Completamente desnuda, retozo por la cama, que se ha
convertido en mi zona de show desde hace unos meses. Se me da bien, y me siento
mejor. Soy la protagonista absoluta de un espectáculo que está hecho a mi
medida, no en vano también soy guionista, directora y actriz: papá jamás
interviene en nada. Se sienta en su sillón y desde allí, normalmente, con un
vaso de ginebra cerca, me mira sin perderse nada. Siempre emito después de
cenar.
Cuándo empecé con esto, lo hice en el dormitorio que comparto
con él. Después, y ante el éxito que cosechaba me preparó en el desván una zona
de emisión. La decoración era totalmente mía: papá me dejó ponerlo enteramente
a mi gusto. Estaba compuesta por una cama normal de matrimonio, y en lugar de
somier había una tabla sobre la que descansaba el colchón: no quería que se
hundiera. Compré cuatro edredones de diverso color y dos almohadones a juego
con cada uno de ellos. En lugar de cabecero, puse cuatro barras con cuatro
cortinas de estampado suave y de distinto color, que cambiaba dependiendo del
color del edredón que ponía. A los pies de la cama había dos focos de luz, dos
cámaras para transmitir, una de ellas móvil, dos micrófonos, y una pantalla
grande conectada al ordenador portátil.
No fue idea de papá. Se me ocurrió después de que una compañera
de la universidad me comentara que se metía en una página y que en ocasiones
emitía. Picada por la curiosidad me metí también en la página y se me iluminó
la mente. Se lo propuse a papá y le pareció bien. Durante varias semanas,
después de cumplir con papá, me metía en la página y escudriñaba para ver cómo
lo hacían: había chicas que eran muy buenas.
Cómo ya he dicho, la primera emisión la hice en el
dormitorio y con la cámara del ordenador portátil: nada que ver con el despliegue
actual. No me quedó muy bien: los nervios me pudieron. Según fui emitiendo gané
en confianza y con el tiempo me trasladé al desván. Actualmente emito un par de
días a la semana y en mi página ofrezco videos de mis shows y fotografías.
Estás últimas me las hace papá: desde hace tiempo me he convertido en su modelo
particular.
Al principio jugaba e interactuaba con los espectadores,
aceptaba peticiones, hacia sorteos, dialogaba mucho. La verdad es que ganaba
dinero y regalos cuándo asocie una cuenta de una conocida multinacional
norteamericana de comercio electrónico. Después, en esa misma web, descubrí los
dispositivos OhMiBod y empecé a variar los shows. Empecé a ganar mucho más
cuándo los fans se liaban a mandar monedas para activar el dispositivo. Además,
cómo lo mantenía con una intensidad alta, cuándo alguien subía un poco la
cuantía de la aportación, recibía unas vibraciones tan fuertes que incluso me
hacían gritar. Creo que la clave de mi éxito es que los fans ven en mi
naturalidad y verdad, no ficción y mentira cómo muchas de mis compañeras de
emisión.
Actualmente, no solo emito en Chaturbate, al mismo tiempo,
me conecto con CAM 4. Creé un correo electrónico que aparece en mis espacios, y
dónde mis fans me dicen todo tipo de burradas. Papá y yo nos reímos mucho
leyéndolos.
Todo lo que gano va a una cuenta que abrí solo para eso. No
penséis que soy una jodida millonaria, ni mucho menos, pero gano lo suficiente
cómo para mantener cierta independencia económica, aunque sea ficticia: con
papá tengo todo lo que quiero para mis gastos.
Cómo ya he dicho, papá jamás aparece en las emisiones. Desde
su sitio mira cómo evoluciono sobre la cama, cómo me retuerzo con las potentes
vibraciones del dispositivo, y cómo me corro. Con eso sí que flipan los fans:
con mi facilidad para correrme. Eso sí, cuándo termino me echa unos polvos de
flipar: enérgicos, dominantes, duros, violentos, cómo si no pudiera follarme nunca
más.
Estamos en abril, y con la llegada del buen tiempo a Madrid
visualmente resucito. Empiezo a abandonar los plumas y los pantalones, y
aparecen chaquetitas y minifaldas. Sé que le encanta. Le gusta sacarme y
exhibirme, y cuánto más ligera de ropa mejor. Y a mi me encanta exhibirme y que
me exhiba. En Madrid nos cortamos un poco porque a papá le pueden reconocer:
tiene muchos conocidos del banco. De todas maneras, muy pocos saben de mi
existencia después del par de años que pasé en la cueva de las brujas católicas.
Cuándo más disfrutamos es cuándo salimos de Madrid en fin de
semana. Cogemos el AVE y nos vamos a Barcelona o Sevilla principalmente, aunque
también a cualquier capital conectada por ese sistema de transporte.
En Barcelona siempre nos alojamos en un hotel del Born. Nos
gusta mucho la oferta gastronomita y de ocio de esta zona de la ciudad condal.
Me había puesto con un vestido escueto de color negro,
ajustado y muy corto, pero con un poco de vuelo en la falda, que dejaban al
descubierto mis piernas. El trasero se me adivinaba esplendido, realzado por
unas sandalias de tacón casi imposible.
Salimos del hotel cogidos de la mano cómo una pareja normal
de enamorados. Sé perfectamente que en estos momentos soy la atracción
principal, porque si estuviéramos desnudos todos mirarían la polla de papá. Él
va encantado llevando de la mano, y en ocasiones del trasero, a un pibón cómo
yo.
—Has reservado o vamos a la aventura, —pregunté aunque me
daba igual. Era por
hablar.
—Si, vamos a un restaurante especializado en pescado que hay
detrás de la basílica de Santa María del Mar. Me han hablado bien de ellos y
desde el hotel nos han hecho la reserva.
—¡Ah! Genial. Me gusta el pescado.
—Lo sé, por eso vamos ahí. Además, cerca hay varias vinotecas.
—¿Quieres emborracharme? —bromeé agarrándome a su brazo.
—¿Hace falta?
—Pues claro que no, tonto.
Efectivamente, el restaurante era genial, y después de cenar
estuvimos charlando hasta que casi nos echaron mientras dábamos cuenta de una
botella de champagne.
Cuándo salimos, vi cómo sacaba una cámara GoPro, la
conectaba y la colocaba en el cinturón del pantalón a la altura de la hebilla.
En esa posición grababa todo lo que ocurría delante, y en ocasiones, papá me
hacia ir por delante. El saber que me grababa, hizo que además de ponerme un
poco tonta, me excitara bastante más. La calle estaba muy concurrida, y la gente
me miraba con interés, sobre todo cuándo juguetona, me ponía a dar vueltas
sobre mi misma haciendo volar la falda y dejando al descubierto mi trasero,
debidamente decorado con un plug (siempre lo llevo) y mi depilada zona vaginal.
El saberme foco de atención, no solo de papá, si no también de un montón de
desconocidos, hacia que mi deseo aumentara constantemente. Paseando y haciendo
el tonto, por supuesto por mi parte, bordeamos el Centro Cultural y nos
dirigimos al
Recorrimos el parque mientras tonteábamos. Papá metía la
mano bajo mi falda
acariciándome el trasero y la vagina. No hace falta que diga
que estaba a cien. Y todo delante de la GoPro. De improviso, me cogió de la
mano y me condujo al interior de un grupo de plantas. Me hizo arrodillar, se
quitó la cámara del cinturón y sacándose la polla me la metió en la boca. Cómo
una posesa, empecé a chupar mientras papá seguía grabando. Unos minutos después
se corrió y empecé a juguetear con el semen antes de tragármelo.
Esa grabación fue la primera que puse a la venta en mi
espacio de Chaturbate y tuvo mucho éxito. En general, las pelis que me hace
papá en espacios públicos, tienen mucho más éxito que las grabaciones de mis
shows en casa. Debe de ser cosa del morbo.
Fue la primera de muchas, y es que papá me ha follado en los
sitios más insospechados. Desde esa primera vez, la GoPro siempre va con él, y
siempre me va gravando. Esos videos son la columna vertebral de un negocio con
el que no me voy a hacer millonaria, cómo ya dije antes, pero con el que podría
vivir con ciertas estrecheces.
En varias ocasiones hemos preparado grabaciones. Las que más
me gustan son las de un montón de tíos que me follan. Papá lo prepara todo, reúne
a media docena de “profesionales” y durante muchas horas me follan sin parar
por los sitios por dónde es posible. En una ocasión estuve ocho horas siendo
follada por diez negros enormes y cachas, y con unas pollas muy aceptables.
Termine tan agotada, y con la zona vaginal y anal tan tumefacta, a pesar de usar
lubricante, que papá no volvió a repetir la experiencia: le gusta tenerme en
buenas condiciones para su disfrute, y cuándo me deteriora, le gusta hacerlo
él.
Estoy absolutamente encantada del uso que papá hace de mí.
No me cansaré de repetirlo, al placer sexual derivado de la manipulación de mis
zonas erógenas, hay que añadir dos aspectos cómo si fueran aditivos
imprescindibles. El primero, el placer que me produce el sentirme usada y
utilizada, y el segundo, el placer que proporciono a mi señor, a mi Dios.
Al principio de nuestra relación, y cómo ya he contado en capítulos
anteriores y en este mismo, a papá le gustaba compartirme con otros hombres,
pero siempre supervisado por el: en su presencia. Con el tiempo eso fue
desapareciendo de nuestras vidas hasta que sencillamente dejó de ocurrir. Pero
siempre hay una excepción: Blanquita.
Era una mujer que ya había sobrepasado ampliamente la
treintena, muy sosa en el trato por su timidez, y con cierto atractivo derivado
de un cuerpo espectacular: se notaba que la gustaba cuidarse, aunque no hacia
alarde de ello. De todas maneras, conociendo los gustos de papá la sobraban
varios kilos. Entró en nuestras vidas cuándo llevábamos cinco o seis años de
relación. Papá la conoció en el banco, era una empleada de otro departamento
relacionado con el suyo, y cómo siempre ocurre con los que llevan muchos años
en este mundo, rápidamente detectó a una sumisa potencial. Papá la
ignoró,
hasta que en cierta ocasión que estábamos pasando unos días en la playa, se la
encontró paseando por el paseo marítimo. Estaba sola y por cortesía la invitó a
cenar con nosotros. Inmediatamente se dio cuenta de que Blanquita no me quitaba
ojo, y siempre que podía me miraba distraídamente el culo o las tetas. Papá decidió
explotar esa circunstancia. La fue trabajando, hasta que finalmente, después de
salir de un garito dónde habíamos estado tomando unas copas consiguió que me
morreara.
Subimos al hotel a “tomar la última” y papá la habló con
claridad: no se anduvo con rodeos.
—¿Te gusta Anita? —preguntó mientras me quitaba el vestido y
me dejaba completamente desnuda.
—¡Claro! Es muy simpática, —respondió un poco intimidada y
roja cómo un tomate.
—Pero ¿te gustaría besarla otra vez? —insistió papá.
—Sí, —susurró bajando la mirada al suelo.
—Eso es fácil de solucionar, —dijo papá separándome las
piernas y cubriéndome la vagina con la mano, —¿y esto te gustaría besarlo?
Blanquita no contestó, pero no pudo evitar llevarse la mano
a la zona genital, mientras yo la miraba presa de deseo.
—Ya veo que sí. ¡Quítate el vestido! —ordenó papá y sin
rechistar le obedeció. Hasta yo me sorprendí de la rapidez con que lo hizo. Después,
se separó de mí y se aproximó a ella colocándose por detrás. La agarró por el
pelo y tirando hacia atrás con suavidad la preguntó mientras con la mano la
agarraba la vagina—. ¿Quieres que te haga esto?
La pregunta sobraba porque ya lo estaba haciendo. Blanquita
solo pudo soltar un gemido que delataba que la respuesta era afirmativa. Siguió
estimulándola hasta la tuvo al borde del orgasmo, y paró.
—Anita es una mujer extremadamente servicial y obediente,
—continuó hablando mientras se sentaba en un sillón y nos hacia arrodillarnos
entre sus piernas—. Puedes hacer con ella lo que quieras, pero a cambio, quiero
hacer contigo todo lo que yo quiera. Ojo, he dicho todo, y te aviso de que soy
muy exigente.
Se sacó la polla, me hizo una indicación e inclinándome
empecé a chupársela. Mientras me inclinaba, pude ver cómo Blanquita miraba con
ojos desorbitados la enorme polla de papá. Se inclinó sobre mi y empezó a
besarme la espalda al tiempo que notaba cómo me olía.
—Estoy esperando una respuesta.
—¿Me vas a hacer daño? —preguntó mientras con una mano
empezaba a recorrer mi espalda en dirección al trasero.
—Si, pero te aseguro que me suplicaras que te lo haga,
porque gracias a ese dolor, alcanzaras un placer desconocido para ti.
No contestó, su mano llegó a mi vagina y torpemente intento
meter un dedo dentro. Di un respingo y se asustó un poco. Papá me incorporó y
me indico que la enseñara a hacerlo. Me incorporé y empecé a acariciar la
espalda de Blanquita y lentamente llegué a su zona vaginal y empecé a
masajearla suavemente mientras notaba cómo mi nueva amiga iba reaccionando. La
fui metiendo un dedo y cuándo empezó a gemir, la metí otro. La agarré por el
pelo y la conduje hasta que tuvo la polla de papá en su boca. La aceptó sin
pensarlo mientras seguía estimulándola con mis dedos. Cuándo papá se fue a
correr, la sacó y lo hizo en su cara mientras yo intensificaba el trabajo de
mis dedos y ella también se corría. Inmediatamente, la limpié la cara con la
lengua no dejando ni una gota del su semen.
—¿Te ha gustado? —preguntó papá.
—Sí, nunca había sentido algo así. Podría estar toda la
noche.
—Y lo vas a estar. Esto solo ha sido el principio.
La abracé y empecé a morrearla mientras papá se levantaba y
se iba a por los juguetes.
El sol inundaba con fuerza la habitación por lo avanzado de
la hora. Sentado en un sillón, papá nos contemplaba dormir agotadas por los
intensos excesos de la noche. Nos miraba desnudas sobre la cama consciente de
que tenía sobre ella a su posesión más preciada, y a alguien, que si la
trabajaba bien, siria un complemento perfecto para mi. No tenía la más minima
duda de que si se lo proponía, lo conseguiría, y anhelaba que lo consiguiera.
Desde que probé por primera vez a una mujer, descubrí que me gustaban mucho.
Por supuesto, después de papá, que para mi es Dios. A pesar de que solo la
conozco desde hace unas pocas horas, Blanquita me ha entrado por el ojo.
Abrí los ojos y vi la espalda de mi nueva amiga que seguía
durmiendo placidamente. Busqué a papá con la mirada y le vi sentado en el
sillón.
—Despiértala: cómela el chocho, —ordenó con una sonrisa. La
voltee un poco separándola las piernas y comencé a chupar su vagina con afán
desmedido. Aún somnolienta, noté cómo su respiración de agitaba y a los pocos
segundos empezaba a gemir mientras con la mano me acariciaba la cabeza. Se
corrió con un fuerte orgasmo que la dejó despatarrada y feliz.
Papá la dejó recuperarse y luego la ordenó que me chupara a
mi. Inmediatamente cumplió la orden y yo también me corrí. Después, estuvimos
un buen rato morreándonos mientras papá nos contemplaba complacido desde su
lugar de privilegio.
—¡Venid aquí las dos! —ordenó señalando con el dedo el espacio
entre sus piernas. Rápidamente nos acercamos y arrodillándonos comenzamos a
chuparle la polla hasta que se corrió inundándonos la cara a las dos.
Papá lo arregló para que Blanquita se trasladara a nuestro
hotel y le dieran una habitación próxima a la nuestra, que solo usaba para
cambiarse de ropa. Íbamos juntos a la playa, comíamos juntos, todo lo hacíamos
juntos. Fue entrando en nuestros juegos hasta que cómo dijo papá, suplicaba que
papá hiciera con ella lo que quisiera.
Blanquita había entrado en nuestras vidas, definitivamente.
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