 
Completamente desnuda, retozo por la cama, que se ha convertido en mi zona de show desde hace unos meses. Se me da bien, y me siento mejor. Soy la protagonista absoluta de un espectáculo que está hecho a mi medida, no en vano también soy guionista, directora y actriz: papá jamás interviene en nada. Se sienta en su sillón y desde allí, normalmente, con un vaso de ginebra cerca, me mira sin perderse nada. Siempre emito después de cenar.
Cuándo empecé con esto, lo hice en el dormitorio que comparto con él. Después, y ante el éxito que cosechaba me preparó en el desván una zona de emisión. La decoración era totalmente mía: papá me dejó ponerlo enteramente a mi gusto. Estaba compuesta por una cama normal de matrimonio, y en lugar de somier había una tabla sobre la que descansaba el colchón: no quería que se hundiera. Compré cuatro edredones de diverso color y dos almohadones a juego con cada uno de ellos. En lugar de cabecero, puse cuatro barras con cuatro cortinas de estampado suave y de distinto color, que cambiaba dependiendo del color del edredón que ponía. A los pies de la cama había dos focos de luz, dos cámaras para transmitir, una de ellas móvil, dos micrófonos, y una pantalla grande conectada al ordenador portátil.
No fue idea de papá. Se me ocurrió después de que una compañera de la universidad me comentara que se metía en una página y que en ocasiones emitía. Picada por la curiosidad me metí también en la página y se me iluminó la mente. Se lo propuse a papá y le pareció bien. Durante varias semanas, después de cumplir con papá, me metía en la página y escudriñaba para ver cómo lo hacían: había chicas que eran muy buenas.
Cómo ya he dicho, la primera emisión la hice en el dormitorio y con la cámara del ordenador portátil: nada que ver con el despliegue actual. No me quedó muy bien: los nervios me pudieron. Según fui emitiendo gané en confianza y con el tiempo me trasladé al desván. Actualmente emito un par de días a la semana y en mi página ofrezco videos de mis shows y fotografías. Estás últimas me las hace papá: desde hace tiempo me he convertido en su modelo particular.
Al principio jugaba e interactuaba con los espectadores, aceptaba peticiones, hacia sorteos, dialogaba mucho. La verdad es que ganaba dinero y regalos cuándo asocie una cuenta de una conocida multinacional norteamericana de comercio electrónico. Después, en esa misma web, descubrí los dispositivos OhMiBod y empecé a variar los shows. Empecé a ganar mucho más cuándo los fans se liaban a mandar monedas para activar el dispositivo. Además, cómo lo mantenía con una intensidad alta, cuándo alguien subía un poco la cuantía de la aportación, recibía unas vibraciones tan fuertes que incluso me hacían gritar. Creo que la clave de mi éxito es que los fans ven en mi naturalidad y verdad, no ficción y mentira cómo muchas de mis compañeras de emisión.
Actualmente, no solo emito en Chaturbate, al mismo tiempo, me conecto con CAM 4. Creé un correo electrónico que aparece en mis espacios, y dónde mis fans me dicen todo tipo de burradas. Papá y yo nos reímos mucho leyéndolos.
Todo lo que gano va a una cuenta que abrí solo para eso. No penséis que soy una jodida millonaria, ni mucho menos, pero gano lo suficiente cómo para mantener cierta independencia económica, aunque sea ficticia: con papá tengo todo lo que quiero para mis gastos.
Cómo ya he dicho, papá jamás aparece en las emisiones. Desde su sitio mira cómo evoluciono sobre la cama, cómo me retuerzo con las potentes vibraciones del dispositivo, y cómo me corro. Con eso sí que flipan los fans: con mi facilidad para correrme. Eso sí, cuándo termino me echa unos polvos de flipar: enérgicos, dominantes, duros, violentos, cómo si no pudiera follarme nunca más.


Estamos en abril, y con la llegada del buen tiempo a Madrid visualmente resucito. Empiezo a abandonar los plumas y los pantalones, y aparecen chaquetitas y minifaldas. Sé que le encanta. Le gusta sacarme y exhibirme, y cuánto más ligera de ropa mejor. Y a mi me encanta exhibirme y que me exhiba. En Madrid nos cortamos un poco porque a papá le pueden reconocer: tiene muchos conocidos del banco. De todas maneras, muy pocos saben de mi existencia después del par de años que pasé en la cueva de las brujas católicas.
Cuándo más disfrutamos es cuándo salimos de Madrid en fin de semana. Cogemos el AVE y nos vamos a Barcelona o Sevilla principalmente, aunque también a cualquier capital conectada por ese sistema de transporte.
En Barcelona siempre nos alojamos en un hotel del Born. Nos gusta mucho la oferta gastronomita y de ocio de esta zona de la ciudad condal.
Me había puesto con un vestido escueto de color negro, ajustado y muy corto, pero con un poco de vuelo en la falda, que dejaban al descubierto mis piernas. El trasero se me adivinaba esplendido, realzado por unas sandalias de tacón casi imposible.
Salimos del hotel cogidos de la mano cómo una pareja normal de enamorados. Sé perfectamente que en estos momentos soy la atracción principal, porque si estuviéramos desnudos todos mirarían la polla de papá. Él va encantado llevando de la mano, y en ocasiones del trasero, a un pibón cómo yo.
—Has reservado o vamos a la aventura, —pregunté aunque me daba igual. Era por
hablar.
—Si, vamos a un restaurante especializado en pescado que hay detrás de la basílica de Santa María del Mar. Me han hablado bien de ellos y desde el hotel nos han hecho la reserva.
—¡Ah! Genial. Me gusta el pescado.
—Lo sé, por eso vamos ahí. Además, cerca hay varias vinotecas.
—¿Quieres emborracharme? —bromeé agarrándome a su brazo.
—¿Hace falta?
—Pues claro que no, tonto.
Efectivamente, el restaurante era genial, y después de cenar estuvimos charlando hasta que casi nos echaron mientras dábamos cuenta de una botella de champagne.
Cuándo salimos, vi cómo sacaba una cámara GoPro, la conectaba y la colocaba en el cinturón del pantalón a la altura de la hebilla. En esa posición grababa todo lo que ocurría delante, y en ocasiones, papá me hacia ir por delante. El saber que me grababa, hizo que además de ponerme un poco tonta, me excitara bastante más. La calle estaba muy concurrida, y la gente me miraba con interés, sobre todo cuándo juguetona, me ponía a dar vueltas sobre mi misma haciendo volar la falda y dejando al descubierto mi trasero, debidamente decorado con un plug (siempre lo llevo) y mi depilada zona vaginal. El saberme foco de atención, no solo de papá, si no también de un montón de desconocidos, hacia que mi deseo aumentara constantemente. Paseando y haciendo el tonto, por supuesto por mi parte, bordeamos el Centro Cultural y nos dirigimos al

Parque de la Ciudadela.
Recorrimos el parque mientras tonteábamos. Papá metía la mano bajo mi falda
acariciándome el trasero y la vagina. No hace falta que diga que estaba a cien. Y todo delante de la GoPro. De improviso, me cogió de la mano y me condujo al interior de un grupo de plantas. Me hizo arrodillar, se quitó la cámara del cinturón y sacándose la polla me la metió en la boca. Cómo una posesa, empecé a chupar mientras papá seguía grabando. Unos minutos después se corrió y empecé a juguetear con el semen antes de tragármelo.
Esa grabación fue la primera que puse a la venta en mi espacio de Chaturbate y tuvo mucho éxito. En general, las pelis que me hace papá en espacios públicos, tienen mucho más éxito que las grabaciones de mis shows en casa. Debe de ser cosa del morbo.
Fue la primera de muchas, y es que papá me ha follado en los sitios más insospechados. Desde esa primera vez, la GoPro siempre va con él, y siempre me va gravando. Esos videos son la columna vertebral de un negocio con el que no me voy a hacer millonaria, cómo ya dije antes, pero con el que podría vivir con ciertas estrecheces.
En varias ocasiones hemos preparado grabaciones. Las que más me gustan son las de un montón de tíos que me follan. Papá lo prepara todo, reúne a media docena de “profesionales” y durante muchas horas me follan sin parar por los sitios por dónde es posible. En una ocasión estuve ocho horas siendo follada por diez negros enormes y cachas, y con unas pollas muy aceptables. Termine tan agotada, y con la zona vaginal y anal tan tumefacta, a pesar de usar lubricante, que papá no volvió a repetir la experiencia: le gusta tenerme en buenas condiciones para su disfrute, y cuándo me deteriora, le gusta hacerlo él.


Estoy absolutamente encantada del uso que papá hace de mí. No me cansaré de repetirlo, al placer sexual derivado de la manipulación de mis zonas erógenas, hay que añadir dos aspectos cómo si fueran aditivos imprescindibles. El primero, el placer que me produce el sentirme usada y utilizada, y el segundo, el placer que proporciono a mi señor, a mi Dios.
Al principio de nuestra relación, y cómo ya he contado en capítulos anteriores y en este mismo, a papá le gustaba compartirme con otros hombres, pero siempre supervisado por el: en su presencia. Con el tiempo eso fue desapareciendo de nuestras vidas hasta que sencillamente dejó de ocurrir. Pero siempre hay una excepción: Blanquita.
Era una mujer que ya había sobrepasado ampliamente la treintena, muy sosa en el trato por su timidez, y con cierto atractivo derivado de un cuerpo espectacular: se notaba que la gustaba cuidarse, aunque no hacia alarde de ello. De todas maneras, conociendo los gustos de papá la sobraban varios kilos. Entró en nuestras vidas cuándo llevábamos cinco o seis años de relación. Papá la conoció en el banco, era una empleada de otro departamento relacionado con el suyo, y cómo siempre ocurre con los que llevan muchos años en este mundo, rápidamente detectó a una sumisa potencial. Papá la
ignoró, hasta que en cierta ocasión que estábamos pasando unos días en la playa, se la encontró paseando por el paseo marítimo. Estaba sola y por cortesía la invitó a cenar con nosotros. Inmediatamente se dio cuenta de que Blanquita no me quitaba ojo, y siempre que podía me miraba distraídamente el culo o las tetas. Papá decidió explotar esa circunstancia. La fue trabajando, hasta que finalmente, después de salir de un garito dónde habíamos estado tomando unas copas consiguió que me morreara.
Subimos al hotel a “tomar la última” y papá la habló con claridad: no se anduvo con rodeos.
—¿Te gusta Anita? —preguntó mientras me quitaba el vestido y me dejaba completamente desnuda.
—¡Claro! Es muy simpática, —respondió un poco intimidada y roja cómo un tomate.
—Pero ¿te gustaría besarla otra vez? —insistió papá.
—Sí, —susurró bajando la mirada al suelo.
—Eso es fácil de solucionar, —dijo papá separándome las piernas y cubriéndome la vagina con la mano, —¿y esto te gustaría besarlo?
Blanquita no contestó, pero no pudo evitar llevarse la mano a la zona genital, mientras yo la miraba presa de deseo.
—Ya veo que sí. ¡Quítate el vestido! —ordenó papá y sin rechistar le obedeció. Hasta yo me sorprendí de la rapidez con que lo hizo. Después, se separó de mí y se aproximó a ella colocándose por detrás. La agarró por el pelo y tirando hacia atrás con suavidad la preguntó mientras con la mano la agarraba la vagina—. ¿Quieres que te haga esto?
La pregunta sobraba porque ya lo estaba haciendo. Blanquita solo pudo soltar un gemido que delataba que la respuesta era afirmativa. Siguió estimulándola hasta la tuvo al borde del orgasmo, y paró.
—Anita es una mujer extremadamente servicial y obediente, —continuó hablando mientras se sentaba en un sillón y nos hacia arrodillarnos entre sus piernas—. Puedes hacer con ella lo que quieras, pero a cambio, quiero hacer contigo todo lo que yo quiera. Ojo, he dicho todo, y te aviso de que soy muy exigente.
Se sacó la polla, me hizo una indicación e inclinándome empecé a chupársela. Mientras me inclinaba, pude ver cómo Blanquita miraba con ojos desorbitados la enorme polla de papá. Se inclinó sobre mi y empezó a besarme la espalda al tiempo que notaba cómo me olía.
—Estoy esperando una respuesta.
—¿Me vas a hacer daño? —preguntó mientras con una mano empezaba a recorrer mi espalda en dirección al trasero.
—Si, pero te aseguro que me suplicaras que te lo haga, porque gracias a ese dolor, alcanzaras un placer desconocido para ti.
No contestó, su mano llegó a mi vagina y torpemente intento meter un dedo dentro. Di un respingo y se asustó un poco. Papá me incorporó y me indico que la enseñara a hacerlo. Me incorporé y empecé a acariciar la espalda de Blanquita y lentamente llegué a su zona vaginal y empecé a masajearla suavemente mientras notaba cómo mi nueva amiga iba reaccionando. La fui metiendo un dedo y cuándo empezó a gemir, la metí otro. La agarré por el pelo y la conduje hasta que tuvo la polla de papá en su boca. La aceptó sin pensarlo mientras seguía estimulándola con mis dedos. Cuándo papá se fue a correr, la sacó y lo hizo en su cara mientras yo intensificaba el trabajo de mis dedos y ella también se corría. Inmediatamente, la limpié la cara con la lengua no dejando ni una gota del su semen.
—¿Te ha gustado? —preguntó papá.
—Sí, nunca había sentido algo así. Podría estar toda la noche.
—Y lo vas a estar. Esto solo ha sido el principio.
La abracé y empecé a morrearla mientras papá se levantaba y se iba a por los juguetes.


El sol inundaba con fuerza la habitación por lo avanzado de la hora. Sentado en un sillón, papá nos contemplaba dormir agotadas por los intensos excesos de la noche. Nos miraba desnudas sobre la cama consciente de que tenía sobre ella a su posesión más preciada, y a alguien, que si la trabajaba bien, siria un complemento perfecto para mi. No tenía la más minima duda de que si se lo proponía, lo conseguiría, y anhelaba que lo consiguiera. Desde que probé por primera vez a una mujer, descubrí que me gustaban mucho. Por supuesto, después de papá, que para mi es Dios. A pesar de que solo la conozco desde hace unas pocas horas, Blanquita me ha entrado por el ojo.
Abrí los ojos y vi la espalda de mi nueva amiga que seguía durmiendo placidamente. Busqué a papá con la mirada y le vi sentado en el sillón.
—Despiértala: cómela el chocho, —ordenó con una sonrisa. La voltee un poco separándola las piernas y comencé a chupar su vagina con afán desmedido. Aún somnolienta, noté cómo su respiración de agitaba y a los pocos segundos empezaba a gemir mientras con la mano me acariciaba la cabeza. Se corrió con un fuerte orgasmo que la dejó despatarrada y feliz.
Papá la dejó recuperarse y luego la ordenó que me chupara a mi. Inmediatamente cumplió la orden y yo también me corrí. Después, estuvimos un buen rato morreándonos mientras papá nos contemplaba complacido desde su lugar de privilegio.
—¡Venid aquí las dos! —ordenó señalando con el dedo el espacio entre sus piernas. Rápidamente nos acercamos y arrodillándonos comenzamos a chuparle la polla hasta que se corrió inundándonos la cara a las dos.


Papá lo arregló para que Blanquita se trasladara a nuestro hotel y le dieran una habitación próxima a la nuestra, que solo usaba para cambiarse de ropa. Íbamos juntos a la playa, comíamos juntos, todo lo hacíamos juntos. Fue entrando en nuestros juegos hasta que cómo dijo papá, suplicaba que papá hiciera con ella lo que quisiera.
Blanquita había entrado en nuestras vidas, definitivamente.