sábado, 12 de septiembre de 2020

Mi padre, nuestro amo (capitulo 1) la iniciación.




LA INICIACIÓN.

Recuerdo a mi madre cómo una mujer preciosa, cálida, sensual y maravillosa. Con sus cuarenta años bien cuidados, y sin operaciones quirúrgicas de por medio, siempre hacia lo posible para parecer guapa. En la intimidad de nuestro hogar siempre estaba muy ligera de ropa: un tanga, cuándo lo llevaba, y un vestidito muy corto y fino que transparentaba su delgada silueta y sus pequeños y bien torneados pechos. Cuándo se inclinaba haciendo los quehaceres de la casa dejaba al descubierto, cuándo no llevaba el tanga, su esplendida y depilada vagina. Incluso mi padre, acostumbrado cómo estaba a follarla, levantaba la mirada y la observaba. Y es que, que nosotras supiéramos, eran de polvo diario y en ocasiones más: dos o tres veces a la semana había sesión doble. Mi hermana y yo lo sabíamos desde pequeñas porque mi madre, os puedo asegurar que silenciosa no era.

En cuánto a mi padre, era también un cuarentón de uno noventa de altura y de más de cien kilos de peso. Tenía un físico muy musculado, formado a diario en el gimnasio de la multinacional dónde trabajaba cómo alto ejecutivo: el gimnasio del sótano solo lo utilizaba mama. Eso nos permitía un nivel de vida elevado, que mi madre no trabajara y que a nosotras no nos faltara de nada. Nunca le habíamos visto desnudo, al contrario que a mama que lo hacíamos a todas horas. Era un padre cariñoso y nosotras le adorábamos.


      Mi hermana y yo éramos dos niñas felices y todo esto lo veíamos con mucha naturalidad. El sexo solitario lo descubrimos casi juntas, unos años después, una calurosa noche de verano en que mi madre lo estaba dando todo con sus gemidos por los innumerables orgasmos que disfrutaba. Lo de solitario es un eufemismo porque cómo veréis no fue tan solitario.

 

Aunque cada una tiene su habitación, esa noche me estaba masturbando muy excitada por culpa de mi madre, cuándo abriendo la puerta sigilosamente entró mi hermana que era dos años menor.

—Alicia porfa ¿Me dejas estar aquí? No puedo dormir, —y fijándose en lo que hacia me preguntó—: ¿Qué haces?

—Ven Yoli, quítate la camiseta y túmbate a mi lado, —la ordené mientras seguía acariciándome el clítoris con el dedo pero ahora mucho más despacio para prestar atención a mi hermana. Me obedeció y desnuda se tumbó a mi lado. Aunque casi no tenía pecho, lo cierto es que también se la notaba ese aire sensual que sin lugar a dudas habíamos heredado de mi madre—. ¿Nunca te has masturbado?

Negó con la cabeza sin perder de vista lo que estaba haciendo con la mano.

—Haz cómo hago yo: con el dedo medio acaríciate el clítoris. Empieza así que luego ya lo harás cómo quieras.

—¿Qué es el clítoris?

—¡Hay Yoli pareces boba! —dije perdiendo un poco la paciencia. Subí la cadera y girándome un poco hacia ella respondí—: Esto que tengo aquí, también lo tienes tú, y ahora cállate y dale.

Yoli empezó a estimular su clítoris fijándose en cómo lo hacia yo. Mientras, yo aumentaba la frecuencia y mi madre arreciaba en sus gemidos. Finalmente, vi cómo mi hermana se contraía, encogía los dedos de los pies y emitía unos sonidos ininteligibles. Unos segundos después hice algo parecido.

—¿Qué ha pasado Ali? —preguntó Yoli aun con la voz entrecortada mientras se seguía acariciando la vagina—. ¿Esto es lo que hace mama?

—Si, pero a mama se lo hace papá de otra manera y por lo que grita parece que mejor, —respondí mientras yo también me acariciaba la vagina.

—Yo quiero que me lo haga a mi también.

—¡Joder! Y yo, pero eso no se lo digas a nadie porque esta mal visto.


—¿Por qué?

—¡Hostias Yoli! Porque normalmente los padres no se follan a sus hijas… y menos con nuestra…

—¿Por qué?

—¡Yoli pareces boba! Pues porque no, —no lo dije muy convencida. Cogí su mano, la puse en mi chocho y yo hice lo mismo—. Vamos niña: dale caña.

Las dos nos masturbamos mientras imaginábamos que le estaría haciendo papá a mama porque eso es lo que las dos pensábamos que ocurría: él, para nosotras, era una especie de héroe. De siempre habíamos tenido esa visión de él.

Nos corrimos a la vez. Al mismo tiempo, cerramos los muslos aprisionando la mano de la otra mientras nos contraíamos por el chute de placer.

—Este ha sido mejor que el otro. A partir de ahora las pajas me las haces tú.

—Vale, pero tú a mí también.

Desde esa noche, todas las siguientes terminábamos juntas en mi cama. Nuestros juegos sexuales fueron avanzando hasta llegar a hacer unos sesenta y nueves tremendos asesoradas por los videos que veíamos en Internet.


 

Todo saltó por los aires un desafortunado día en que mi madre tuvo un accidente de tráfico. Un borracho hijo de puta la embistió con un camión y la mató.

Durante varios días estuvimos en shock. No nos acostumbrábamos a no ver la figura semidesnuda de mama por la casa y su trato cálido y cariñoso. Papá me dijo que yo tenía que sustituir a mama en las cosas de la casa, pero sin descuidar mis estudios, y que Yoli y el me ayudarían en todo lo que pudieran.

Nuestra vida se fue normalizando y un par de meses después, una noche en que Yoli y yo nos estábamos comiendo los chochitos, sigilosamente mi padre entró en la habitación y se sentó en el sillón de mi escritorio. No se cuánto tiempo estuvo mirándonos, pero solo reparamos en su presencia cuándo las dos nos corrimos.

—¿Qué haces ahí papá? —acerté a preguntar roja cómo un tomate cuando reparamos en él. Sin decir nada se levantó y empezó a quitarse el pijama. Cuándo se quedó desnudo pudimos ver la erecta polla de veinte centímetros que enloquecía a mama. Las dos sentimos una punzada de placer en el chocho.

—Yolanda, ven aquí, —la ordenó papá mientras se sentaba. Separó las pierdas y la hizo arrodillarse. La cogió su cabeza con las dos manos y la besó en los labios, primero suavemente y después de una forma mucho más apasionada. Después, la miró con una sonrisa y haciéndola inclinarse la introdujo la polla en la boca—. Las manos a la espalda y chupa muy, muy despacio, que tengo que hablar con tu hermana. Si lo haces mal tendré que darte unos azotes en el culo.

—Papá, esto que has visto es algo que no sé cómo ha podido pasar… —empecé a decir a modo de disculpa mientras cómo hipnotizada veía a mi hermana tragarse sin rechistar parte de la polla de papá, pero él me interrumpió.

—Acaso piensas que soy tonto Alicia, —dijo mirándome fijamente mientras con la mano acariciaba el trasero de Yoli.

—No papá, —respondí avergonzada.

—Hace mucho tiempo que sé lo que hacéis, desde mucho antes de que muriera mama, incluso mucho antes de que pensarais en hacerlo yo ya sabía que lo ibais a hacer, —dijo dando un fuerte azote a Yoli en el rasero mientras con la otra mano la sujetaba la cabeza para que no se sacara la polla de la boca, y después, mientras miraba la marca de la palma de su mano en la blanca nalga de mi hermana pequeña añadió mirándome—:  Me molesta mucho que no me lo dijerais, porque tengo polla suficiente para follaros a las tres, pero desgraciadamente tu madre ya no está.

—Mama no hubiera querido, —acerté a decir inmersa en el estupor.

—Tu madre hacia todo lo que yo la decía: era mi esclava, y vosotras dos lo vais a ser ahora, —levantó la cara de Yoli y después de morrearla de nuevo durante un rato la dijo mirándola fijamente—. ¿Tú estás de acuerdo Yoli, harás todo lo que papá te pida?

—Si papi.

—¿Sea lo que sea? Piensa bien la respuesta ¿aunque sean cosas muy guarras y que no entiendas?

—Si papi.

—Buena niña, —la dijo mientras la acariciaba la mejilla—. Vas a seguir chupándomela muy despacio y cuándo me corra, que es una cosa blanca que va a salir por la punta, quiero que te lo quedes en la boca, me lo enseñes y luego te lo tragues. De ahora en adelante siempre lo harás así. ¿Me lo prometes?

—Si papi.

Yoli siguió chupando y cuándo papá se corrió, triunfante le enseñó la boca abierta llena de esperma y se lo tragó. La muy zorra no hizo ni un mal gesto, y supe en ese momento que yo tenía que estar a su altura y ser igual de zorra que ella y eso me excitó aun más.

—Buena niña, buena niña, —la recompensó papá mientras la acariciaba la mejilla. Después me hizo una indicación para que me acercara y me arrodillara junto a ella. Nos acercó la polla y una por un lateral y la otra por el otro empezamos a chapársela mientras él la deslizaba entre las dos. Después la retiró y nos miró mientras nosotras nos morreábamos y con las manos nos estimulaba la vagina. No duró mucho porque a los pocos minutos las dos nos corríamos abrazadas a los poderosos brazos de papá mientras gritábamos desaforadas.

Con cuidado nos dejó caer al suelo, se levantó y salió de la habitación mientras nosotras nos recuperábamos sin movernos del sitio dónde estábamos tumbadas. Un par de minutos después regresó con un vaso de whisky y se volvió a sentar. Separó las piernas y nos hizo arrodillarnos entre ellas. Nos sentamos sobre nuestros talones y apoyamos la cabeza cada una en una pierna. Así estuvimos un rato mientras papá saboreaba su copa y su triunfo total sobre nosotras.

—Bien, vamos a acabar por hoy, —dijo finalmente apurando la copa. Instintivamente las dos nos incorporamos un poco y le miramos expectantes cómo solicitas mascotas a su amo—. Alicia, tienes que igualar a tu hermana: me la vas a estar chupando hasta que me corra y luego ya sabes lo que tienes que hacer. ¿Lo has entendido?

—Si papá.

—Pero primero quiero que me chupes el ojo del culo, —se puso en el borde del sillón y levantó las piernas hacia arriba mientras yo, sin pensarlo empecé a chuparle el ano. Creo que lo hizo para ponerme a prueba porque yo era la mayor. Al cabo de un rato se sentó bien y empecé a chuparle la polla mientras mi hermana, por indicación de él, se acurrucaba entre sus brazos y empezaba a morrearlo.

Era mi primera polla, aunque la verdad es que era lo primero de todo: mi experiencia sexual era nula. Me costó trabajo que se corriera porque hacia poco que la zorra de mi hermana se había tragado toda la leche de papá y le había dejado seco, pero al final lo conseguí. También triunfante le enseñe la boca, no tan llena cómo la de mi hermana, y me lo tragué. Inmediatamente, papá me recompenso acariciándome la mejilla y el pelo mientras repetía: «Buena niña, buena niña»

—Ya esta bien por hoy que mañana tenéis que madrugar. Mañana estudiaremos las nuevas normas y responderé a las preguntas que queráis hacerme. Solo una cosa: nada de lo que ha pasado hoy o lo que va a pasar en el futuro puede salir de aquí. ¿Entendido?

—Si papá, —respondimos a la vez.

—Además, tenéis que tener una cosa muy clara, si se supiera, posiblemente yo iría a la cárcel y vosotras a un centro de acogida porque no tenéis más familia que yo. Y ahora a la cama que ya es muy tarde y mañana tenéis que ir al cole.


 

LAS NORMAS.

1.º Obedeceréis en todo lo que papa ordene, sea lo que sea.

2.º Siempre estaréis a la disposición de papá para hacer con vosotras los que él quiera. Juntas o por separado. Con papa, o con quien él diga. Todos vuestros agujeros naturales son de libre acceso para él y para quien él quiera.

3.º En casa, en el jardín y en la piscina, siempre estaréis completamente desnudas, mientras no tengamos visitas. Si no viene la asistenta, después del cole las dos os ocuparéis de las tareas de la casa.

4.º Fuera de casa vestiréis cómo queráis y cuándo acompañéis a papá cómo él os diga.

5.º Siempre estaréis perfectamente depiladas. Solo podéis tener pelo en la cabeza.

6.º Siempre, sin excepción, dormiréis en la cama de papa.

7.º En casa llevareis un collar de sumisión con la inscripción “propiedad de papá”, para demostrar vuestro compromiso de sumisión con él.

8.º Controlaréis vuestro peso. Ali no puede pesar más de 40 kilos, y Yoli de 35 kilos. En todo caso, cuándo seáis más mayores no podéis pasar de 48 kilos.

9.º Tenéis prohibido fumar o beber a no ser que papá lo autorice.

10.º Todos los días sin excepción haréis 45 minutos de ejercicio físico cómo mínimo.

11.º El incumplimiento de cualquiera de los puntos anteriores requerirá el castigo que papá considere idóneo.

12.º Bajo ninguna circunstancia revelareis a nadie lo que papá hace con vosotras: el secreto debe ser total.

13.º Todos los artículos anteriores se resumen en: siempre obedeceréis y el NO, no es una opción.

14.º Este contrato es vitalicio y cualquier cambio en él requiere la autorización de papá.

ANEXO TRANSITORIO: Cómo iniciasteis una relación entre vosotras sin pedir permiso a papá, diariamente y durante un mes, recibiréis un castigo de 30 azotes en el trasero y cada semana se aumentara en diez el número.


 

Esta es la lista de normas que papá nos puso delante a mi hermana y a mi cuándo a media tarde regresó a casa del trabajo. Había más apartados de carácter jurídico que nos impresionaron bastante, pero los importantes eran estos.

Durante un buen rato, los tres sentados en la mesa del comedor, estuvimos repasando concienzudamente punto por punto todos los apartados de la lista y papá respondió a cualquier duda que pudiéramos tener.

—Entonces ¿Ya no hay más dudas? —preguntó finalmente mirándonos a los ojos alternativamente. Las dos negamos con la cabeza—. ¿Estáis de acuerdo en los términos de la relación que vamos a iniciar?

—Yo solo quiero lo que tu quieras papi, —dijo mi hermana.

—Yo también papá, —corroboré igualmente.

—De acuerdo. Vamos a firmar los contratos para que quedéis vinculadas a estás normas, pero ahora mismo estáis incumpliendo el apartado tercero.

Las dos nos inclinamos sobre la lista e inmediatamente nos levantamos y empezamos a desnudarnos. Después puso los contratos delante de nosotras y procedimos a firmar cada una el suyo mientras nos gravaba con una cámara de video después de que cada una leyera en voz alta todos los puntos del contrato. Después recogió los papeles, la tarjeta de memoria con el video, los metió en una carpeta con nuestro nombre y subió a su habitación. Por indicación suya le acompañamos. Íbamos por delante y mientras subíamos la escalera notaba nítidamente la mirada de papá en nuestros traseros. Entramos en su dormitorio dónde reinaba su gran cama de dos metros con dosel, y ante nuestra sorpresa vimos cómo abría una puerta que había escamoteada detrás del gran espejo en el que mama no paraba de mirarse: era una habitación de pánico. De grandes dimensiones, en su interior había una gran caja fuerte de aspecto antiguo dónde papá guardó nuestro contrato. Me fije que en la habitación había un gran sillón, una mesa acolchada, una silla y que de unas vigas de acero que había en el techo colgaban, poleas, argollas y cadenas. En poco tiempo descubrimos que esa habitación del pánico tenía varias utilidades más.

—Muy bien. A las nueve a la cama que necesito tiempo para seguir jugando con vosotras y además mañana hay que madrugar. Eso significa que a las ocho de la tarde cenamos. Hasta esa hora estáis libres, pero antes de iros a vuestras habitaciones voy a adornaros un poco, —dijo cogiendo un par cajitas de un mueble que había en un lateral y se sentó en el sillón—. A ver Alicia que eres la mayor, elige color: ¿rosa o morado?

—Morado.

Papá me hizo tumbarme sobre sus piernas bocabajo, sacó un plug metálico morado de una de las cajas y después de lubricarlo un poco me lo introdujo en el ano sin muchos miramientos. Me dolió mucho y me queje, pero papá me dio un azote en la nalga marcándome la palma de la mano y dijo—: ya esta, así estás mejor.


Después le tocó el turno a Yoli, pero con ella tardó mucho más. La separó las nalgas con los dedos de la mano izquierda y con los de la otra mano estuvo un buen rato lubricando su ano. Después empezó a introducirla un dedo. Desde mi posición veía cómo el dedo de papá entraba y salía parsimonioso del estrecho conducto de Yoli que empezó a gemir de placer. Después fueron dos dedos y finalmente el plug rosa. Cuándo la entró, se quejó un poco pero la verdad es que ya estaba cardiaca perdida. Durante un rato estuvo metiéndola y sacándola el plug mientras con la otra mano la acariciaba la vagina. Entonces arqueo la espalda, encogió los dedos de los pies y tuvo un orgasmo tremendo. Se quedó inerte, cómo inconsciente y papá la dio la vuelta y la atrajo con ternura hacia su musculazo pecho.

—No hace falta que te quedes Ali, —me dijo mientras la morreaba—. Vete a tu habitaron si quieres: yo me quedo con ella.

—Gracias papá, pero prefiero quedarme con vosotros.

—Cómo quieras, pero tráeme una copa de whisky. ¿Quieres, mi amor?

—Si papá, —le preparé la copa y después de dársela me metí entre sus piernas y apoyé la cabeza en su muslo mirando hacia dentro. Veía la gran polla de papá, morcillona, pero apetecible e impresionante a pesar de su falta de erección plena. Con la punta de la lengua empecé a jugar con ella hasta que finalmente me la metí en la boca.

—No quiero que te toques Ali, y no chupes: solo tenla en la boca, —ordenó papá—. Una cosa más: lo que os he puesto en el culo no os lo podéis quitar sin mi permiso.

—Sí papá, —respondí y susurro Yoli. Por supuesto le obedecí y tuve una experiencia casi mística cuándo percibí cómo la polla de papá crecía en mi boca y la llenaba: casi tuve un orgasmo.

Con mi hermana entre sus brazos y conmigo entre sus piernas con su polla en mi boca, desnudas con un plug en el culo y totalmente entregadas, triunfante, papá mientras seguía morreando a Yoli, se bebió la copa hasta la hora de cenar para la que no quedaba mucho.


 

Cenamos algo muy ligero que papá había traído de una casa de comida rápida. Al principio, mi hermana y yo nos sentamos un poco de lado porque el plug nos molestaba, pero papá nos obligó a sentarnos bien y percibimos la plenitud del plug en nuestro culo: Yoli casi se corre otra vez y yo parecido.

—Papá, ¿podemos tomar un poco de vino para celebrar el contrato? —pregunté.

—Si, si, papi, porfa, —se ilusionó Yoli.

—No debéis tomar alcohol…

—¡Jo! Papi porfa: solo un poco, —insistió Yoli.

—Te va a sentar mal, —y mirándome añadió—: y a ti también, y mañana tenéis que madrugar…

­—Pues el viernes, —ofrecí.

—El viernes nos vamos a la casa de la sierra para completar vuestro adiestramiento. De acuerdo, el viernes por la noche podéis beber un poco de vino, pero no se va a repetir más veces. ¿Entendido?

—Si papá, —respondimos al mismo tiempo.

—Muy bien, vamos al dormitorio.

Los tres subimos otra vez las escaleras con nosotras por delante y nuevamente note los ojos de papá clavado en nuestro trasero. Por indicación de papá entramos otra vez en la habitación del pánico.

—Yoli, acércate cariño, —dijo papá sentándose en el sillón. Después la hizo sentarse a horcajadas en sus rodillas y la preguntó mientras la tocaba el plug y la sobeteaba el trasero—. ¿Te gusta lo que hacemos mi amor?

—Si papi.

—¿Qué es lo que más te gusta? —insistió papá, pero Yoli se limitó a encogerse de hombros—. ¿Cuándo te toco el chochito, cuándo me la chupas…?

—Las dos cosas me gustan mucho papi, pero creo que la que más es chupártela. Es muy grande y no me entra toda…

—Te entrara, mi amor, te entrara.

—¿Cómo? Papi es imposible.

—Ya veras cómo si te entra, lo que pasa es que tenéis que aprender. No te preocupes mi amor que yo te enseñaré, y a tu hermana también, —mientras tanto permanecía de pie junto a ellos atenta a la conversación. Entonces me miró y dijo señalando el mueble que había junto a la pared—: Ali, en el cajón de arriba hay un rollo de cinta de embalar plateado: tráelo.

Mientras lo hacia, papá cruzó los brazos de Yoli por detrás de la espalda de mi hermana y siguiendo sus instrucciones los inmovilice con dos trozos de cinta. Mientras lo hacia papá la estimulaba el chocho y el plug y cuándo vio que estaba a punto de tener un orgasmo, paró. Me ordenó sentarme dándole la espalda en uno de los brazos del sillón y procedió a inmovilizar mis brazos igual que a Yoli.

—Muy bien, vamos a empezar con el anexo, —con una facilidad asombrosa descabalgó a mi hermana y la tumbó bocabajo sobre sus piernas.

Sin más preámbulos, empezó a darla azotes en las nalgas alternándolas. Cuándo llegó a diez, empezó a estimular el clítoris de mi hermana hasta que empezó a gritar de placer. Paró y la dio otros diez azotes y volvió a estimularla. Repitió la operación una tercera vez y la dejó correrse. Durante unos instantes estuvo pasando las uñas por su enrojecido trasero marcando efímeras rayas blancas. Todavía no se había recuperado cuándo la incorporó y la estuvo morreando saboreando sus jadeos.

Después se levantó del sillón con ella en brazos y suavemente la deposito bocarriba sobre la mesa acolchada con el trasero en el borde. Sacó unos trozos de cuerda y la ató las piernas flexionadas y muy abiertas, dejando totalmente expuesto su chochito.

Entonces me tocó el turno. Me sentó a horcajadas sobre sus piernas y durante un buen rato estuvo morreándome. Reconozco que cuándo está con Yoli siento celos de la atención especial que tiene con ella, aunque lo comprendo. Ahora estoy en el paraíso besándome con el y que bien sabe su boca. Soy plenamente consciente de lo que va a pasar a continuación y del dolor que voy a sufrir, pero estoy deseando sentir su mano en mi trasero.

Igual que mi hermana, tuve un orgasmo. Papá me atrajo hacia su pecho y dejó que me tranquilizara mientras me acariciaba el pelo y me besaba en los sabios. Punzadas de placer me atravesaban la vagina y me hacían gemir levemente.

Soy feliz.

 

Papá nos lee perfectamente a las dos cómo si fuéramos libros abiertos. Sabe perfectamente que con Yoli el diálogo tiene que ser permanente para ayudarla a ir a dónde el quiere, pero conmigo no es necesario, solo deseo que haga conmigo lo que quiera. Da la impresión de que mi hermana es más arrastrada y servicial que yo, pero es una percepción engañosa: yo lo soy más, si eso fuera posible.

Papá se levantó conmigo en brazos y suavemente me depositó sobre la mesa acolchada dónde mi hermana estaba atada: había sitio de sobra. Se acercó al mueble del lateral y de uno de los cajones sacó varias cosas: dos vibradores, unas esposas grandes y una correa. Dejó los vibradores sobre el vientre de Yoli y se acercó a mí. Me colocó bocabajo y con las esposas me sujetó los tobillos. Después, con una correa sujetó las esposas con mis brazos dejándome con los pies hacia arriba. Durante un rato estuvo acariciándome, en especial los pies.

—Estos pies me los voy a follar… y los de tu hermana también, pero hoy no: otro día.

Se acercó otra vez al mueble y sacó dos mordazas de bola. Una la dejó también sobre Yoli y con la otra se acercó a mí. Me metió la polla en la boca y durante un rato estuvo follándomela mientras me besaba los pies.

—Lo siento mi amor, —dijo sacándome la polla de la boca y poniéndome la mordaza de bola—, pero ahora tengo que ocuparme de tu hermana: luego que ocuparé de ti, no te preocupes.

Me dio un azote cariñoso en el trasero y se acercó a Yoli que desde dónde estaba miraba constantemente todo lo que hacia papá.

—Muy bien preciosa, —la dijo besándola los pies—. Vamos a jugar a algo muevo: ¿estás preparada?

—Si papi, —respondió Yoli. Papá se inclinó sobre ella y durante un rato largo la estuvo besando los labios. Después la puso la mordaza de bola y la siguió besando.

Todo esto era nuevo para nosotras. En mi caso notaba cómo sin poder evitarlo, la baba me salía por la comisura de los labios creando un pequeño charco en la mesa. Eso me humillaba, pero al mismo tiempo me excitaba enormemente. Si en ese momento papá me hubiera rozado levemente con el dedo meñique, me hubiera corrido cómo una perra.

—Muy bien mi amor, —dijo papá sentándose en la silla frente a la vagina expuesta de Yoli—. Voy a chuparte el chochito cómo lo hacia tu hermana, pero yo no voy a parar, y voy a seguir mucho tiempo. También me voy a ayudar con estos dos vibradores, —se los enseñó—. Posiblemente me pedirás que pare, que lo deje, incluso lloraras, pero no lo voy a hacer: por el contrato que firmaste tengo derecho a hacerlo y además llevo mucho tiempo esperando este momento. ¿Lo entiendes, estás de acuerdo mi amor? —mi hermana afirmó con la cabeza. Solo con las palabras de papá desde mi sitio veía cómo la caja torácica de Yoli de expandía marcando las costillas con respiraciones profundas presa de excitación.

Papá se inclinó y empezó a besar suavemente su vagina. Desde el primer momento mi hermana empezó a gemir, mucho más cuándo la lengua de papá entró en acción. Un par de minutos después tuvo el primer orgasmo. Intentó cerrar las piernas, pero no pudo y eso intensifico el placer. Papá siguió chupándola y cinco o seis minutos después tuvo otro. Papá siguió, y siguió, mientras mi hermanita berreaba de puro placer. Cómo dijo papá, casi desde el principio intentó resistirse, pero no podía y cuándo papá empezó a utilizar los vibradores fue a peor: los orgasmos se sucedían con mayor frecuencia y papá los apuntaba en una libreta que tenía al lado. Desde mi sitio, estaba tan excitada que tuve un orgasmo frotándome contra la mesa. Papá se percató y me miró con una sonrisa.

Con mi hermana estuvo durante una hora y alcanzó nueve orgasmos según la dijo luego. Despacio y con mucho cuidado la estuvo desatando las piernas mientras la llenaba de besos. Yoli estaba cómo en trance, su cuerpo sudoroso se sacudía con ligeros espasmos. Cuándo la liberó los brazos se los estuvo masajeando mientras ella apoyaba la cabeza en su pecho. Por último, la quitó la bola de la boca y durante un ratito la estuvo morreando.

—Muy bien mi amor: buena niña. ¿Te ha gustado? —Yoli afirmó con la cabeza y papá la abrazó con ternura mientras la volvía a besar. La levantó en brazos y la llevó a su cama dónde la deposito con cuidado. Después de secarla el sudor del cuerpo con una toalla, la arropó y la dejó dormir.

—Muy bien Ali: te toca. —dijo papá acercándose. Me soltó los pies, me colocó en la misma posición que estaba mi hermana y me ató de la misma forma.

Igual que a mi hermana, empezó besándome el chocho, cogiendo con sus labios los míos vaginales. Cuándo estaba al borde del orgasmo me toco el clítoris con la punta de la lengua y me corrí: mi cuerpo se contrajo y mi placer se acrecentó por no poder interponer ninguna oposición. Sin darme descanso empezó a explorar con la lengua toda la zona exterior de mis genitales: desde la vagina al ano aunque estaba ocupado por el plug. También exploró un poco del interior y nuevamente cuándo estaba a punto me provocó otro orgasmo atacándome levemente el clítoris. Que duda cabe que papá tiene mucha practica y sabe lo que hace.

Siguió ayudándose con los vibradores hasta completar la hora. En ese tiempo no pare de chillar, mientras cómo hizo con mi hermana apuntaba mis orgasmos en la libreta. Con el tiempo descubrí que en esa libreta estaban los “experimentos” que papá hacia con mama.

Todo fue estimulación exterior. En ningún momento introdujo los vibradores con profundidad en el interior de mi vagina. Tenía reservada nuestra virginidad para otro momento.

Se levantó de la silla y después de darme un par de azotes en el trasero se acercó a la cama donde mi hermana se movía bajo las sabanas. Las apartó y vio que se estaba tocando.

—Mi amor, tendrías que estar durmiendo, —la reprendió con cariño mientras la atraía hacia su pecho.

—No puedo papi ¿me vas a hacer más cosas? —papá la miró con ternura mientras la besaba en los labios.

—Ya veo que eres una viciosilla. ¿Quieres chupármela y que te llene la boca de leche?

—Si papi, porfa.

—De acuerdo, pero no quiero que te toques más.

—Es que se me va la mano sola, —papá soltó una carcajada y la achuchó más.

—Eres tan zorrita cómo lo era tu madre. No te preocupes que yo lo soluciono.

Papá se levantó y entrando en la habitación dónde yo seguía atada cogió las esposas de los tobillos, la correa y del mueble otras esposas más. Regresó junto a Yoli y la esposó las manos a la espalda. Luego la sujeto los tobillos y bocabajo la flexiono las piernas hacia arriba y las unió con la correa. Yoli se retorcía de placer y cuándo papá la metió la mano entre las piernas empezó a estimularla vigorosamente hasta que la provoco otro orgasmo.

Mientras se recuperaba, regresó junto a mi y se sentó en la silla. —perdona mi amor, pero tu hermana esta muy excitada.

—No pasa nada papá, —empezó a chuparme el chocho e instantáneamente empecé a gemir hasta que unos minutos después me corrí otra vez.

Papá empezó a desatarme mientras me recuperaba. Con la toalla me secó el sudor que empapaba mi cuerpo y en brazos me llevó a la cama dónde Yoli se retorcía cómo una anguila sin poder tocarse. Me soltó y sacó a mi hermana de la cama poniéndola de rodillas en el suelo. Tengo que reconocer que la imagen de mi hermanita de rodillas, con las manos esposadas a la espalda, igual que los tobillos también era muy sugerente. Papa sacó una pastilla de un tubo que tenía en el cajón de la mesilla y la partió por la mitad. Después se puso frente a ella y sin más la metió la polla en la boca. Yoli empezó a chupar cómo una posesa. mientras se retorcía de placer.

—Papá, me dejas tocarme, —le pregunté sumisa y solicita.

—Si mi amor, puedes tocarte.

—Gracia papá.

Siguió follando la boca de mi hermana y cuándo estuvo a punto de correrse la ordenó que no se lo tragara y que se quedara con la boca abierta sin derramar nada. Papá se corrió al mismo tiempo que lo hacia yo y cuándo mi hermana le enseñó la boca llena de leche, la echó la pastilla en el interior y después de moverlo todo con el dedo la ordenó tragárselo. Después la agarró por el pelo y la inclinó hasta que su cara se pegó al suelo, y así, con el culo en popa, cogió el plug rosa y empezó a sacarlo y meterlo sin miramientos. Yoli empezó a chillar primero de dolor y al instante inequívocamente de placer y un par de minutos después tuvo un orgasmo que la dejó tirada en el suelo.

Papá se volvió hacia mi y acercándose me ofreció la polla. Rápidamente me incorpore y me la metí en la boca mientras notaba cómo el deseo me volvía a poseer. A pesar de estar morcillona casi me llenaba la boca.

—Vamos a ver cuánto te entra. Quiero que relajes totalmente la garganta.

No me dio tiempo a contestar. Me sujetó la cabeza y empezó a apretar suavemente. Cuándo el glande me tocó la campanilla de la garganta tuve varias arcadas pero siguió empujando hasta que mi nariz tocó su vientre mientras seguía con las arcadas y mis manos intentaban separarlo.

—Muy bien, buena chica, —me dijo cuándo la sacó y mientras me acariciaba la mejilla—. Tienes que entrenar la garganta para que te entre entera, erecta y sin arcadas. Y tu hermana también.

—Si papá.

—Pues hala, a la cama, —ordenó papá mientras se inclinaba y recogía a Yoli del suelo que estaba cómo muerta. La metió en la cama, la quitó las esposas, se puso entre las dos, nos arropó y apagó la luz.


 

El movimiento de la cama me despertó y la luz de la lamparita de la mesilla me deslumbró. Soñolienta mire a papá y le vi de rodillas sobre la cama. Sujetaba la cabeza de Yoli mientras la penetraba la boca.

—¿Qué hora es papá? —susurré.

—Las seis y cuarto. Todos los días, antes de irme a trabajar me tenéis que descargar: la forma de hacerlo ya lo decidiré en el momento. Luego seguís durmiendo hasta que os levantéis para ir al cole. ¿Lo has entendido?

—Si papá.

Yoli seguía cómo muerta. Finalmente, papá se corrió y Yoli automáticamente se lo tragó a pesar de seguir medio dormida. Después se fue al baño.

—A tu hermana despiértala sin contemplaciones: no quiero que falte a clase, —empezó a darme instrucciones cuándo salió de ducharse y se vestía—. Anoche la di solo media pastilla para que se tranquilizara y pudiera dormir… y nos dejara dormir a nosotros. Cuándo regrese a casa esta tarde os quiero preparadas para seguir con el adiestramiento y por supuesto con los deberes de la escuela hechos. No quiero excusas. ¿Está claro?

—Si papá.

—Mañana viernes nos vamos a la casa de la sierra. Cómo allí también vais a estar desnudas, prepara una bolsa con vuestras cosas de aseo y las cosas de senderismo: nada más. ¿Entendido?

—Si papá.

Se inclinó para besarme, me dio un azote en el trasero y se fue. Coloqué a mi hermana bien para poder arroparla y abrazada a ella me quede dormida.

 



domingo, 21 de enero de 2018

Entrega total (capitulo 7)



      Había pasado un año desde que Paco se encontró a Marta borracha en la escalera y su vida había cambiado sustancialmente, e indudablemente el de ella también. La brutalidad del primer par de meses había desaparecido y Paco había empezado a desarrollar un cariño especial hacia Marta. Se negaba a llamarlo amor, pero en realidad era eso. Aún así, la seguía torturando porque sabía que ella lo necesitaba, pero jamás la marcaba porque si algo le gustaba a Paco era exhibirla, que todos vieran el pedazo de mujer en que la había convertido, cómo la perfecta mariposa que sale de la crisálida del gusano.
     Marta ya no era la sumisa muda de los primeros meses, ahora conversaba con ella, y los fines de semana salían al teatro o al cine, y a cenar. También se habían apuntado a una escuela de bailes de salón cuando Marta le dijo que era un anhelo que siempre había tenido.
     El despertador del móvil sonaba muy temprano porque Paco necesitaba tiempo para follar a Marta concienzudamente: como Dios manda. La rutina de por las mañanas era siempre igual. Primero la sujetaba las manos a la espalda con unas esposas. A continuación, estaba varios minutos besándola. La comía la boca como si fuera a ser el último día y acto seguido la ofrecía la polla mientras él degustaba su vagina en un sesenta y nueve bestial. Finalizaba sobre ella penetrándola, mientras la abrazaba y la comía la boca. Durante todo ese proceso Marta encadenaba orgasmos sin parar. Después, se iba a trabajar dejándola bien follada durmiendo en la cama.
     Cuando regresaba a casa, rápidamente la volvía a follar con una violencia inusitada: tirones de pelo y azotes en el trasero, y siempre por el culo. Después, si no tenía trabajo pendiente se dedicaba a ella, y finalmente, por la noche, se iban pronto a la cama y la follaba con mucha creatividad.
     Durante este último año, en algún momento tuvo un conflicto moral propiciado por el cariño (amor) que había desarrollado hacia ella. Era plenamente consciente de que Marta tenía un problema psiquiátrico grave. Un problema que tal vez deberían tratar profesionales, pero su egoísmo pudo más que sus diatribas morales. ¿Y si la curan y la pierde? Sólo pensar en eso le ponía malo. Se había convertido en un adicto a su sumisa.
      Decidió solucionarla la vida por sí a largo plazo el desaparecía. Abrió en su financiera una cuenta a su nombre (él, al ser empleado lo tenía prohibido) con una cantidad importante y empezó a gestionarla como si fuera un cliente normal, pero claro, no lo era. En pocos años Marta sería millonaria sin saberlo. También hizo testamento y la dejó todo: Paco no tenía familia.
      Se aficionó a viajar con ella, principalmente fuera de España. El primer viaje fue a Praga a final de invierno. No fue una buena elección. Durante toda la semana estuvo nevando y el frío era intenso, acrecentado por la fuerza del viento. Marta iba a todas partes metida en su plumas largo, gorro y guantes de lana y botas de invierno.
Por las mañanas, después de follar, salían a hacer las visitas turísticas de rigor, a mediodía comían en algo restaurante del centro y luego al hotel hasta la hora de la cena.
     Se había aficionado a atarla sobre la mesa, bocarriba, bien abierta de piernas. Se sentaba en una silla delante de su fantástico chocho y empezaba a chupar: podía estar horas así. Marta gemía constantemente como una loca, hasta que les llamaron la atención. Decidió amordazarla y la intensidad bajo ostensiblemente, pero solo de sonido. La vagina de Marta segregaba fluidos como una fuente y Paco, cada cierto tiempo se levantaba y poniéndose a la altura de la cabeza la penetra la boca y la follaba hasta que la llenaba la boca de esperma. Después vuelta a empezar.
     Una de esas mañanas, salieron para visitar la zona del castillo. Paco la dijo que sólo se pusiera las botas. Después la hizo arrodillarse, inclinarse hacía adelante y la introdujo en el ano un gran plug decorado con un cristal tallado de color morado. Era tan grande que a Marta la dificultaba el andar. La puso el plumas largo y así salieron a la calle. Iba enormemente excitada y eso que el juego no había empezado. Mientras andaban por el complejo de El Castillo con cierto disimulo la iba sobeteando. Le excitaba meter la mano fría dentro del plumas y encontrar el cálido cuerpo de Marta. Llegaron a uno de los callejones cercanos al Pasaje de Oro y aprovechando que no había nadie, sin previo aviso la levanto el plumas, la inclino y sacándose la polla la penetró. El vaho salía cómo un chorro por la boca de Marta con el impulso de los gemidos y la llegó un orgasmo tremendo cuándo empezó a oír las voces de un grupo de turistas que se aproximaba. Terminaron justo a tiempo de que no les sorprendieran.
      Después de ese viaje decidió ponerla piercing en la lengua para que le chupara la polla mejor, si eso fuera posible, porque cómo ya ha quedado claro, Marta se entregaba totalmente en esa labor. Pero la verdad es que lo que más le atraía a Paco, lo que más morbo le daba, era que la gente la viera con ese adorno en la lengua. La llevó a un conocido establecimiento del centro de Madrid y allí la pusieron dos: uno cerca de la punta de la lengua y otro un poco más atrás. Fue una decisión de última hora después de verlo en el catálogo. Cuándo la vio con ellos puestos tuvo una erección tan fuerte que casi no les dio tiempo a llegar a casa y eso que estaban cerca. Una vez solos la folló la boca con una violencia inusitada. Con el tiempo descubrió que le encantaba que le hurgara el ano con los piercing y cómo pasaba cuándo le chupaba la polla, en esa nueva función Marta se entregaba a conciencia.


      Así las cosas decidió hacer una prueba. Quería verla con otros hombres y analizar sus sensaciones, las de Paco, al verla comer pollas distintas a la suya entre otras cosas. Lo preparó todo concienzudamente. Estuvo investigando por Internet y al final encontró lo que buscaba. Contrató a seis caribeños, de piel negra, muy altos y grandes cómo armarios y con grandes pollas que se dedicaban a eso: a follarse mujeres insatisfechas con maridos más o menos complacientes, impotentes, o vaya usted a saber. Para tal fin alquiló una casita discreta y apartada en las cercanías de Huesca y les pagó los billetes de AVE hasta allí. Sus planes eran que la dieran caña durante 48 horas consecutivas: sin descanso. Al principio los planes eran otros: que un negro se la follara, pero después empezó a añadir más elementos, más negros, y decidió ponerla al límite aunque sabía perfectamente que nunca se iba a negar. Aun así, los días previos la estuvo aleccionando para que no hubiese ningún problema. El día que se lo dijo, se sentó en el sillón y la hizo arrodillarse entre sus piernas. La puso la mano en el chocho y la obligo a correrse en su mano mientras se frotaba con ella. Le encantaba ver, y notar, cómo se mojaba la mano con la corrida de Marta además de sus gestos y gemidos.
      —El próximo finde quiero hacer un experimento contigo, —la dijo mientras se recuperaba—. Vamos a ir a una casa en Huesca, y allí vas a estar follando durante todo el fin de semana con unos hombres que no conoces. ¿entiendes lo que te estoy diciendo?
      —Si amo.
      —Repítemelo.
      —Vamos a ir a Huesca y voy a estar con unos hombres que no conozco…
      —Vas a follar.
      —Voy a follar con unos hombres que no conozco, amo.
      —Muy bien: buena chica,—dijo acariciándola la mejilla—. Quiero que te entregues totalmente a todos sus deseos y que seas cariñosa y servicial. Me sentiré muy defraudado contigo si hay algún problema. ¿Lo entiendes?
      —Si amo: lo entiendo.
      —Saldremos el jueves por la mañana y al día siguiente llegaran ellos, y te lo repito: desde ese momento harán contigo lo que quieran. ¿Alguna duda?
      —Ninguna amo.
      —Buena chica, —la hizo inclinarse y la metió la polla en la boca. La obligo a chupar muy despacio, más de lo habitual. Un largo rato después, se corrió y la llenó la
boca de semen que Marta se tragó cómo era habitual.
      El día del viaje, jueves, casi no la tocó. La tuvo todo el día sin provocarla ningún orgasmo. Cuándo Paco necesitaba correrse, Marta se la chupaba y nada más. Cuándo al día siguiente llegaron los seis negros, Marta estaba más que receptiva y preparada: esta salida cómo una perra en celo.
      Les había puesto varias condiciones que se resumían en principalmente en dos: podían hacer con ella lo que quisieran salvo golpearla en la cara o hacerla sangrar, y siempre estaría con las manos atadas por la espalda. Demostraron ser de una profesionalidad total y cuándo llegaron a la casa Paco comprobó que ya se había organizado. Traían un guion preparado. Dormirían de dos en dos y siempre habría dos cómo mínimo dándola caña.
      Desde una habitación contigua, Paco controlaba la grabación de todo lo que pasaba con las cuatro cámaras de alta resolución que no perdían detalle. Cada cierto tiempo salida con una cámara portátil y tomaba primeros planos. 
      El lubricante se gastaba por litros y todos siempre que tenían ocasión y estaba libre la daban por el culo. La manejaban como si fuera una osita de peluche, una muñequita, y estaba más tiempo en el aire que tumbada. Para ellos no representaba la más mínima dificultad: Marta con sus cuarenta y cinco kilos de peso y ellos enormes y musculados. La postura que más les gustaba era que mientras uno de pie la tenía penetra mientras la sujetaba en el aire, otro la daba por el culo. A las pocas horas, Marta tenía el culo rojo como un tomate y es que todos los que la daban por detrás aprovechaban para azotarla el trasero.
      Cuando llegó la noche la actividad siguió sin tregua y Marta estaba como ida, en trance. Paco, que dormitaba cómo podía en la silla del ordenador, de vez en cuando la daba una bebida energética rica en cafeína para ayudarla a permanecer despierta.
      Al día siguiente la actividad siguió frenética y por la noche Paco dio por finalizado el experimento porque hacia un par de horas que Marta estaba adormecida y ni siquiera respondía a los estímulos sexuales o violentos. Les dio una generosa propina y les llamó un par de taxis para que les llevarán a la estación del AVE.
      Cuando todos se fueron, y ya solos, regresó a la cama donde yacía Marta. Acercó un sillón a la cama, la cogió por los pies y con ellos se masturbó: Marta tenía tanto el culo cómo la vagina rebosantes de esperma. Fue poco tiempo: a los pocos segundos se corrió sin que ella hiciera el más mínimo gesto. Recordó que lo primero que hizo con ella, aparte de meterla los dedos en la boca para que vomitara, fue masturbarse con sus pies.
      Cuando se tranquilizó la levanto en brazos y entró con ella en la bañera que previamente había llenado. La lavó detenidamente, la frotó concienzudamente con la esponja de baño, no quería dejar el más mínimo rastro de los seis hombres que durante 34 horas la habían estado follando. Después, la envolvió en una toalla y regresó con ella a la cama. Cuando estuvo bien seca, se dedicó a inspeccionarla detenidamente. Las tetas las tenía un poco tumefactas, y los pezones muy inflamados de las veces que se las habían estrujado y pellizcado. En estado similar tenía la vagina, porque a pesar de estar siempre muy untado de lubricante, el estar penetrada casi permanentemente por pollas largas y gordas pasaba factura. Aún así nada preocupante: nada que no solucionen los antinflatorio. Otra historia era su ano: ese maravilloso ano que tanto le gustaba. Estaba feo e inflamado, y además presentaba varias grietas y abrasiones.
      <<cuando volvamos a Madrid, la llevaré a un médico que conozco y que me debe algún favor>> —pensó.
      Terminada la inspección, se preparó una generosa copa de Ginebra y se sentó en el sillón con ella acurrucada en su regazo y el ordenador a mano. Mientras saboreaba la copa velaba el intranquilo sueño de Marta interrumpido por espasmos esporádicos fruto de los malos sueños y el agotamiento. Estuvo visualizando ligeramente las imágenes grabadas mientras sentía una enorme ternura hacia ella.
      Decidió analizar el experimento como si se tratara de una transacción financiera: los pros y los contras. Empezó por estas últimas. 
      1º. No le gustó que otros hombres se follaran a Marta. Aunque al principio le excito mucho verla con seis caribeños enormes dándola caña, al poco tiempo se le paso.
      2º. Marta tuvo un montón de orgasmos, sobre todo al principio, pero nada que ver con los que tiene con él.
      3º. Le había costado cierto trabajo convertirla en el pibón que era ahora para poder exhibirla y para su disfrute personal, y el experimento le iba a obligar a tenerla en el dique seco un tiempo, sobre todo el culo: tendría que estar un tiempo sin entrar por ahí.
      En definitiva, esto y algunos puntos más se podían resumir en algo muy simple: Marta es de su propiedad y sólo de él, única y exclusivamente, y después del experimento no quería volver a cruzarla con ningún otro macho, sea del color que sea, aunque con otra mujer sería cuestión de pensarlo.
      La llevó a la cama y se quedaron dormidos. Paco se despertó, tarde, a media mañana, con la cabeza de Marta apoyada sobre su hombro. Estuvo un rato largo mirándola dormir. Si antes no tenía dudas, ahora menos: quería tenerla junto a él siempre. De improviso, abrió los ojos y estuvo unos instantes mirándole. Después, se fue hacia abajo, se metió la polla en la boca y empezó a chupar muy lentamente: como sabía que le gustaba.